Y hablando de la reina de Roma…
Hoy vamos a culminar una conspiración. Que además incluye otra, aunque sólo Josema, las dueñas de Denver Doll y yo lo sabemos…
Miguel, el marido de Elena, disfrutan maquillando kekos. Intentaron ponerse un negocio al respecto, pero él es demasiado perfeccionista, y perdía demasiado tiempo por un maquillaje de miserables 15 euros, así que no le valía la pena. En cierto modo lo entiendo, y le envidio. Yo me pulo un maquillaje en un par de horas, mientras veo la tele y encorvada en el sofá. Así me sale, claro, pero no tengo paciencia ni de dar todos los pasos que requiere la técnica (echar barniz primero, barnizar después de cada capa, hacerlo con buena luz en una buena mesa de trabajo, vaya, incluso mojar con agua los pinceles… ¿quién quiere agua con lo bien que va la saliva?). Tampoco cobro por ello, me maquillo mis muñecos y ya está. Excepto el pobre Ambar. No me hacía con él, y se lo pasé a Miguel para que lo maquillase él. Me arriesgué, y pasó lo que yo me temía: aunque es un maquillaje soberbio, me resulta demasiado femenino… ¿Y ahora que hago? ¿Lo retoco? ¿Le digo algo? Es un compromiso, y precisamente porque hay confianza y no me lo ha cobrado, es más difícil todavía.
El caso es que a mi me maquilló a Ambar. A Gema, le ha maquillado ya dos muñecos, y otro que vendrá. A Mabel y Damián le ha maquillado uno y detrás irán dos o tres más. Y no nos ha cobrado a nadie por su tiempo, un tiempo valiosísimo que podría estar perdiendo en otras cosas, incluyendo maquillar por dinero. Así que Damián, Mabel y Gema decidieron pagárselo comprándole una muñeca, tamaño tiny, de Elfdoll que a él le traía loco, la pequeña Bong Sun Wa, o, como él la llama, la China Fea
Me llamó Gema una tarde, sobreexcitada, preguntándome como funcionaba lo del Layaway. Me pilló de compras por el centro (el día en que mi prima Ana me había invitado a elegir con ella su traje de novia, debería hablar un día sobre eso), pero eso no calmó mi curiosidad. Me lo contó (se moría de ganas): habían visto que en Denver Doll Emporium quedaba una, y querían cogérsela antes de que se vendiera. Me ofrecí a ayudarles, y escribí a Paula, la dueña de la tienda, para decirle de que iba el tema.
Lo que al principio iba a ser Layaway (o sea, pago a plazos), se convirtió en pago al contado y a toda prisa. Querían dársela este domingo cuando nos viéramos, antes de Navidad. Yo dije que quería participar pero se negaron, porque “yo ya me maquillo a mis muñecos”. ¿Y qué? Quiero agradecerles lo de Ámbar, y ¿quién sabe si no les pediré ayuda en el futuro? Al final aceptaron que pusiera 30 euros.
A mi no me parecía suficiente, así que conspiración dentro de conspiración, le escribí a Paula y le dije que quería añadir por mi cuenta dos vestidos para la muñeca. Pero luego (inocentes) Damián me escribió diciéndome que iban a añadir uno de los dos vestidos que yo había elegido al pedido, y yo le dije “Vale, si me dejas pagarlo a mí”. Tras algunos dimes y diretes (al principio me querían timar y que pagase yo SOLO el vestido en vez de los 30 euros), les pagué 43 euros que creo que era el total vestido incluido. Y por debajo mano, le dije a Paula que añadiera el otro vestido y unos zapatos, con lo cual mi aportación monetaria es la misma (más o menos) que la de los otros tres.
Luego vino una espera tensa e histérica, en la que Mabel y Damián removieron Roma con Santiago, llamando a todas las oficinas de aduanas y correos del país, a la busca y captura del paquete que no salía en ningún sistema informático. Dadas las fechas navideñas, en vez de llegar el viernes como esperaban, llegó ayer a aduanas de Zaragoza, desde donde Damián se fue directo a recoger el paquete (en aduanas cualquier día nos ponen un cartel de gente indeseable). Anoche perfilamos el plan de entrega.
Cuando me llamó Gema para perfilarlo, le pregunté si habían comprobado el paquete, y me dijo toda ilusionada “¡Sí! ¡Hasta han metido un trajecito y unos zapatitos de regalo!”. Aquí insértese una sonrisa diabólica. Me sorprende que hayan sido tan ingenuos… Esta gente no suele regalar nunca nada, pero claro, ellos no lo saben. Aún no sé si decirles que fue obra mía, o dejarles en la ignorancia.
El caso es que esta tarde nos vamos a Huesca a darle la sorpresa a Miguel. Tenemos que ir tarde, porque tanto ellos como Mabel salen a las 7 de sus respectivos trabajos. Tuve que inventarme alguna excusa porque mi madre quería llevarse hoy a Leo al cine, y por supuesto, lo daba por hecho... No me apetece oirla contarme mil veces que tenga cuidado porque nos vamos a Huesca, así que oficialmente solo quedamos con los amigos, aquí en Zaragoza.
Pero en realidad a las 5,30 salimos de casa, recogemos las llaves de casa de Elena en su trabajo, les esperamos allí, y hacemos de avanzadilla para que cuando venga Miguel a casa ya estemos todos nosotros dentro, aterrorizando a los gatos y esperándole para darle la sorpresa.
No sé si nos lo perdonará en la vida.
Pero me divierto como una loca.
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