lunes, 24 de noviembre de 2008

DANCING TROOPER

Seguro que muchos ya conocéis estos videos, pero yo los encontré el sábado por casualidad, buscando con Leo alguna animación del Caramelldansen inspirada en StarWars.









Una investigación más profunda me descubrió que el cámara en el segundo video, y Vader en el tercero, es Héctor García, el autor del premiado blog “Un Geek en Japón”, biblia de muchos fans de todo lo japonés, y aún me sentí más impresionada.

Si encima pensamos que el último video fue filmado en Tokio el 3 de Julio de 2007, justo cuando nosotros estábamos en Kyoto, me hace darme cabezazos en la pared, porque, sinceramente, me hubiera encantado encontrarme a esa gente en persona, más aún siendo que uno de ellos era español...

CINEMIX Y EL HOMBRE BICENTENARIO

Llevo unos días escuchando a mi exjefe (que sigue en el despacho justo enfrente del mío) poniendo música de cine en su ordenador. Yo andaba algo mosqueada al respecto, porque algunas de las melodías que sonaban eran francamente frikis... Ya se me hacía bastante raro que pusiera música de Piratas del Caribe, pero ¿de Mychael Danna, cuyos discos “A Celtic Tale” y “A Celtic Romance” solo parecemos conocer mi marido yo. ¿O bandas sonoras de las películas de Miyazaki? Eso me parecía francamente raro, porque aunque son melodías preciosas, son películas de culto de las que poca gente a la que no le guste el tema se compra la banda sonora... Así que al final, deleitada con los sonidos que salían del despacho de enfrente, le pregunté.

“Es una emisora de radio on-line. Si quieres te paso la dirección”.

Por supuesto que quería, y desde entonces no oigo otra cosa, incluso en casa (La emisora es www.cinemix.us, y en este momento, de hecho, está sonando nada menos que la banda sonora de la serie Norte y Sur... ¡cuántos recuerdos!). Porque además, te permite saber de qué película y autor es la música que está sonando (temblad en el próximo concurso de BSOs de la Aldea! XD) e incluso hacer peticiones.

Quizás la gente que sintoniceis radios on-line ya la conozcais, esto os parezca lo más normal del mundo y yo quede como una tonta por haberlo descubierto, pero que quereis que os diga, para mí ha sido un gran descubrimiento. Y me lo paso bomba eligiendo canciones, aunque muchas veces no pueda porque tiene tres limitaciones: una que no haya sonado un tema de ese autor en un tiempo determinado, que no haya sonado un tema de ese álbum en un tiempo determinado, y sobre todo, que no pidas más de tres temas cada media hora... En fin, limitaciones relativamente fáciles y cómodas de salvar...

Y al hilo del tema, ayer tuve uno de esos momentos deliciosos con Leo...

Estaba sonando en Cinemix un tema de la película “El Hombre Bicentenario”, película mediocre basada en uno de mis relatos favoritos de Isaac Asimov, y Leo, al ver la imagen de la carátula del disco en la página de Cinemix, me preguntó por la película. Así que le conté un poco de qué iba, y luego me extendí y le hice un resumen del relato, supongo que claramente tintado con las emociones que yo misma le vierto. Él me miraba fijamente, y cuando llegué al final, al momento en que el robot NDR-114 (o Andrew para sus amigos) por fin consigue que se reconozca que es un ser humano, y como consigue realmente que se le reconozca ese título, vi como se le llenaban los ojos de lágrimas, y claro, a mí también se me llenaron (¿o fue al revés?), y se me quebró la voz, y él alzó un dedo y me secó una lagrimilla del ojo, y yo le abracé, y me lo hubiera comido mil veces, llena de orgullo maternal... Le quiero, y momentos como este me reafirman en que tengo en casa uno de los seres más excepcionales que ha dado este mundo...

domingo, 23 de noviembre de 2008

EL GATO QUE ESTÁ...

Vaya racha de sueños. Con éste van tres. Aunque este es breve de contar.

Jonsey estaba triste. Le oía maullar a su estilo lastimero y llorón, y le llamaba. Entonces él se asomaba de debajo de la cama y me miraba, y sus ojazos azules estaban llenos de lágrimas. Se me quedó grabada la imagen.

Entonces el propio Jonsey, tremendamente mimoso, como si realmente hubiera estado triste y necesitado de cariño, me despertó ronroneando apretándose contra mi cara.

Quizás fue un sueño premonitorio, porque esta mañana le he pisado el rabo sin querer y pocas veces creo haberle hecho tanto daño...

viernes, 21 de noviembre de 2008

LA CUESTA DEL ALQUIMISTA

Hoy he soñado con mi abuelo Rafael. No sé muy bien dónde estábamos, si era turismo o qué, pero era como un pequeño valle redondo, en forma de cráter, rodeado por un caminito que bordeaba la hondonada. Yo me lo recorría en el sentido opuesto a las agujas del reloj, y como buena senda de montaña, tenía sus altibajos. El caso es que yo tomaba el sentido más fácil, que terminaba en una buena cuesta abajo, y que tenía fama de que si la cogías en el otro sentido y te tocaba cuesta arriba, era un rato dura de subir. Así que yo pensaba para mí “¡Qué suerte la mía!” y me alegraba porque mi abuelo, si no, no habría podido subirla. Curiosamente, me decían que esa cuesta se llamaba “La cuesta del alquimista”, y me preguntaba por qué... ¿tendría algo que ver con Full Metal Alchemist?

Al final de la cuesta había un edificio. Era un edificio de pisos, no era un hotel ni nada parecido, pero el patio inferior daba al valle este y la vista era bonita. Y desde la barandilla me quedaba mirando el valle mientras intentaba animar a mi abuelo, sentado en un banco (al que era su estilo) a que se animase y se asomara a ver el valle.

Le echo de menos. Le hubiera gustado Full Metal Alchemist. Y la Cuesta del Alquimista. Y a mí me hubiera gustado recorrerla de verdad con él, y no en sueños...

jueves, 20 de noviembre de 2008

EL REY Y YO

Mi sueño de hoy empezaba de forma confusa. Creo que huía de algo o alguien, iba en una bicicleta (y como me ocurre a menudo en los sueños, no había forma de controlar el maldito aparato) y no quería que nadie me siguiera el rastro, pero la verdad es que no sabía tampoco a dónde iba. En cualquier caso, tras atravesar un pueblo bastante solitario al anochecer, al final entraba en una casita de piedra dónde había gente cenando y me unía al festín. Entre esa gente estaban mis padres... y compartiendo mesa, estaba la familia real al completo.

Era curioso porque aunque éramos muy conscientes de con quién estábamos, el ambiente era cordial y como si fueran conocidos (que no amigos) de toda la vida. Entonces el Rey se levantaba para irse, creo que con una de las infantas, y se despedía diciendo que se iban a esquiar al día siguiente. Entonces yo me levantaba a despedirme de él como si fuera un tío lejano, y él me daba muy efusivamente dos besos y un abrazo, y me pasaba un papelito (de color rojo, por cierto, no sé si significará algo) un poco por debajo mano, con una dirección de correo electrónico y una página web, para que siguiera en contacto con él. Pero no me daba tiempo a volver a la mesa con mi pequeño tesoro, ya que una especie de jefe de protocolo me lo arrancaba de las manos y se lo comía para destruirlo, porque decía que esa información no podía estar en mi poder. Yo fiplaba en colores, ¿qué me había pasado este hombre? ¿Secretos de estado?

Como soy cabezota, como buena aragonesa, no me di por vencida, y automáticamente me iba al ordenador (sí, ahora tenía un ordenador a mano, prácticamente estaba en casa) y tecleaba lo poco que recordaba de la dirección web que me había pasado. ¡Bingo! A la primera me salía una página web tipo photobucket con fotos de el rey y la reina... ¡jugando con su colección de BJDs! ¿Eso era tan vergonzoso? ¿Qué los reyes se coleccionasen muñecas, como yo?. Qué pena me daban, qué triste tenía que ser su vida si ni siquiera podían compartir ese bonito hobby con otros aficionados como yo...

miércoles, 19 de noviembre de 2008

ACCIDENTE EN EL RIO


Creo que cuando hablé de mis fobias, no conté entre ellas mi miedo a caer al agua dentro de un vehículo o coche. No sé por qué, pero es algo que me aterra. Desde muy pequeñita, en que mi abuelo me llevaba al colegio por la orilla del Canal Imperial de Aragón, miraba las aguas sucias del canal y me preguntaba, con sensación de pánico, si sería capaz de salir del coche si este en un accidente caía al agua. A base de verlo en las películas, creo saber que abrir las puertas desde un coche que ha caído al agua es casi imposible porque la presión del agua no lo permite, así que lo que hay que hacer es bajar las ventanillas y dejar que se llene el interior del coche, y entonces ya se puede salir. Por eso, y ya veis hasta donde llega mi paranoia, cuando empezaron a salir los coches con los 4 elevalunas eléctricos me parecieron una aberración: si caen al agua, el sistema eléctrico no funciona y entonces, ¿cómo bajas las ventanillas? ¡Al menos, pongan una manecilla para poder bajar el cristal manualmente si el sistema electrónico se avería! (esto creo que sería de sentido común incluso aunque no se caigan al agua, pero bueno...).

Así que cuando esta noche he soñado, entre otras cosas, que iba con el coche por una orilla del Ebro sospechosamente parecida a una de las riberas en Dublín, me he encontrado preguntándome de nuevo “¿Y si nos caemos al agua?”, y como los sueños son tan puñeteros, de pronto mi miedo era realidad y estaba en el agua, con coche y todo, intentando sacar a Leo del coche y salir los dos a la superficie, y sufriendo ante la perspectiva de no poder con su peso y quedarnos los dos atascados (encima una vocecita me recordaba que TAMBIEN estaba el maletín de los kekos en el asiento, y que ese se iba a ir al fondo del río, angustiosamente profundo, aunque transparente, porque obviamente no podía cogerlo también).

Me he despertado muy angustiada, y entonces me he dado la típica palmada en la frente pensando “¡Pero si Leo sabe nadar!”.

lunes, 17 de noviembre de 2008

CONFLICTOS GENERACIONALES

Desde el miércoles Leo ha estado pachuchete. Empezó al mediodía, con vómitos insistentes, y mi madre me llamó desesperada justo cuando estaba yo hablando con el Director de Planificación del Salud, así que le tuve que cortar la llamada y llamarla después, en horario de pago caro de mi móvil, a ver que pasaba. Empezó bien, me contó lo que había y me pareció razonable, pero cuando empezó a enrollarse y contarme ya las anécdotas del cole le tuve que cortar: tengo tarifa ocio y hasta las 4 de la tarde me cobran un euro y pico por minuto, lo cual sinceramente, sólo estoy dispuesta a gastarme en emergencias. Parece que le supo malo y todo.

Por la tarde la tuve en fase histérica. El pobre Leo vomitaba cada poco tiempo, como suele ocurrir con las gastroenteritis (yo misma había pasado una justo la semana anterior, así que sé como se sentía, aunque curiosamente mi madre no mostró la menor preocupación al respecto: sabe que sé cuidarme sola). Me llamó preguntándome qué podía hacer, como pasa siempre que Leo está enfermo, y si tenemos en cuenta que casi todo lo que sé ella también lo sabe, me preocupa sobremanera que siempre que Leo caiga enfermo (y siempre de enfermedades comunes y repetitivas, que ya ha pasado cien veces), me llame como si yo tuviera algún remedio secreto escondido que no quiero compartir con ella por oscuros motivos, pero que haría que Leo se curase milagrosamente. Después de varios años ejerciendo la pediatría de primaria y bregando con madres con actitudes similares, la actitud de la mía me sigue sorprendiendo. Ella sabe que una gastroenteritis sólo puede curarse manteniendo hidratado al enfermo, y que en un par de días no hay el menor motivo de alarma. Pues a las pocas horas ya estaba toda preocupada reclamándome algún medicamento milagroso que debía haber aparecido desde la última vez que Leo tuvo gastroenteritis y que yo conocía y ella no, y no asumiendo que no, que en seis meses aún no se había descubierto otra cosa que mantenerle hidratado con suero fisiológico (o bebidas isotónicas) a sorbitos...

Encima, había que ir a por la mochila de Leo, que se había quedado en clase, y me lo dijeron justo cuando Josema acababa de salir para algo del trabajo. Iba a volver pronto, pero no a tiempo para ir los dos a por la mochila, por lo que le pedí a mi padre que fuese él, y cuando Josema volviera subiríamos nosotros a estar con Leo y a ayudarles a cuidarle. El hecho de que esperásemos a las 7,30 para subir me valió posteriormente el comentario de que “dabamos la sensación de no preocuparnos”, y, sinceramente, eso duele.

Durante el tiempo que estuvimos allí, además, mi madre no hacía más que revolotear alrededor de Leo. Cada vez que el pobre soltaba un “ay”, ya estaba ella “Ay pobrecico, ay qué mal lo está pasando, ay, ¿y no le podemos dar nada?”. A ver, mamá. No se recomiendan los jarabes, entre otras cosas por que los va a vomitar... Al final recordé, y lo recordé entonces, vamos, que no era información secreta clasificada que no hubiera querido decirle antes, que en casos muy muy rebeldes en los que no dejaban de vomitar, una forma de cortar los vómitos eran los supositorios de Sulmetín Papaverina, y se lo dije. Entonces se fue a buscarlos y dijo que los únicos que tenía habían caducado el mes pasado y al final mi pobre padre se fue a buscar una farmacia de guardia para comprar más.

Desde la farmacia nos llamó para decirnos que habían retirado dichos supositorios del mercado y que las únicas opciones eran los jarabes. Así que vino con un jarabe que entonces no ibamos a poder darle.

Mientras tanto yo entré en el cuarto del botiquín desesperada por encontrar algo (aunque no sabía si para Leo o para mi madre) y me veo, encima de todo, una caja de Sulmetín Papaverina. La cojo, pensando que es la caducada que ha visto mi madre, y me veo que caducan el año que viene... ¡Estaba tan histérica que ni los había visto! Así que decidimos ponerle uno.

Se lo pone mi madre, y al cabo de un rato de tener a Leo tranquilo y quieto y protestando porque decía que él no se notaba el supositorio dentro, lo miramos... y lo llevaba entre las nalgas!

Por Dios, ¿tan nerviosa está mi madre que no es capaz de poner un supositorio, cuando ella, enfermera y matrona jubilada, ha puesto miles a lo largo de su vida?

Sinceramente, ya estaba empezando a preocuparme, y no por Leo, quien pese a los comentarios de mis padres (los dos, porque al final mi padre acaba contagiado) estaba prácticamente bien tres días después, sino por mi madre, que se comportaba de forma exagerada, exaltada, sin ayudar lo más mínimo, y encima cuando cometí el error de decírselo al día siguiente por teléfono, actuó como una niña pequeña diciendo “¡Vale, pues la próxima vez me iré de casa!”. A ver, mamá, nadie te pide que no te preocupes. Lo que te pedimos es que te controles, porque independientemente de que tengas razón o no, no ayuda a nadie, y al que menos al enfermo, que las personas a su alrededor se comporten como si el niño se fuera a morir mañana (y aún ayuda menos que trates a su madre como una desalmada que no quiere poner a su disposición los remedios que los Todopoderosos Médicos no quieren compartir con los simples mortales...).

El caso es que al final, como digo, la que me preocupa es mi madre. Empieza a comportarse en muchas cosas como mi abuelo, a ponerse nerviosa sin motivo, a enervar a los demás... y el problema es que es demasiado joven para comportarse así. Tiene sólo 67 años. A esa edad, una mujer como ella, fuerte, decidida, capaz de llevar como ha llevado una vida profesional excepcional (la van a proponer como medalla de oro a la profesión este año que viene y la verdad, ya era hora), inteligente y a la que siempre he admirado y que quizás me ha hecho sentir muchas veces que nunca le llegaré a la suela del zapato, se comporta como una auténtica abuela.

¿Será que pasa demasiado tiempo en casa? La verdad es que desde que falleció mi abuelo (que la estaba volviendo loca) y más aún desde que se le murió el perrillo que tenían, la veo cada vez mas “abuela”. Quizás necesita entretenerse. Quizás debería emboscarla y regalarle una mascota, aunque no quiere. O pagarles un viaje a algún sitio.

La verdad, de todos modos, es que los abuelos son un mundo aparte. Sin ir más lejos, ayer domingo nos pegamos la tarde intentando buscar un bar dónde tomar algo. Habíamos quedado con los amigos del mundillo de las BJDs por la zona de la Aljafería y surgió la idea de ir a una chocolatería cercana (mala idea, al final, porque Leo ya se había levantado de nuevo algo mareado y el chocolate ha acabado esta noche desperdigado por las sábanas y mi pijama... lo que ha hecho que acudiera hora y pico tarde al trabajo...). Bueno, pues cuando nos presentamos allí, estaban todas las mesas ocupadas por abuelos que no estaban consumiendo NADA. Habían ido allí simplemente a pasar la tarde. Cuando entramos, 10 personas, los de la chocolatería se frotaban las manos, pero no hubo forma de que nos consiguieran una mesa (cada vez que se acercaban a buscar una excusa para echar a los abuelos de alguna mesa, estos pedían alguna consumición, aunque fuera sólo uno de ellos, así que se quedaban sin argumentos) y nos fuimos de vacío. Pasamos a la cafetería de enfrente, una tipo “Café y Té”, y vimos que se levantaban cuatro personas de una mesa. Mientras esperábamos pacientemente a que se fueran, una abuela que estaba sola en una mesa pequeña, se levantó corriendo, dejándose hasta la bufanda, les abordó preguntándoles si se iban, y delante de nuestras narices se cambió de mesa y nos dejó con un palmo de narices, con una educación pésima y estando clarísimo que nosotros estábamos esperando (con más educación que ella) para coger esa mesa. Obviamente los 10 (que ya hubieramos estado apretados en una mesa de 4) no cabíamos en la minimesa que la abuela maleducada había dejado libre, así que hubo que buscar otro bar.

En ese momento me sentía antiabuelos, la verdad. Aunque al final la cosa fue para bien, porque acabamos en un bar en el que estuvimos solos (aunque al vernos fue entrando bastante gente), nos hicieron un chocolate espeso que seguro que era mil veces mejor que el de cualquiera de los otros dos sitios, y encima nos permitieron ir a comprar churros a la primera chocolatería y consumirlos allí, porque ellos no tenían. Y para colmo, nos salió baratísimo. ¿Podíamos pedir más?

domingo, 16 de noviembre de 2008

LA BODA DE MURIEL

Anoche pillamos en una sesión de zapping un trozo de la película “La Boda de Muriel”. No conseguimos verla entera, porque Leo enseguida se aburrió, pero de verdad que cuando vi que la estaban echando, por un momento les pedí que me dejasen verla.

La Boda de Muriel es una película que me gusta, y ayer recordé exactamente por qué. Es por las escenas en las que ella se va probando los trajes de novia. Como toca, con veneración, la cintura de uno de ellos en el maniquí de la tienda. Lo hermosa que está, a pesar de ser una chica gordita y casi vulgar, cada vez que se prueba uno de ellos. La reacción de las dependientas de la tienda que, contra su religión, hasta le hacen fotos “para que las vea su madre en el hospital”. La música de ABBA, que, sin ser uno de mis grupos favoritos, en ese momento de la película, con el “Dancing Queen” de fondo, reflejan ese momento “revelación” del que yo he hablado tantas veces.

Aunque con motivación distinta (Muriel se prueba trajes de novia porque su anhelo es casarse, para mí, los trajes de novia son una meta en sí mismos), desde que vi esa película siempre me he identificado con Muriel. Muriel, la gordita incomprendida, con complejo de inferioridad, que se transporta a un mundo de cuento de hadas cuando ve un traje de novia.

Creo sinceramente que quien guionizó esas escenas, se sentía como yo cuando ve esos maravillosos vestidos angelicales...

jueves, 13 de noviembre de 2008

HOLA, BUENOS DÍAS, POR FAVOR, GRACIAS

Son palabras mágicas, os lo aseguro. Eso, y otro consejo que daban en los Jóvenes Castores (¿recordais que ya hablé de ese manual antes?). Sonreíd siempre. También lo leí en otro sitio: sonríe hasta cuando hables por teléfono, la persona al otro lado lo notará. Es verdad.

En mi trabajo tengo que hablar con mucha gente por teléfono, gente a quien no he visto nunca la cara. Muchas de mis compañeras dicen que siempre se encuentran con respuestas bruscas, con mala educación, en resumen, que acaban hasta las narices. Siempre me pregunto por qué a mi no me pasa, o al menos, me pasa con mucha menos frecuencia. La única respuesta que se me ocurre es esta: Siempre, siempre que llamo por teléfono, comienzo con “Hola, buenos días, ¿podría – insertar aquí el motivo de la llamada -, por favor?”, sonriendo. Sigo sonriendo toda la conversación, a veces si me dan pie hasta bromeamos juntos. Y termino con un “Muchas gracias”.

Y funciona. Casi siempre. De verdad.

TOPOTA MADRE

No, no me voy a meter con mi madre aunque después de la tarde que pasamos ayer podría dedicarle una entrada entera. Pero esta noche he tenido un sueño intenso, y después de varios días dejándolos pasar (y eso que los recordaba al despertarme, como cuando el domingo soñé que me contrataban para hacer el papel de Jack Lemmon en una segunda parte de “Con Faldas y a lo Loco”, y lo mejor del asunto era que hasta quedaba bien en el papel y todo, aunque no sé si mi subconsciente me estaba piropeando o insultando), esta vez me apetecía escribirlo.

Resulta que ibamos a salir de viaje en cuanto recogiéramos a Leo del cole. Prácticamente nos íbamos de vacaciones, uno de estos viajes largos en coche, aunque Leo iba a saltarse días de coche, y tras dejarle en clase me ponía a prepararlo todo. Pero no debíamos tener mucha prisa, porque a la salida del cole quedábamos con Santi para irnos con sus hijos al cine. No recuerdo muy bien la película, porque la veíamos de pie (como los audiovisuales de la Expo) y yo estaba todo el rato pendiente del movil y del retraso que eso nos iba a causar. El caso era que a la salida del cine, Leo recordaba que tenía que fotocopiar algo, y Santi nos decía que debajo de su casa había una tienda que hacían fotocopias, aunque había que llegar antes de las 7,30 (¿después de salir del cole e ir al cine, y aún no eran las 7,30???) porque cerraban muy pronto. Ahora, la casa de Santi en mi sueño estaba en un sitio muy raro, era como si hubiera dos niveles, uno a ras de calle donde había una entrada, y luego una escalera metálica estrechísima que me daba mucho miedo que bajaba a un nivel como dos o tres pisos por debajo, como si más abajo hubiera otra calle de la ciudad... Un poco del estilo a la zona de las casas junto al Rio Huerva, a la altura de la Avenida Goya, pero sin río.

La escalera me daba miedo porque era estrecha y me producía vértigo, no porque hubiera nada raro o sobrenatural en ella. Pero cuando Santi desde abajo me decía que si quería hacer las fotocopias tenía que bajar por ahí, tragaba saliva, y bajaba con Leo. La tienda era pequeña y hacía esquina, pero justo al lado había una galería comercial con bastante vidilla para estar situada dónde estaba, así que Leo no me daba lugar y entrábamos antes de hacer las fotocopias. Entonces, en una tienda de objetos de regalo, los veíamos.

Eran unos bichillos adorables, como ornitorrincos de peluche, pero lo más sorprendente era que se movían como si estuvieran vivos. “Es que están vivos, señora”, me decía el vendedor. Y uno, de un agradable color azul grisáceo, venía directo a mí y se acurrucaba en mis brazos. Y yo me miraba al animalito y flipaba en colores... pero ¡si sus ojitos eran botones pegados! Y las orejitas también eran falsas... Pero miraba más detenidamente, y me daba cuenta de que había unos ojitos de verdad, pequeñitos y casi ciegos, en la parte superior del pico, y entonces me daba cuenta... ¡eran topos! Algún desalmado estaba cogiendo topos, tiñéndolos, pegándoles y cosiéndoles piezas de peluche, y vendiéndolos como mascotas exóticas. ¡Me ponía furiosa!

El dependiente seguía insistiendo en que me llevase al pequeñín azul, pero yo no quería. Yo quería denunciarle y que pusieran a todos esos animalitos en libertar, pero mientras tanto, ¿qué hacía? No podía comprarlos todos, ni siquiera podía llevarme a ese pequeñín... quien quizás muriese en pocos días, tras tanta trastada, ¿como podía sobrevivir?

Y entonces me desperté con una sensación muy extraña. Seguía sintiendo en mis brazos el pelo extraordinariamente suave, como el pelo de Jonsey, o incluso más delicado, del topillo modificado que había llevado en brazos en mi sueño. Quería seguir acunándolo... ¿Por qué tenía que sonar el despertador justo entonces?

miércoles, 12 de noviembre de 2008

TRES MAS DE BANCOS

Un poco al hilo de la última entrada, se me han juntado tres historas de bancos que contar.

Por un lado, ayer por la mañana aproveché que tenía una reunión a las 9.15 para ir primero a la Ibercaja y devolver el recibo de los HP de los seguros Carrefour. Me fui a la oficina donde tengo la cuenta corriente, por aquello de que si tenía que dar orden de que no volvieran a aceptar recibos de aquí los amigos, no me pusieran pegas de “Aquí no tiene Vd. Su cuenta”, y todo eso. Y al final me presenté allí poco antes de que abrieran a las 8.15.

Durante el rato que estuve esperando pacientemente (al fin y al cabo, tenía tiempo), la señora de la limpieza estaba fregando con esmero el rellanito de la entrada dónde está ubicado el cajero automático, y sentado en el suelo a la izquierda de la puerta había un hombre de mediana edad con aspecto de indigente que probablemente había pasado la noche en dicho cajero. Durante un rato nadie interfirió con nadie... la señora limpiando, el señor sentado defendiéndose del frío, y yo mirando la escena con una sensación extraña, de espectador de documental de National Geographic, o algo así.

De pronto, me veo salir a una de las empleadas de la oficina, concretamente (creo que la única mujer que he visto trabajando allí, aparte de las señoras de la limpieza) la que atiende en la caja, y se inclina hacia el indigente. No creais que le echó, o le dijo que qué pintaba ahí. Le sonrió amablemente y le dijo “¿Quiere unas galleticas para desayunar, que tenemos aquí en la oficina?”

Mi asombro fue proporcional a la resurrección de mi fé en la raza humana. Estamos muy acostumbrados a que los pobres “hagan feo” y sean expulsados, incluso maltratados o asesinados como hemos visto en los periódicos. Pero en esta oficina, que, por cierto, siempre he dicho que es mi favorita por la amabilidad y encanto de sus empleados, este señor tenía, seguramente, algo parecido a un hogar. Por la confianza con que la cajera habló con el señor, sin duda este hombre había pasado más noches allí.

Olé por ellos. Detalles como estos deben recordarse, para que no conste solo lo malo. Como digo siempre, hay MUCHA gente buena, lo que pasa es que los malos cunden más...

Por lo demás, al poco abrieron (justo cuando la señora de la limpieza había fregado el suelo, todo sea dicho. Me sentí muy miserable pisándole el fregado), devolví el recibo (por lo cual, por cierto, me he enterado hoy que me han cobrado una comisión de 50 céntimos, a los de Carrefour los voy a matar), me indicaron muy amablemente que podía hacerlo también por internet, con lo cual no necesito volver a madrugar para ir a verles, y me encaminé andando a la reunión, en la que había quedado con la directora del hospital.

Como me fui sin coche, al terminar la reunión me aproveché vilmente de mi jefa para irnos juntas en el suyo, y por el camino surgió el tema de los bancos. Entonces ella me contó una historia similar a la mía, solo que todavía ponía los pelos más de punta. En su caso, tenía una cuenta con el Banco de Santander, creo, que no usaba mucho. De dicha cuenta el banco le mandaba un extracto cada 6 meses, y en el último se lleva la tremenda sorpresa de que la tiene en números rojos. Y no unos números rojos cualquiera, no. Más de 700 euros, y encima pagando cada X tiempo una comisión por descubierto (¿cómo puede solucionarlo si no se lo comunican? Yo alucino. Claro, cuanto más tiempo en la ignorancia, más comisón).

El caso es que se informa, y descubre que le han estado cobrando recibos de una domiciliación de una cuenta de teléfono de Vodafone que ella no ha contratado. Recibos, además, por valores altísimos, de hecho el último ya se lo han rechazado los del banco porque supera los 900 euros. ¿Os podeis imaginar? A los cabrones de Vodafone les das un número de cuenta, domicilias ahí un teléfono movil, y da igual que el nombre del titular de la linea no tenga nada que ver con el titular de la cuenta o que no haya un documento firmado por éste último aceptando la domiciliación. ¡Hala, a cobrar!

Por supuesto, al final y tras muchos quebraderos de cabeza, lo han arreglado, pero tiene delito la cosa. Como dije antes, ¡qué fácil es hacerse rico!

Y como no hay dos sin tres, a la tarde tuvimos otra historia que contar. Me bajé a comprar unas cosas al Galerías Primero, y al ir a pagar con mi tarjeta de ING direct de toda la vida, me encuentro que no me la aceptan. Como ya me había pasado hace poco que la banda magnética había fallado, les pasé otra tarjeta, y listo.

Pero estoy tan tranquila en casa, y de pronto oigo que he recibido un mensaje en el movil. Lo leo y dice lo siguiente: “Rogamos se ponga en contacto con nosotros en el teléfono XXXX por una incidencia con su tarjeta”; y remite ING direct. Mosqueada, llamo al teléfono que me indican a la vez que compruebo los datos de la tarjeta en la página web de la entidad, y aunque (respiro aliviada) no hay ningún gasto sospechoso, me doy cuenta de pronto de dos cosas: a) Mi tarjeta y la de mi marido están anuladas y b) Aparecen dos tarjetas nuevas que no he solicitado.

Y a todo esto, el amable joven que me atiende en la linea telefónica, me dice que en este momento todos los operadores de tarjetas de crédito están ocupados y que tengo que esperar, tiempo durante el cual pienso de todo.

Al final, me pasan con una operadora, quien me dice que ha sido una orden de VISA, que ha mandado un listado de números de tarjeta sospechosos de uso fraudulento, por lo cual por ley proceden automáticamente a anularlos y a mandar una tarjeta nueva sin ningún tipo de cargo para el usuario. Mosqueo total. Mi tarjeta (como digo, comprobé todos los gastos y todos eran correctos, aunque hubo un pago de Paypal que por culpa del Firefox mandé sin querer dos veces y hubo que anular uno, pero todo eso estaba controlado) podía ser sospechosa ya que la uso mucho y sobre todo por internet. Pero, ¿la de mi marido, que no la usaba desde vacaciones? Y encima, ahora, hasta que recibiéramos la tarjeta nueva, nos quedábamos sin tarjeta!

Reconozco que me enfadé. No con la operadora, que no tenía ninguna culpa, ni con el banco, que había hecho lo que tenía que hacer, sino con la situación y con quien quiera que hubiera mandado el dichoso listado. Por lo que me dicho la chica, recibían alertas de VISA prácticamente todos los días, pero esta vez les habían advertido de que probablemten recibieran muchas llamadas de consulta porque el listado era muy extenso. Definitivamente MUY extenso, ya que por lo que sé también a mi padre le hicieron lo mismo.

Pero a la larga, y una vez superada la sorpresa inicial y hecha a la idea de que iba a tener que actualizar todas mis bases de datos en las que tuviera los números de mi tarjeta de crédito, tuve que reconocer que ING direct seguía siendo un banco en el que puedo confiar y con cuyo servicio estoy satisfecha. Habían resuelto la situación rápidamente, con el mínimo de molestias posibles para el usuario y avisando puntualmente de la situación. Así que en realidad, no tengo motivo de queja. No con ellos. Además, mejor que te anulen la tarjeta antes de que alguien la use que no después, ¿no?

sábado, 8 de noviembre de 2008

QUÉ FÁCIL ES HACERSE RICO

Está claro que hoy no es mi día. Estoy furiosa. Muy furiosa. Y tengo motivos.

Hace unos días estabamos en casa tranquilamente cuando sonó el teléfono. Tenemos un teléfono con identificador de llamadas y es uno de los mayores inventos de la humanidad. Normalmente cuando pone “desconocido” no lo cogemos, porque seguro que intentan vendernos algo (además, si el que llama no quiere que le reconozcan, es que oculta algo y yo con mentirosos no quiero tratos). Cuando es un numero muuuuy raro, tampoco, por la misma razón. Y cuando el número directamente no nos suena de nada, tenemos nuestras reservas. Este fue uno de esos casos. Se trataba de un número de Madrid, y dado que las personas de Madrid con las que realmente tengo contacto normalmente me llaman al móvil, le dije a mi marido: No lo cojas. Pero él fue más rápido, y lo cogió.

Oí que preguntaban por mí, pero eso no significa nada, la gente tiene mis datos, así que hice gestos furiosos de que yo no estaba, y él obediente así lo dijo. “No, no está en este momento”…. Pero la conversación siguió, y oí que empezaba a darle sus propios datos… y me empezó a entrar un canguelo…

Cuando tras unos 5-6 minutos, colgó, le pregunté, y me dijo “na, de Seguros Carrefour, me han dicho que me iban a mandar información”. “¿Estás seguro?” “Sí , mujer” “Vale”, digo más tranquila, "de todos modos no les has dado nuestros datos bancarios". “Hombre, esos me han dicho que ya los tenían”… y entonces fue cuando se me dispararon todas las señales de alarma… Pero lo dejamos estar, de momento, y les concedimos el beneficio de la duda.

Tengo que decir que a los que piensen que es bonito acertar y tener la razón, están muy equivocados. En según que casos, jode un huevo. Y este fue uno de ellos: a los pocos días, el 21 de Octubre (tengo pruebas) llegó a casa un sobre tamaño folio de Seguros Carrefour. Y, no, no contenía precisamente información. Contenía ya una poliza de seguros, a MI nombre, y que amenazaba con pasarme al cobro todos los meses un recibo a partir del próximo 1 de noviembre. Como es de esperar, me puse furiosa.

Josema, solicito, llamó al teléfono (por cierto, un 902, así que pese a tener la tarifa plana de teléfono, anular la dichosa poliza nos iba a costar dinero) que nos proporcionaban en la póliza ya que asumía que él era en cierto modo el causante del embrollo, pero ¡oh!, primera contrariedad: Sólo la persona a nombre de quien está la poliza puede cancelarla.

Ah, bien. YO no he suscrito esa póliza, pero tengo que ponerme al teléfono para anularla. Muy bien, ellos se lo han buscado. Ya estoy al teléfono (podría ser mi tía Manolita, pero es igual, ya es una voz de mujer) y se van a cagar. Exijo que anulen algo que YO no he suscrito. La señorita que me atiende, muy amable y manteniendo el tipo, me dice que claro, claro, que tengo razón, que va a grabar la conversación y que me anula la póliza desde ya. Muy bien, vale. De acuerdo. Me llamarán si tienen alguna duda, ¿vale? Hagan lo que quieran pero ANULEN la puta póliza. Sí, señora, la póliza ya está anulada. Vale.

Pero después de colgar ese “Le llamaremos si hay alguna duda” me reconcome, y como además no he recibido ninguna confirmación escrita de la anulación (debi exigirla), y por supuesto, he seguido sin contestar a las llamadas “desconocidas”, decido mirar mi extracto del banco.

Y ahí estaba.

Con fecha 1 de Noviembre, los CABRONAZOS de Life Insurance Company, me han pasado a cobro el recibo de la póliza que YO NO SUSCRIBÍ y que me he gastado 50 céntimos de llamada telefónica en ANULAR EXPRESAMENTE. Genial. Y por supuesto, como hoy es sábado, no están disponibles para volvera llamarles y decirles cuatro verdades. Así que el lunes me toca dedicar OTRA vez MI tiempo y MI dinero para solucionar este tema.

No es la primera vez que veo estas maniobras y por eso ya me olía algo similar. Concretamente tengo tres malas experiencias de gente que se ha quedado con mi dinero (o el de Josema) por el morro. El primer caso fue muy similar a este: Josema se abre una cuenta con la antigua Argentaria (hoy fusionada como BBVA) por un tema de una Beca de estudios. Argentaria decide, por que sí, y sin que nadie se lo solicite, mandarle una tarjeta de crédito. En la carta le pone que la tarjeta está desactivada y que si no lleva intención de utilizarla, simplemente la ignore y no la active, pero durante los dos años en que Josema tardó en darse cuenta, le pasaron religiosamente al cobro la tarifa de emisión de la tarjeta que el NO HABÍA solicitado y NO HABÍA activado. Para colmo, cuando fuimos a reclamar el imbécil del cajero insistió en que desde el momento en que Josema había aceptado la carta certificada que contenía la tarjeta (porque está visto que Josema debía tener rayos X y precognición y saber lo que contenía y significaba dicha carta, por lo visto), aceptaba las condiciones. Casi llegamos a las manos, pero al final nos derivaron a Atención al Cliente y nos devolvieron el dinero. Automáticamente, cancelamos la cuenta y mandamos a la mierda a dicha compañía bancaria.

La segunda fue con nuestra Lista de Bodas, y el motivo de que tenga a El Corte Inglés en mi lista negra de negocios fraudulentos. La lista de bodas del Corte Inglés es muy complicada y merecería una entrada aparte, pero intentaré resumirlo como que en realidad es una hucha en la que los invitados aportan el dinero que ellos creen que cuestan los regalos que han elegido los novios, y luego los novios con ese fondo monetario en su tarjeta del Corte Inglés se compran lo que les da la gana, no necesariamente lo que pone en la lista que iban a comprar. Eso sí, para mantener la farsa, porque es una farsa y un engaño hacia los invitados, creas una lista todo lo falsa u honesta que quieras que sea (en nuestro caso nos costó horrores que fuese honesto porque de verdad queríamos comprar los regalos que habíamos elegido) con una serie de regalos que marcan un importe X. Lo lógico sería pensar que ese es el tope de dinero que quieres que tus invitados gasten en tu lista de bodas, ¿no?. Vamos, yo al menos, una vez llegado a ese límite, prefería que me regalasen cosas de otra lista alternativa que había abierto en otro comercio, o que me dieran el dinero en efectivo para, pongamos, el Viaje de Novios (ya que el importe depositado en El Corte Inglés, obviamente, sólo lo puedes gastar en el Corte Inglés).

Pues bien, cuando solo quedaban unos pocos regalos, uno de nuestros invitados decidió que no le gustaban, y entonces en el Corte Inglés le sugirieron, “muy amablemente”, recoger el dinero y “ya nos lo gastaríamos nosotros en lo que quisiéramos”.

¿Perdón?

¿A qué destino ese dinero de más, si ya no quedan regalos? “Oh, puede Vd. comprar lo que quiera”. No, no quiero comprar lo que quiera. Quiero mi dinero. “Pues nosotros no podemos darle ese dinero, el único que puede retirarlo es la persona que lo ha pagado”. ¿Y tengo que molestar a mis invitados? ¡Pero si es MI dinero! (además, luego mandé a un invitado de confianza a recogerlo y por supuesto, le pusieron pegas). “No, vd. solo puede gastárselo en cosas del Corte Inglés. Nosotros no somos un banco”. “Pues para recoger más dinero del previsto, sí que han actuado como un banco”, les espeté.

Baste decir que tuve que remover Roma con Santiago para reclamar, y sólo cuando amenacé con escribir a los periódicos (cosa que hice), un señor muy maleducado con los mismos argumentos que dije antes de “nosotros no somos un banco” accedió a regañadientes a reintegrarme el importe indefinido que me habían regalado en mi cuenta bancaria.

Desde entonces, al Corte Inglés, lo justito y vale. Y solo si me puedo aprovechar a su costa.

Y la tercera fue con una compañía de transportes, DHL. Siempre he tenido problemas con las mensajerías privadas, más que con Correos de toda la vida, pero es que estos se pasaron tres pueblos. Mi cuñada me pidió que comprase para ella un par de camisetas a Think Geek. El importe de las camisetas no pasaba de 30 dólares, pero las únicas opciones de transporte eran DHL o UPS. Tonta de mi, elegí DHL que era un poco más barata.

A los pocos días, recibo una llamada diciendo que tenía que dar mi DNI porque el paquete estaba en aduanas, sin que me dijeran si tenía que pagar algo o qué. Al poco me llega el paquete a casa y me cobran ¡50 euros!, ya que cobraban las tasas de aduanas (unos 10 euros, con aranceles y tal) y el resto, ¡en concepto de tasas de DHL por la tramitación y reénvío del paquete!

¿Perdón? (de nuevo)

Yo ya he pagado sus tasas de envío. ¿No debería todo eso estar incluido en sus servicios? Y lo que es más, ¿no deberían haberme informado cuando me llamaron por teléfono por si acaso tenía otra opción? Y, por último, ¿no les da VERGÜENZA cobrar mas de lo que vale el puto paquete?

En resumen… qué fácil es hacerse rico. Manden algo a un cliente al azar, no es necesario que sea algo de valor, y cobrenselo directamente, sin darle otra opción. Si no tienen sus datos bancarios, simplemente mandeselo contra reembolso, con suerte lo cogerá antes de saber que es; si los tiene, no se moleste, paseselo al cobro y ponga todas las dificultades del mundo a la hora de devolverle el dinero o de anular el contrato. Con un poco de suerte la mayor parte de sus “clientes” a la fuerza acabarán dándose por vencidos y decidirán que por tan poco dinero no vale la pena tomarse tantas molestias.

Eso sí, no lo intente si no le respalda un gran grupo financiero. Por si acaso. Vd. y yo, si lo intentásemos, seguramente acabaríamos en la cárcel.

SIN COMENTARIOS

Son las 8 de la mañana. De un sábado. Llevo una hora despierta. Odio, ODIO, ABORREZCO ESOS PUTOS HIJOS DE LA GRANDISIMA PUTA DESPERTADORES QUE SUENAN Y SUENAN Y VUELVEN A SONAR!!!

Llevo una mala hostia que no hay quien me aguante, y me huelo que me va a durar todo el día.

Si mañana ese engendro del infierno vuelve a sonar más de una vez, juro por lo más sagrado que lo tiro por la ventana.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

TIERRA

Hay una escena en la película “Tierra” en la que a uno de los personajes, interpretado por Karra Elejalde, le cae un rayo y lo fulmina. Dado que es un personaje que cae antipático a lo largo de la película, es un momento glorioso que te reconcilia con una historia que, para mi gusto, era surrealista y aburrida y que en general, no me gustó. Pero esa escena valió la pena, porque era puritísima justicia divina.

La pena es que esas cosas no ocurran más a menudo en la vida real.

lunes, 3 de noviembre de 2008

NO SOMOS NADIE

Esta mañana hemos estado de funeral. El hermano de mi tío Manuel, Pascual, falleció tras cuatro días en el hospital de un proceso fulminante y repentino, a una edad relativamente joven (72 años, hoy día no es precisamente una avanzadísima edad), y por tanto, dejando a sus familiares destrozados moralmente.


Yo al difunto lo conocía poco, pero a mi tío Manuel lo quiero muchísimo, y eso me hizo dejar un poco a un lado mi política de evitar los cementerios y los funerales y acercarme a dar mi apoyo a él y a otros de sus hermanos y hermanas a los que también he tratado y querido mucho. Y es que a estos eventos en realidad vas más por la gente que se queda que por los que se han ido, que al fin y al cabo no están ahí y no se enteran ya de nada (y si se enteran, probablemente les de igual que muestres tu dolor junto al su ataud que junto al album de fotos de la boda, por poner un ejemplo). Pero ver a hombres adultos echarse a llorar cuando les das un abrazo te hacce tambalearte a ti también, y, que quereis que os diga, volví al trabajo con bastante mal sabor de boca.

El caso es que yo soy un desastre para los funerales. Con lo que me gustan las bodas, y que poco me gustan los demás sacramentos…. Ha habido funerales en los que he tenido que ponerme en la última fila y morderme la lengua, porque siempre se me ocurren chistes macabros, y lo peor de todo, no puedes compartirlos sin hacer sentirse mal al de al lado, que casi seguro acabará riéndose también. En este, viendo la profusion de Mercedes que utilizan las compañías funerarias, no pude evitar acordarme de aquel monólogo de El Club de la Comedia en el que decían que en el propio funeral era muchas veces el único momento en el que duermes en un mueble de roble y vas en un Mercedes de lujo. Qué gran verdad. Aunque visto que desde el cementerio se veía perfectamente el cartel del cercano Ikea, lo primero que piensas es… ¿sacará Ikea una colección de ataudes económicos – móntelo Vd. Mismo, aprovechando su proximidad al Camposanto? Chi lo sa!!!!

El único pensamiento serio (y decente) que creo haberme traído de la ceremonia en sí es pensar que un día de estos tendría que hacer una lista de mis últimas voluntades. Últimamente oigo mucho (y en esta ocasión también lo oí decir) eso de “El caso es que él quería que lo quemaran”… ¿Y por qué no lo han hecho, con lo caros que están los nichos en el cementerio? Recuerdo que cuando era cría, mi abuela, y tal vez mi madre, habían expresado la preocupación a menudo de dónde acabarían sus restos… Los nichos, además de incómodos (para el visitante, se entiende), no suelen respetar a las familias, y si los miembros de una de ellas no fallecen con más de 5 años de diferencia (en que se puede abrir una lápida anterior y juntar los restos, como hicieron con los de mi abuela cuando murio mi abuelo), les toca donde les toca… y así para Todos los Santos, hay que hacer un recorrido turístico de nicho en nicho para retocarlos todos. Así que recuerdo que fantaseaban con la idea de comprar un Panteón… aunque en el cementerio ya no se compra, en realidad se alquila… por largos periodos de años, pero no deja de ser un alquiler… y cuando ya no pagas, ¡hala, a la fosa común!

Pues ante tal coyuntura (y el pastón que supone), la opción del cremado es de lo más atractiva, que quereis que os diga. Mi madre muchas veces ha dicho que ella quiere que la quememos y echemos sus cenizas a un rosal… la segunda parte me gusta menos, pero si es su voluntad, es lo que haré.

Yo también tengo claro lo que quiero, y me enorgullece pensar que Leo lo tiene claro y en principio, lo hará. Un día leí que una compañía había desarrollado un proceso para sintetizar diamantes a partir de las cenizas de los cadáveres. A raiz de esta entrada, inestiqué un poco mas y me he llevado una pequeña decepción, porque en realidad no utilizan la totalidad de las cenizas, pero me sigue gustando más esa idea que ningna otra. Cuando yo muera (y que sea dentro de MUCHOS años), quiero que me quemen, que manden mis cenizas a Life Gem, y que hagan un diamante con ellas. Y luego con ese diamante que hagan lo que quieran… pero así quedará algo de mí, algo bonito, no un jarrón embarazoso que dejar en un rincón dando explicaciones, o un cuerpo que acabará olvidado en la fosa común… Mi sueño: un pequeño arbol de diamantes, uno por cada ser querido, que se vaya pasando de generación en generación… Así todos nos recordarían, y nos conservarían. ¿No sería hermoso? A mi me gusta pensar que sí.

El otro tema que me gustaría dejarle claro a Leo es lo que tiene que hacer con mis cosas. Algún día lo escribiré, que va para largo. Aunque básicamente se resume en esto: Míratelo con calma, y antes de tirar nada o donar a beneficiencia, valora hasta que punto puedes revender lo que no quieras conservar. Que tengo muchas colecciones que a ojos de neofitos probablemente no tengan ningún valor, pero que en el mercado correcto le harán recuperar, al menos, parte de lo invertido en ellas… y me lo agradecerá. Y encima, alguien seguirá apreciando mis cosas, si él no las aprecia…

 
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