viernes, 21 de diciembre de 2007

EL PEOR MOMENTO PARA UN PINCHAZO

Esto sí que me ha parecido digno de contar en mi blog, si lo tuviera. ¿Qué hay peor que pinchar una rueda del coche? Pinchar cuando ya es de noche y está oscuro (cosa fácil en diciembre). Y ¿peor aún?. Que encima llueva (cosa que ocurrió ayer por la tarde). ¿Peor todavía?

Venir de hacer la compra en el hipermercado y llevar el portaequipajes lleno.

Y es que ayer fue uno de esos días en que mejor no comprar un billete de lotería, no sea que me toque pagar el premio de los demás. Puesto que la casa ya andaba más o menos bajo mínimos, decidí escaparme a hacer la compra de la casa, esa compra que hago de vez en cuando a la salida del trabajo yo solita, y lleno el portamaletas de bebidas y comidas varias y otras cosas imprescindibles para el día a día del hogar. Casi nunca baja de 200 euros, y siempre, siempre me falta sitio en el portamaletas para llevarlo todo, así que alguna bolsa/garrafa/embalaje de papel higiénico se queda en el asiento trasero. Sé que es algo que deberíamos hacer en familia, pero ya me he acostumbrado a optimizar el tiempo y hacerlo a la salida del trabajo, así me da menos pereza salir, me ahorro perder un día de fin de semana y el mal humor que le ponen las compras a Josema, y con un poco de suerte hasta caen menos caprichos.

Además llevaba el paquete con el que iba a agradecerle a Higashi su regalo navideño, 8 kgs. de ropa de Mango (por cierto la XL de Mango debe estar pensada para la Pitufina, porque me quedé un jersey para mí y parece que haya encogido), dulces navideños, juguetes de Imaginarium, un perfume de Puig para su mujer Yuko y una billetera de piel de Adolfo Domínguez para él, y ya que había hueco, una botella de rosado Uncastellum, que a mi no me va el vino pero está bien dar a conocer productos patrios a los japoneses… Como en la oficina de correos del Gran Casa no cogen paquetes grandes, me fui directa a la oficina de Pablo Ruiz Picasso, pensando que aparcaría bien y cerca y acabaría pronto…

Craso error! Para empezar, tuve que aparcar en el aparcamiento de las casas de detrás. Ya me fui con un mal presentimiento… Dejaba cosas de la compra a la vista, y desde niña me han inculcado auténtico terror a dejar algo a la vista en el coche (terror que se acentuó cuando vi robar una cartera de un coche a plena luz del día y a la vista de más de 20 personas esperando a los niños a la salida de un instituto). Vale que era poco probable que nadie quisiera robar los rollos de papel higiénico, pero chico, hay gente para todo. En fin, a ver si había suerte y volvía prontito.

Otro error. Sólo tenía una persona delante de mí, pero por tercera vez consecutiva en estas fiestas (3 veces he ido a correos y las tres veces ha pasado lo mismo), no sé qué extraño papel estaban rellenando y qué extraño trámite estaban haciendo, el mismo en los tres casos, que les ha llevado más de 20 minutos. Encima me tocó el típico funcionario cansado de no trabajar (mira que pocas veces tengo quejas de los funcionarios de correos, pero es que este era de los pachorrones), a quien todo le venía mal y era incapaz de optimizar el tiempo.

Y para redondear la cosa, el envío del paquete me costó 99 euros del ala. ¡¡¡Ouch!!! ¡¡¡Casi me venía mejor comprar un billete y llevarlo en mano!!!! Vale que 8 kilos de paquete a Japón son muchos kilos, pero es que casi valía más el franqueo que el contenido. ¡No me extraña que me preguntase si quería enviarlo por avión o por barco!, pero claro, como le dije, ya sé que no llega para Navidad, pero al menos esperaba que les llegase antes de la Navidad del año que viene…

En fin, repuesta del susto, me vuelvo al coche, veo que no me han robado nada, salgo toda decidida hacia casa, y de camino llamo a Josema con el manos libres para que se vaya preparando, en casa voy a necesitar ayuda para recoger todo (tengo muchas ganas de llegar, en realidad he ido a comprar un poco a regañadientes y estoy harta de no haber parado por casa en toda la semana, ya que martes y miércoles Josema se puso algo fongonizo con ir a Taj Mahal a comprar vicio comiquero…) Y conforme hablo con él, me doy cuenta de que el coche hace un ruido raro. “Huy”, dice él, “A ver si vas a haber pinchado”. “Maldita la gracia que me haría, con el portamaletas lleno”, le digo yo, “pero cuelgo y lo compruebo, que este ruido me mosquea…”

Paro en un lado y me bajo. No es que haya pinchado. Es que la llanta de la rueda toca prácticamente el suelo. ¡Maldito presentimiento! ¡A ver si me han rajado la rueda del coche!!!!

Así que le vuelvo a llamar “Vale, dime donde estás y voy a ayudarte”.

Y mientras le espero, de noche, bajo la lluvia, voy vaciando el portamaletas y metiendo todo, a capón, en los asientos delanteros, y sorprendentemente, me lo tomo con cierto buen humor. Al menos, pienso, me servirá para hacer limpieza del portamaletas, que conforme saco las cosas veo que está repleto de chaquetas y chubasqueros, la mayoría, por cierto, de Josema. Luego intento ir adelantando trabajo, pero soy absolutamente incapaz de quitar el tapacubos (a hacer puñetas mi orgullo femenino!!! Pero es que estoy demasiado cansada y harta de todo para darle mucho valor, la verdad) y no quiero cargármelo. Así que preparo todo y espero, espero… espero….

Que curioso. Era una zona de mucho tráfico. Pero nadie, absolutamente nadie, paró a ayudarme o aunque sólo fuera, a preguntar si iba todo bien y si necesitaba ayuda. Ni siquiera la policía, y pasaron varios coches patrulla, al menos cinco de ellos, y alguno incluso varias veces, pero ni ellos se dignaron a bajar la ventanilla… ¡Qué tiempos aquellos en que pinche en la calle Dr. Cerrada y chavales que no tenían ni la menor idea de cambiar una rueda se desvivían por echarnos una mano, aunque fuera peor el remedio que la enfermedad….! Aaaah, aquellos 18 años….

Ayer incluso vi pasar a Fernando Laborda, quien se acercó, me dijo hola y al ver el panorama se escaqueó con un “Te ayudaría pero ya llego tarde”… ya veo, ya… Menos mal que mi príncipe azul venía al rescate, que si no, poco te escapabas de, al menos, ayudarme con el tapacubos…

Pero al final llegó Josema, y me ayudó, y volvimos a casa de noche y bajo la lluvia (casi me estrello contra un camión en la autopista), haciendo 20 kms. para evitar los atascos, agradeciendo que Leo esa tarde se quedase con los abuelos y sin ganas de mucho más.

Aunque luego cumplimos con la parroquia, y nos acercamos como habíamos quedado a casa de Teresa a verla y llevarle unos regalos a sus peques, y el sacrificio se vio recompensado ya que me sorprendió dándome un angelito artesanal que hacía años que le había pedido a su madre que me hiciera…

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