jueves, 26 de noviembre de 2009

CUENTO DE HADAS

Esto de recordar los sueños me va por temporadas y parece que ahora estamos en temporada cinematográfica. El sueño de hoy era hasta en Cinemascope y Technicolor. Y empezaba por todo lo alto, en una cordillera nevada (creo que eran los Andes), en la que yo iba tan alegremente de expedición por la nieve, donde me refugiaba en algún lugar indeterminado para ponerme a clasificar una colección de comics, no sé si mía o que me había encontrado, para ver cuántos tenía y cuantos me faltaban.

Tras este subrealista principio, tenemos fundido en negro y aparezco en una ciudad, probablemente Sevilla, dónde voy con Concha a buscar esos cómics que me faltan a una tienda. Tras rebuscar un rato encuentro dos de los Caballeros de la Mesa del Comedor que creo que no tengo, pero ¡horror! me he dejado la lista y sin ella las probabilidades de acabar (otra vez) con una colección de comics repetidos es tan alta que doy vueltas al ejemplar nerviosamente y ¡mira! en la contraportada yo misma he apuntado los títulos que me faltaban. ¡Pero qué lista que soy! Y definitivamente esos dos no los tengo, puesto que están ahí, aunque es triste que me los tenga que volver a comprar si, dada la prueba de la escritura, ya eran míos.

Cuando salimos de la tienda empezamos a ver gente vestida con trajes medievales y Concha me dice que es que hay un rol en vivo en la ciudad. Me da mucha pena pensar que con todo lo que me he engordado últimamente mi precioso traje medieval se me ha quedado pequeño, si no me uniría a la fiesta, pero entonces veo que en las tiendas de la zona tienen expuestos preciosos trajes medievales de brocado o telas para hacerte el tuyo, y es que la tradición del rol en vivo por ahí, por lo visto, es grande (no, no debía ser Sevilla, después de todo). Tras salir de una zona antigua llena de arcos y portales, me encuentro sola otra vez, y esta vez llevo mi propio traje medieval de brocado verde (sospechosamente parecido, pienso ahora que estoy despierta, a la tapicería de mi sofá). Resulta que es mi traje de baturra, que sin accesorios queda muy bien de disfraz, y sólo me permito una bonita mantilla a juego, que cuando me la pongo me convierte en la princesa de un cuento de hadas que de pronto empiezo a ver en tercera persona.

La princesa en cuestión está en casa de un mago, el cual tiene un libro en el que todo lo que se escribe sucede de verdad. Es más, lo que se escribe (automáticamente) en el libro es lo que dice la princesa, así que la princesa tiene que tener cuidado de no mentir porque la mentira automáticamente se convertirá en realidad. El problema surge cuando vienen unos secuaces que quieren conseguir el libro a toda costa y empiezan a atosigarla. Ella empieza a decir que es la criada del mago, y cuando intentan arrancarle el pelo ella dice que lo tiene corto, así que de pronto su melena aparece cortada en el suelo y aunque ella no sufre ningún otro cambio sabe que ahora ya no es princesa sino la criada del mago. Al final y dada la encrucijada se hacen con el libro y huyen, pero ella engaña a la vecina de abajo y le dice que los señores que bajan la escalera llevan un regalo para ella con lo que consigue que los detenga un rato y así ella gana tiempo para acorralarles y recuperar el libro. Entonces lo abre rápidamente (es como un album de fotos con las páginas negras) y arranca las últimas páginas en las que se han escrito los días pasados con el mago. Así ella vuelve a ser princesa y puede volver a su palacio, pero llevada por la curiosidad lee unas cuantas páginas más del libro, y cual es su sorpresa cuando ve que en el palacio la espera su padre con el que va a ser su marido (muy parecido a Fernando el Católico, por cierto), ya preparados y pertrechados para la boda y preocupados porque la novia no aparece.

En ese punto del complejo sueño me desperté, pero como aún era pronto pude echar una cabezada más en la que el sueño cambió completamente. Esta vez yo era la protagonista de “The Box” (la peli de Cameron Díaz que aún no he visto), y era a mí a quien ofrecían esa caja con un botón que, al pulsarlo, hacía que ocurrieran dos cosas simultáneamente: una, me daban un millón de dólares, y otra, una persona al azar en el mundo moría. En este caso en vez de Frank Langella era Max Von Sidow el que venía a ofrecérnosla, y aunque Josema estaba receloso, yo recordaba que ya la había tenido una vez y que no habíamos pulsado el botón ni una sola vez, así que ¿por qué no custodiarla de nuevo? Así sabríamos con seguridad que nadie más iba a hacer un mal uso de ella, ya que nosotros no la usaríamos, pero Josema no se fiaba, e imagino que con razón... esas cosas siempre tienen trampa... Sin embargo Max no se amilanaba y nos decía que por hablar no perdíamos nada, se metía en mi desordenada casa y se hacía sitio entre los kekos para sentarse en el salón... y ahí si que me desperté definitivamente para ir al trabajo...

miércoles, 25 de noviembre de 2009

EL HIJO DE PUTA ALEMAN ATACA DE NUEVO


Nunca he sido una persona constante en mis pasiones. Lo que me gusta, me apasiona durante un tiempo, luego me voy enfriando y paso a otra pasión, y aunque lo que fuera que me gustaba no deja de gustarme, ya no soy capaz de sacrificarme por ello como lo hacía en el apogeo de dicha pasión. Me ha pasado con mil cosas, desde el Rol a Starwars pasando por las miniaturas de Perfume o las casitas de muñecas. Y me pasó con Spandau Ballet.

Spandau Ballet fue mi grupo favorito durante los 80 y parte de los 90. Los conocí en un concierto que dieron en las Fiestas del Pilar en 1983, quizás el primer concierto importante al que fui en mi vida, y fue el típico flechazo emocional adolescente. Recortes de la Superpop, intentar conseguir todas las versiones de todos sus discos, y, por supuesto, la meta de toda adolescente (o quizás no tan adolescente, pero yo es que tuve una adolescencia un tanto tardía), poder verlos en persona otra vez...

Aquello no se cumplió hasta 1987, en que volvieron a tocar casi por sorpresa en Zaragoza. En aquel concierto conocí a un grupo de personas con las que compartí la pasión y algunos de los mejores años de mi vida (aunque soy de esas personas afortunadas que puede decir eso de casi todos mis años). Con el apasionamiento y el tiempo libre de nuestra edad, creamos un club de fans, nos movimos, nos enteramos de mil cosas, hasta hacíamos un fanzine y nos colábamos en las ruedas de prensa de otros famosos para entrevistarles para el mismo. Fue una época gloriosa, divertida, en las que hicimos, dijimos y planeamos cosas que quizás ahora no me atrevería ni a imaginar, pero de la que jamás me arrepentiré.

Como todas mis pasiones, con el tiempo se fue apagando. Ellos desaparecieron del panorama musical, mis amigas y yo fuimos emparejándonos y creando nuestras propias vidas, y aunque sus canciones seguían trayéndome fantásticos recuerdos y encendiendo todas las células de mi ser, ni se me habría ocurrido sacarme un billete a Londres para ver un concierto de Tony Hadley en solitario ni, en la mayoría de los casos, seguí atenta a su carrera.

En eso, envidio a mi amiga Pilar. Pilar es una de las personas que conocí en ese concierto, con la que con nuestros más y nuestros menos he seguido manteniendo contacto, y que sí ha sabido mantener viva la llama. Ella ha seguido su carrera, en la época en la que ellos estuvieron de bajón llegó a conocerlos en persona y ha continuado con la labor de informar a las fans e incluso a mantener una página web sobre ellos.

Ella es la que me ha enredado maravillosamente en su retorno musical, la que me iba manteniendo más o menos informada de las novedades, y con la que el próximo 12 de Marzo me escaparé, por primera vez en mi vida (ya me vale, con 42 años) a ver un concierto yo sola fuera de Zaragoza.

Y después de que Pilar me avisó por facebook, por email y hasta por SMS de que ayer Spandau Ballet salía en El Hormiguero, que ella iba a estar de público en el programa, y de que yo le prometiera que lo grabaría, voy y se me olvida.

Completamente.

Hasta el punto que esa misma noche fui yo la que sugerí poner una película de DVD, y la que, cuando la misma estaba empezando y los tres estábamos absorbidos viéndola, juró en hebreo cuando sonó el teléfono a las 9,50. ¿Quién c*ñ* será a estas horas y qué tripa se le habrá roto?

Otra amiga (que gran palabra, que grandes personas, que desagradeciros somos con ellos a veces), Lourdes, me llamaba para avisarme “¡Sonia! ¿Has visto quién está saliendo en el Hormiguero?”



Menos darme de cabezazos, de todo. ¿Cómo se me pudo olvidar? ¿En qué puñetas estaba yo pensando?

Pude verlo casi entero, porque creo que empezó con retraso. Hasta me lo grabaron (a trompicones y con problemas porque las desgracias nunca vienen solas, menos mal que son desgracias menores) mis padres. Pero lo estúpida, lo idiota, lo despistada que me sentí, no tiene nombre.

Maldito señor alemán. ¿Por qué no me dejará en paz?

Ah, Pilar, saliste guapísima en el programa.

DOS GENIOS

No soy fan de Queen, pero poco a poco sus canciones se han ido metiendo en mi vida y de pronto van entrando, despacito y sin hacerse notar, en la lista de mis favoritas, y me doy cuenta de que hace 18 años se perdió un genio, una voz única, uno de los pocos famosos a quienes la muerte, en vez de convertirlo en un mito, ha reafirmado el talento que ya se le adjudicada y ha hecho, sobre todo, que le echemos MUCHO de menos. A Freddy Mercury lo descubrí relativamente tarde, gracias a mi amigo Santi, y lo perdí a los dos años de haberlo conocido. De pronto canciones como The Show Must Go On adquirían otro significado y me ponían los pelos de punta cada vez que las oía.

Y este año, otra amiga (sí, los amigos valen un mundo), al día siguiente del aniversario de su muerte, me hace llegar esto:



Y creo que el mejor homenaje que puedo hacerle al maravilloso Freddy Mercury es el del legado de otro genio, Jim Henson, el único famoso cuya también prematura muerte me hizo llorar.

Va por los dos. Espero que estéis en el mismo sitio al que vaya yo cuando me muera porque sin vuestras obras, el Paraíso no podrá llamarse Paraíso.

viernes, 13 de noviembre de 2009

SIMBOLOS EQUIVOCADOS

Que me guste Jack Skellington, la Pesadilla Antes de Navidad y la obra de Tim Burton en general no significa que sea gótica ni emo.

Que esté orgullosa de ser española y me guste nuestra bandera no me hace facha.

Leer a Snoopy no me hace pija.

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Jugar a rol no significa que sea una psicópata asesina...

QUIERO Y NO PUEDO

Quiero modificar la cabeza de una BJD (el Nanuri de Fairyland) para que su expresión se parezca a la de otra (el Bada de Ninodoll). Parece tan fácil... cerrarle un poco esos enormes ojazos estilo manga y ensancharle su linda boquita en una amplia sonrisa. Pero una vez acabado parece la obra de un novato chapucero. Me deprimo mucho. Josema me dice que nadie lo hace bien a la primera, pero es mentira. Conozco gente hace muchas cosas bien a la primera. Está claro que todo es tener la técnica y el talento necesarios. Yo soy demasiado chapucera para permitirme el lujo de no tener suficiente talento. O no tengo suficiente talento como para permitirme el lujo de no emplear las técnicas apropiadas. O las dos cosas. No lo sé. Es la historia de mi vida, cuando dibujaba comic me pasaba lo mismo. Siempre he pensado que debí ponerme más fuerte a la hora de querer estudiar Bellas Artes, para haber adquirido la mucha técnica que me falta. Aunque a lo mejor no hubiera servido de nada...

Con esta cabeza, me doy por vencida. O quizás no. Soy muy guerrera, pero a veces me hundo. Creo que nunca debería haber tocado esa cabezota. Era muy bonita como era, y no necesitaba que se pareciese al Bada. Soy un desastre. ¿Tendrá arreglo?

miércoles, 11 de noviembre de 2009

LA REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE IKEA

Hay cosas en esta vida que no dejan de sorprenderme y una de ellas es la omnipresencia de Ikea en nuestras vidas. Recuerdo los tiempos en que todavía no había una tienda de esta empresa Sueca en Zaragoza, había gente que hacía de propio excursiones a Madrid a visitar las que allí había. Y cuando por fin abrieron el Ikea de Zaragoza, en el recién inaugurado Puerto Venecia, aquello fue un acontecimiento.

Yo debo confesar que no lo he pisado más que dos veces en mi vida. También es cierto que a estas alturas, no tengo una casa que amueblar, así que no he necesitado preocuparme por muebles baratos. La primera fue al poco de la inauguración, fui a pasar el día con mis padres (Josema no estaba), comimos allí (comida extraordinariamente barata y no mala del todo) y, sí, al final, no salí de vacío: un larguísimo dragón de trapo que creo que debe tener media España, un par de utensilios de cocina y un muñeco de madera para dibujar del que se encaprichó Leo se vinieron con nosotros. Y aproveché para hacerme la tarjeta Ikea Family, que nunca está de más estar informada.

Desde entonces, no me había vuelto a preocupar. Sí, recibía el catálogo y lo ojeaba, y a veces hasta tomaba nota mental de cosas que podrían ir bien aquí o allá... Pero como digo, teniendo la casa amueblada desde 1997, y además en estilos que tiene poco o nada que ver con lo que Ikea me ofrecía, nunca sentí la necesidad de volver a pisarlo.

La cosa cambió cuando la semana pasada recibo un pequeño catálogo con motivo del aniversario de una de sus estanterías más populares (básicamente la estantería estandar que todos tenemos en casa, porque las dos que tengo en el estudio son hechas a medida y son IDÉNTICAS). En dicho catálogo ofrecen una versión limitada de dicha estantería con un divertido dibujo, que me parece original y que además me pega con las estanterías simplemente negras del estudio. Y como llevamos dos o tres años dándole vueltas a qué mueble poner en el estudio para resolver el problema de almacenaje, se las enseño a Josema y por una vez nos ponemos de acuerdo y nos gustan a los dos.

Y la cosa no pasaría de ser una anécdota si no fuera porque cada vez que comento entre amigos de los más distintos ámbitos que me han gustado esas estanterías y que me las voy a comprar (de hecho, me las he comprado, en esa segunda visita que he nombrado, y por la que le debo otra, grandísima, a mi padre, que vino en el último momento, a las 9 de la noche, a ayudarnos a llevarlas a casa porque no nos cabían en el coche), no necesito dar más explicaciones. A mi comentario de “¿Has visto las nuevas estanterías de Ikea?”, la respuesta generalizada, instantánea, es “¡Son preciosas!” “¡Yo también las quiero!” “¡Qué pasada, ¿verdad?!”.

Y me asusto al pensar que las estanterías Billy Jadder limitadas especiales 30 aniversario de Ikea son tan de dominio público (o quizás más) como el último cotilleo de las revistas del corazón, la última película exitazo de taquilla o el último acontecimiento internacional difundido por TV. Incluso más.

Y me doy cuenta de que la República Independiente de Tu Casa (fantástico slogan, por cierto, igual de fantástico que aquella campaña publicitaria en boca de todos del “Eso no se toca”), promovida por cierto por una empresa de un país monárquico en otro país monárquico, no deja de ser el Imperio Absolutista de Ikea. Dominando todos los hogares.

Que no digo que sea ni bueno ni malo, que conste. Solo curioso.

martes, 3 de noviembre de 2009

DIOSES Y MONSTRUOS

Ya hemos vuelto del fin de semana, y Leo ya celebró su cumpleaños. Parece que los múltiplos de 5 tienen que ser especiales, cuando cumplió 5 nos lo llevamos a Disneyland Paris y ahora que ha cumplido 10, la escapada ha sido a Port Aventura. Que ambos parques tengan durante estos días temática de Halloween ayuda e incentiva.

Sé que hay quien está en contra de esta fiesta, por considerarla importada de Estados Unidos. Otros defienden que ya se celebraba en otros sitios. Ni tanto ni tan calvo: en prácticamente todas las culturas occidentales se ha celebrado de una u otra forma la noche del 31 de Octubre, como se ha celebrado la del 24 de diciembre o cualquier otro Solsticio o Equinoccio... Son fiestas relacionadas con los astros, con la cosecha, con el fin y el comienzo de las estaciones, y la única diferencia está en la forma de celebrarla. En España es una fecha triste, de luto, de ir al cementerio a acondicionar las lápidas de nuestros antepasados (alguna vez hay que hacerlo, así que está bien que haya una fecha que nos lo recuerde) y de ver Don Juan Tenorio por la noche en la TV. En México hacen fiestas coloristas que de niña me aterraban por estar llenas de esqueletos. Y en Estados Unidos disfrazan a sus niños y los mandan (en los barrios residenciales) a las casas de los vecinos a buscar chucherías bajo la amenaza de “¿Truco o trato?” Y digo yo, ¿tan malo es que a los niños españoles, hartos de ver el especial de Halloween de los Simpson en agosto, les apetezca hacer algo divertido para variar? Mientras no perdamos nuestras costumbres, yo no tengo ningún reparo en adoptar otras, siempre que aporten algo bueno y divertido a nuestras vidas. Como Papá Noel y los Reyes Magos: a mi casa, donde todo el mundo es bienvenido aunque no quepa demasiado bien, vienen los dos.

En cualquier caso, Leo no tiene la costumbre de disfrazarse para Halloween, pero para el año de Disneyland nos apuntamos a la fiesta nocturna y aunque no hubo “Truco o trato” nos disfrazamos los tres. Bueno, si a lo de Josema se le puede llamar disfraz (lo llames como lo llames, fue el que triunfó de los tres). Leo con un fantástico disfraz de Tiranosaurio que le compré en eBay para la ocasión. Yo con un disfraz de Maléfica, la mala de “La Bella Durmiente”, que mi maravillosa y ahora tristemente abandonada (en el email que no en mis pensamientos) amiga Selenita me prestó, por correo desde San Sebastián, y que aunque un poco corto, me iba como un guante. Y Josema improvisó un disfraz atándose a la capucha del anorak (la noche era pelona de narices, todos llevábamos jerseys debajo del disfraz) un “facehugger” de peluche, de la película Alien, que yo le había regalado hacía poco (y que sinceramente no sé donde para ahora mismo). Como he dicho antes, triunfó, e incluso un pasajero de la atracción de Star Wars pidió (en broma, o eso creo) bajarse de la nave al verle con un “Mademoiselle, j’ai peur!”.


El caso es que este año no había fiesta de Disfraces (en Port Aventura no la hacen), pero a Leo le dio igual. Se le ocurrió una idea genial, y encima, me sugirió una a mí que además era facilísima de poner en práctica. Así que pasamos sábado y domingo en el parque, y el mismo sábado a las 6 de la tarde o así (me parecía un poco excesivo ir todo el día disfrazados) nos salimos al parking a por los disfraces y nos disfrazamos.

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El de Leo es una pasada, ¿a que sí? Aunque, como me dijo mi tocaya y compañera de trabajo, los disfraces que elige mi hijo son para gente inteligente. Así, muchos le reconocieron, pero algun(a) gilipollas sin cerebro llegó a preguntar en voz alta si ese disfraz era de Cleopatra.

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El mío... bueno, tuvo casi más éxito que el de Leo y la verdad es que dí unos cuantos sustos a la gente. Más sencillo imposible: peluca, kimono (abrochado al revés, por supuesto) y unos guantes del todo a 100. Hasta el Frankestein que encabezaba el desfile de La Parada de los Monstruos se detuvo a darme unas palmaditas en la espalda. Y es que acojonaba lo suyo, mi disfraz...

 
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