martes, 30 de septiembre de 2008

VESTIDOS DE NOVIA


Creo que ya dije en la entrada sobre mí misma que una de las cosas que adoro son los trajes de novia. En realidad, me gusta prácticamente todo lo relacionado con las bodas, pero los trajes de novia en particular son una pasión. Aunque tengo especial predilección por los trajes con un puntito hortera, recargados y principescos (para eso es el día en que la novia protagoniza su cuento de hadas personal), a veces me descubro mirando con admiración hasta los de Ágata Ruiz de la Prada... Bueno, vale, quizás exagero. Pero todo traje de novia tiene su encanto, simplemente por su significado. Llamadme romántica...

He tenido esta pasión desde que tengo uso de razón (valga el pareado) y supongo que los finales felices de Disney tendrán mucha culpa de ello. Ya cuando comulgué decía que quería hacerlo “con velo, como las novias”, y conseguí comulgar con lo más parecido a un traje de novia infantil que pude, teniendo en cuenta que era la época previa a los trajes de comunión tipo Sissi (me hubiera muerto de placer de haber podido llevar uno de esos... ¡ay!). Me paraba en los escaparates de trajes de novia y soñaba con el vestido de mi boda incluso antes de soñar con quien pudiera haber sido el novio.

Cuando empecé a tener edad de “festejar” y perdí un poco la vergüenza, empecé a recorrerme las tiendas de trajes de novia, primero mirando los escaparates con la nariz pegada al cristal como un niño mirando golosinas, y luego echándole más valor y entrando a pedir catálogos. Pronto aprendí que la época de los catálogos, como la de la vendimia, era a principios de octubre, y empezaba a ser una tradición: bajarme a la calle Don Jaime en vísperas del Pilar y recoger el programa oficial de fiestas, para luego recorrerme las tiendas pidiendo catálogos. En algunas, creo, acabaron reconociéndome, particularmente un chica rubia que trabajaba en Vicky Boutique, y que me miraba ya con mala cara, pero no me importaba demasiado. Aunque siempre me ha sorprendido que sean tan reacios a darte un catálogo... parece que les desangres, o algo así... ¿para que los quieren, para apilarlos y usarlos en vez de sillas? ¡Si las casas de moda se los dan para eso!

Así que cuando llego MI momento, el día en que por fin me iba a comprar un traje de novia para MI boda, estaba dispuesta a recorrerme todas las tiendas del mundo, ahora con pleno derecho, y probarme todos los vestidos que pudiera, y disfrutarlo como una enana, porque era lo que más ilusión me hacía de todos los preparativos de la boda.

Fuimos un día de septiembre, poco antes de que abrieran los catálogos, con intención de tantear el terreno, pero no comprar nada aún, y nos recorrimos varias tiendas de la calle Don Jaime, todas ellas infructuosamente. Pero, al llegar a la que siempre ha sido mi tienda favorita, Bianca Novias, tras probarme varios trajes que no terminaron de gustarme de lo poco que les quedaba, y estar a punto de marcharme de vacío a la espera de que les llegasen los nuevos catálogos, vi un traje en una foto de un desfile (un traje que de hecho había pedido que me sacaran, pero que no lo habían hecho, por lo que asumí que no lo tenían ya) y comenté “Lástima que ese no estuviera disponible”. La chica, cansada (eran casi las 8, hora de cierre), se sorprendió: ¿No te hemos sacado ese? Pues sí que lo tenemos. ¿Te lo quieres probar?. Dije que sí, y llegó el momento de la revelación, como yo lo llamo.

El momento de la revelación es cuando te pruebas el traje de novia que han creado ex profeso para ti. Cada novia tiene uno, aunque, como con las almas gemelas, es posible que deambules de tienda en tienda sin encontrarlo, o que te engañen en la primera de ellas y te compres uno que no sea ese. Pero si tienes la suficiente suerte, o perseverancia, te probarás un traje, y será como si te iluminase un foco del cielo y un coro de ángeles entonase un himno para ti. De pronto, tus acompañantes se quedarán boquiabiertos, y la dependienta, que como su trabajo es vender, ha estado diciendo que TODOS los trajes que te has probado te sientan divinamente, particularmente los más caros, se quedará por una vez sin palabras.

Si tienes esa experiencia, no lo dudes: ese es TU vestido de novia. Eso me pasó a mí, y me fui a la vez feliz y triste, porque lo que iban a ser varias tardes de disfrutar probándome todos los vestidos del mundo ya se habían acabado. Ya no tenía excusa, ya no había más que mirar. Ese era mi vestido, y ese me compré, cosa de la que nunca me arrepentiré.

Cuando vives algo con tanta ilusión como es la preparación de tu boda (sé que hay gente que no lo vive así, pero para mí fue algo maravilloso), cuando se termina todo queda una sensación de vacío muy grande. De pronto, ya se había terminado. Ya había llevado el vestido, ya había ido a la iglesia, ya había sido el baile... Todas esas energías habían llegado a su fin, pero yo había tomado mucha carrerilla y ahora no podía parar de golpe. Así que durante un tiempo acaricié varias ideas: crear mi propio negocio de organización de bodas, abrir una tienda de trajes de novia (hasta intenté conseguir los catálogos de una que cerraba y buscaba alguien para el traspaso, pero la propietaria no sé por que me tomó tirria y cuando se los pedí dos días antes del cierre me dijo que aún podía haber alguna novia que entrase a comprar un traje a su negocio. Sí, hombre. Y en dos días le consigues un traje. En fin, qué se le va a hacer...) o diseñar mis propios trajes, de los cuales tengo cuadernos llenos.

Al final, claro está, ninguno de esos proyectos se materializó, aunque algunos no eran malas ideas, pero nunca he tenido ni vocación ni empuje empresarial, así que nunca me arriesgué. Lo más que llegué a crear fue un grupo de MSN, “Moda Nupcial”, en el que recopilé todos los datos que pude (aunque ahora el pobre esté un poco parado). Y durante años, mientras “colase” mi edad, seguí recorriéndome tiendas, recogiendo catálogos, y asistiendo a ferias de eventos nupciales, que empezaron a prodigarse justo el año anterior a mi boda.

Es innegable que el tiempo hace mella, y poco a poco perdí parte del entusiasmo inicial. Sigo aferrándome a los catálogos y revistas de trajes de novia que pasan por mis manos y me sigo parando en todos los escaparates, pero ya no me recorro las tiendas (se me empieza a ver el plumero) y tengo abandonada mi página web. Pero como el que tuvo, retuvo, aún tengo cierta fama entre mi familia de entender del tema (de hecho, entiendo, qué puñetas!), y mis primas Eva y Ana me han pedido ayuda a la hora de elegir sus respectivos trajes de novia (aunque Eva al final se fue a elegirlo por su cuenta, cosa que me dolió como una puñalada y me tuvo un día llorando, porque me había prometido ir conmigo....).

La más reciente ha sido mi prima Ana, que se casa el próximo día 11 de octubre. Ya tuvo el detalle de avisarme el día que iba a ir a elegirlo, y me fui de cabeza con ella, su hermana y sus padres a Pronovias. He de decir que Pronovias no es ni de lejos mi tienda favorita. Sé que su trabajo es vender, pero en este caso son casi como buitres y con tal de que no salgas de su tienda sin haber apalabrado un vestido (no vaya ser que vayas a otra y encuentres otro que te guste más) te avasallarán, te dirán que todo te sienta divinamente, y no serán todo lo honestas que una compra de esa envergadura requiere que seas. De hecho, sigo pensando que Ana debería haber buscado más. Se compró un vestido bellísimo, no hay duda, pero no existió ese “momento revelación” que yo digo, y la dependienta tuvo la desfachatez de decir que “no siempre había ese momento”. Y una m. Lo dices porque su momento revelación seguramente le estaba esperando en otra tienda, pero tu no la ibas a dejar escapar de sus garras. Hasta dejó apalabrado un velo de tul ilusión (forma bonita de llamar al tul cutre-que-te-cagas de los disfraces de carnaval) que para mi gusto, era el más soso de todos los que se probó, aunque es cierto que ninguno acababa de combinar bien con su precioso vestido.

Ayer tuvo la prueba final, así que conseguí que Josema se hiciera cargo de Leo y me fui (andando, a ver si conseguía sacar adelante mi dieta) hasta Pronovias para acompañarla en los retoques finales. Conseguirmos que se cambiase el velo por otro más bonito, apropiado y de mejor calidad, y la verdad, disfruté como una enana. Y me reafirmé en que quiero una camiseta como las que llevan las dependientas de Pronovias, negras con diseños de trajes de novia en blanco. Dibujo que no he conseguido encontrar ni siquiera en internet...

lunes, 29 de septiembre de 2008

LA VISIÓN MADURA DEL "HOBBY"

Ayer estuvimos de puro refilón en las Japan Trends. Parece que se ha puesto de moda celebrar en Septiembre en Zaragoza jornadas sobre temas de fandom nipon, y tras las Nippon Ku y las Jornaícas del fin de semana anterior, aún nos quedaba cuerda para ir a alparcear en estas otras. ¿El cebo? Una exposición de Blythes y Dollfies, algo que no se había conseguido en la Nippon Ku, y que teníamos curiosidad por ver como habían resuelto la organización de este otro evento.

Sin ningún animo desprestigiador, más bien al contrario, he de decir que aquí directamente no habían resuelto nada. De hecho, las únicas BJDs presentes fueron las que nosotros nos dignamos a llevar (al decir nosotros, incluyo a Gema, Mabel y Damián, que fueron los que nos movilizaron), a las que rápidamente hicieron hueco en una mesa y casi sin quererlo se convirtieron en protagonistas de la exposición.

Rondamos un rato por allí, porque lo bonito de este tipo de reuniones es que el ambiente es inmejorable. Aunque se me hacía raro ver tanta gente con look “Lolita” (que es una moda muy bonita, pero un tanto extraña si no la ves habitualmente), no nos sentimos desplazados en ningún momento. También es cierto que éramos cuatro gatos a esas horas de la mañana.

De pronto, se nos acerca Yolanda, una de las organizadoras, y nos cuenta un problema que les ha surgido: A la persona que iba a dar una charla sobre las Blythe y las BJDs, que iba a venir desde Galicia, no le han podido pagar el billete de avión, por lo que no ha venido. Y la persona que iba a suplirla en la parte de BJDs (ya que la de Blythes la asumía la propia Yolanda) estaba enferma y también les había fallado (contra su voluntad, obviamente). Así que necesitaba que alguno de nosotros, que sabíamos del tema, subiera al estrado.

Todos a una, se volvieron hacia mí. ¿Qué puedo decir? Busqué rápidamente un lugar de retirada o al menos un escondite, pero no es fácil esconder mi humanidad debajo de una silla. ¿Queréis realmente que la de yo? ¡¡¡Sí, sí, eres nuestro Sensei!!!, me dice Gema con esa capacidad de hacer ojitos solo superada por Miguel de La Ruta Hacia el Dorado. Por un momento tengo la terrible visión de un gordo oso panda intentando enseñar Wu-Fú a un par de conejitos. Pero no puedo negar que me siento halagada, así que al final (¿tenía otra opción?), acepto.

Os podeis imaginar que después de la euforia inicial me entró el miedo escénico a oleadas. ¿Qué puedo decir? La gente que hay aquí que sabe algo de BJDs, sabe tanto como yo, y a los que no saben nada, ¿les importará realmente un bledo lo que yo diga? Yolanda me dejó un par de hojas con los apuntes que le había mandado la chica que iba a dar la charla inicialmente. Sobre esos apuntes escribí algunas notas y me hice un esquema. A la hora de subir al estrado (misericordiosamente, retrasaron la charla media hora, así que tuve tiempo extra para que me temblasen las piernas) decidí llevarme conmigo un muñeco, y elegí rápidamente a Mika, la preciosa Soony de Mabel y Damián. Sin ánimo de despreciar a ningún otro de los kekos asistentes, por su tamaño, ropa y aspecto general, iba a ser la que más llamase la atención del público. Aunque Gema sentó en el estrado a Sinichi, su novio... celosete que es el chico...

Creo que la charla no fue mal del todo. Tuvo sus puntitos, como cuando Yolanda me presentó y dijo que yo iba a dar “un punto de vista más maduro del hobby”. Si eso hubiera sido un programa de estos de humor televisivo, creo que me hubiera vuelto y le hubiera dicho “¿Me estás llamando vieja?”, pero dada la falta de confianza que todavía había entre nosotras no me atreví. Sí, aunque me digo a mi misma que no me importa, me temo que sí que me importa ser siempre la más vieja del grupo...

Tampoco seguí el guión que me había escrito. Los nervios y la introducción de Yolanda me hicieron cambiarlo. Pero entre unas cosas y otras, creo que dije todo (o casi) lo que había que decir. Al menos la gente no se fue, como con la charla de la tarde... Y Mika lo hizo muy bien.

Aparte de eso, el día fue agradable y relajado. Tuvimos que hacer un inciso para subir a comer a Santa Fé, donde casi se me había olvidado que mi madre había preparado una especie de celebración íntima de mi cumpleaños (solo mis tíos y nosotros, ¡qué tranquilidad!), y dónde aprovechamos para hacer unas fotos para un concurso de Halloween en el grupo Elfdoll_Unlimited, creyendo que aún tenía dos días para postearlas (hoy he descubierto que no, que el plazo acababa ayer, y menos mal que son buena gente y me van a dejar ponerla fuera de plazo). Tras la lucha con las garrillas de alambre de Heladinda, las fotos creo que quedaron bastante bien, aunque después de ganar seguidos los concursos de San Valentín y de Verano, no creo que esta vez me den el premio de nuevo a mí.


Por la tarde volvimos al encuentro, aunque ese no era nuestro plan inicial, pero la buena compañía nos pierde... Además, habíamos comprado números para un sorteo de cosillas, y nos apetecía ver si nos había tocado algo. La llegada fue un tanto decepcionante: estaban proyectando la película en acción real de Nana, y hasta los fans de la serie decían que era mala... Mala no sé, pero aburrida un rato, así que Damián nos rescató a Josema y a mí y nos fuimos a tomar una cocacola al bar, donde ¡alegría!, descubrí que era la tercera persona más joven de los presentes.

Después hubo otra charla, sobre visual Kei, un movimiento estético japonés sospechosamente parecido a la moda punk y glam de los 80 (y es que no se inventa nada nuevo)... que desgraciadamente fue casi más aburrida que la proyección de Nana, por lo que la gente estuvimos haciendo corrillos y hablando de nuestras cosas mientras el pobre ponente intentaba infructuosamente captar nuestra atención.

Por fin, con cierto retraso, como siempre, llegamos a la entrega de premios (no, no hubo un detallito para mí por la ayuda, pero tampoco importa mucho, la verdad) y al sorteo, en el que me llevé la agradable sorpresa de recibir, ya en el primer momento, uno de los dos premios relacionados con BJDs y donados por Kam (la anterior dueña de mi pequeña Semiramis). El otro se lo llevó Gema, así que todo quedó en familia... Y menos mal. El otro sorteo, el no relacionado con muñecos, fue monopolizado casi por completo por un chico que había comprado 20 números... vale que por ley de probabilidades tenían que tocarle más cosas a él, pero ¡es que se los llevo todos menos uno! Y había unos cuantos regalos, que conste.

Cerramos la tarde/noche con un zumo en el Augusta y recogiendo a Alba de la Estación de Tren. Como de costumbre, casi no nos vamos a nuestras casas, pese a que hoy era “día de escuela”. Parece increíble lo a gusto que estamos juntos.

Nota (que debería haber puesto antes): Los créditos de las dos preciosas fotos de Mika y Sinichi y de Westley con Semiramis son de Damian (alias Predalien). Que pa eso las ha hecho él y me ha dejado usarlas.

martes, 23 de septiembre de 2008

DUDAS EXISTENCIALES


¿Por qué todos los modelos de sujetadores del Primark tienen relleno, sean de la talla que sean? ¿De verdad se creen que las que tenemos las tetas gordas queremos que parezcan más grandes todavía? ¿Es que las que tenemos las tetas gordas de verdad queremos que parezcan más grandes todavía, y yo soy un bicho raro porque ya me parecen bastante inmensas como son?

EL MUNDO ES UN PAÑUELO

Tenemos un paciente en el hospital que ya puede irse a casa. Trabajo en un hospital “de agudos”. Eso quiere decir que nuestra obligación es atender al paciente hasta que no se puede hacer nada más por él, para bien o para mal. Generalmente eso significa que cuando sale de alta es porque se ha curado. O, en el peor de los casos, porque ha fallecido. Pero a veces, simplemente se ha estabilizado, y no se puede hacer más, y no tiene sentido mantenerle en el hospital, porque solo requiere cuidados paliativos que podría recibir en su casa o en una residencia, o en un centro especializado, mientras que otros pacientes SI se van a beneficiar de su estancia en el hospital. Hasta ahí está claro, ¿no?

El problema surge cuando el paciente, realmente, no puede volver a casa. Hay muchos motivos, más o menos justificados, pero el más habitual es que su estado no le permita estar solo, y sus familiares no puedan ocuparse de él. Se le llama “problemática social”, porque en realidad no es ya asunto del hospital, sino de la sociedad, o, ya puestos, de los servicios sociales.

Como todo en esta vida (público o privado, que en todas partes cuecen habas), hay un lapso de tiempo entre las dos opciones. Si un paciente sale del hospital con una enfermedad de Alzheimer avanzada o una paraplejia que puede sobrevivir con cuidados básicos, los servicios sociales públicos le buscan una plaza en una residencia de ancianos asistida publica, para las cuales, todos sabemos, hay una larga lista de espera, porque por mucho que intentemos engañarnos, desgraciadamente los recursos existentes son inferiores a la demanda. Así que la familia, según sus medios económicos, tiene, o bien que llevárselo a su casa, bien pagar una residencia privada (y, si tiene medios para hacer eso, es poco probable que le concedan la pública porque, como es lógico, van por delante los que no pueden permitírselo. Para que luego digan que el dinero da la felicidad...).

Si el paciente no puede sobrevivir sin cuidados médicos más o menos especializados ya es otra historia, ya que tiene que pasar a un hospital de larga estancia, y como no se puede ir a casa, se queda en el hospital de agudos hasta que en el otro sitio le dan plaza. Pero del que voy a hablar ahora no es el caso...

El caso es que hemos tenido un paciente en la primera situación. Paciente que ya no tiene por qué estar en el hospital, pero que por la situación de su esposa, tampoco puede ir a su casa. Los hijos piden traslado a clínica de larga estancia, pero no procede. Así que la única opción es la residencia. Y los hijos se niegan a llevarse al paciente a casa hasta que no se les ofrezca una plaza en una residencia.

El caso me salpicó poco, por suerte, pero por lo visto ha salido incluso en los periódicos. No sé si incumplo alguna normativa poniendo el enlace a la noticia, pero puesto que no doy ningún dato clínico, ni nombres ni nada, supongo que puedo...

El tema es que ayer tuvimos una reunión en uno de los seminarios, que están al lado de los despachos de dirección, y al recibir una llamada de Josema en el movil, me salí fuera al vestíbulo a hablar por teléfono. Había una persona sentada en la zona de espera de los despachos, pero no le hice mucho caso. Cuando colgué, sin embargo, la persona se levantó y me saludó con una efusiva sonrisa. Como pasa en estos casos, fuera de contexto, me costó unos segundos determinar de qué la conocía, aunque caí pronto. Era la madre de una compañera de colegio de Leo, una niña a la que además, había tenido como paciente en el Centro de Salud de la Jota. Así que sin ser una amiga especial, la verdad es que a la chica en cuestión creía conocerla decentemente, y me había parecido siempre una persona agradable. Así que le pregunté por qué estaba aquí, pensando que sería por algún tema de trabajo.

“¡Buf, a ver si puedo solucionar un entuerto!”, me dijo (bueno, quizás no con esas palabras). Resulta que era la hija del paciente en cuestión, y venía a hablar con la directora para intentar por todos los medios que el paciente siguiera ingresado en el hospital hasta que le consiguieran una residencia, lo que preveia a finales de mes.

Como soy una cobarde confesa, simplemente le deseé suerte y no le dije que la directora estaba completamente en contra de la medida. Hasta ahora nadie me había involucrado, excepto en la orden de darle de alta informáticamente, y ahora que estaba en medio y no era una persona imparcial, no quería verme obligada a tomar partido.

Que mira que tiene narices, 700.000 personas en Zaragoza, y tenía que ser el padre de alguien a quien yo conociera, ¿eh?

sábado, 20 de septiembre de 2008

T-REX AL ATAQUE

Ayer por la tarde fuimos con Leo a ver “Viaje al Centro de la Tierra”, la película en 3D protagonizada por Brendan Fraser.

La verdad es que la película en sí no vale nada. El argumento es como poco, soso (por no decir que brilla por su ausencia) y, como le dije a Leo cuando a raiz de la película preguntó “¿Los huesos flotan?”, es mejor no cuestionar las bases científicas de la misma o no quedará nada que disfrutar. Además, como siempre que he ido a ver películas basadas en dicha historia, o incluso cuando leí la novela, la sensación es la misma: salen pocos dinosaurios (admitámoslo, es lo que todos hemos ido a ver, ¿no?).

Sin embargo, es una película que recomiendo ir a ver al cine, siempre claro está que se pueda acceder a la opción de verla en 3D. ¿Por qué? Pues porque es muy divertida. Las escenas están pensadas, como en los parques temáticos, para que el espectador se sumerja en ellas y aprovechan las 3 dimensiones hasta la exageración. Así que vale la pena pagar por hora y media de diversión similar a la de Disneyland París, Port Aventura o el Parque Warner sentado cómodamente en un sillón y sin hacer cola (lo del asiento VIP ya es accesorio y normalmente capricho de mis padres, que se hacen viejos). Pero no la alquiléis en DVD ni os gastéis dinero en ella para verla en una pantalla pequeña y en dos dimensiones, porque no vale la pena.

Leo salió encantado, y su compañerita de clase, Bea, todavía más. Al fin y al cabo, era una película pensada sobre todo para ellos. Luego habíamos planeado llevarnos a Leo a ver la de "las Guerras Clon", Josema y yo solos (ya que la anterior sesión la habían patrocinado mis padres), pero como siempre, las pelis de animación quedan rápidamente relegadas a las sesiones infantiles y ya no había ninguna sesión disponible. Tampoco dio lugar: Leo esa noche decidió que se iba a dormir a casa de sus abuelos y nos dejó plantados, a mí con una sensación de vacío indescriptible.

Esa noche debí de echarle de menos. Soñé con un bonito pueblo, de esos que me gustaría poder fotografiar en mi mente, cerca de unas montañas que creí identificar como los Alpes pero por algún motivo con proliferación de tonos rosas en cielo y tierra, muy en plan “osos amorosos”. Incluso creo recordar un arcoiris en algún sitio.

Pasada la vista aérea, bajábamos a visitar el pueblo. De pronto, alguien da la alarma, y avisan del ataque de un tiranosaurio que alguien tenía en una casa de las afueras y se ha escapado (curiosas mascotas gastan en ese pueblo. Leo está convencido de que es un pueblo de la Isla Perdida). Todos buscamos refugio, y nosotros nos metemos en una bonita y moderna casa de madera (eran todos los edificios de madera, muy americanos), con un enorme ventanal en el salón que daba a la piscina. Nos quedábamos en el salón, craso error, por que desde ahí el T-Rex nos veía, y se lanzaba contra nosotros. Rompía el cristal, hacía añicos parte de la pared, y nos hacía salir a todos en estampida por las puertas y ventanas de otra fachada.

Había que buscar otro escondite, y el único edificio de cemento era el parque de bomberos, así que me lanzaba hacia allí, y me metía en el hueco de las literas, escondida dentro de un saco de dormir. Pero era inútil. El T-Rex parecía empecinado en atraparme y me buscaba por el olfato, y lo que es peor, el parque de bomberos, a pesar de ser de construcción sólida, tenía techos altos y grandes puertas para las salidas de camiones, así que el dinosaurio campaba a sus anchas en su interior (¿cómo podía ser tan estúpida?), así que al final me encontraba, y yo sentía su aliento mientras olfateaba mi saco de dormir, y yo rezaba por no moverme y que no me encontrara, a la vez que hacía planes pensando por donde podría saltar y volver a huir si a pesar de todo me descubría y volvía a atacar.

Como podréis imaginar, me desperté muy ansiosa y sobresaltada y me abracé a Josema, aunque él no lo recuerde (frase del día siguiente: “Normalmente las mujeres se abrazan a sus maridos cuando tienen una pesadilla”. “Normalmente los maridos recuerdan cuando sus mujeres se abrazan a ellos porque han tenido una pesadilla”....). Me costó tranquilizarme, la verdad. Además ya era casi de día y cuesta volverse a dormir en esos casos. Pero al final recuperé sueño y... al menos, tenía algo que contarle a Leo al día siguiente....

miércoles, 17 de septiembre de 2008

CUESTION DE PESO

Oficialmente soy obesa. O eso me han dicho hoy en la revisión médica del trabajo. Toda mi vida he sorteado el sobrepeso, y hasta tuve una feliz etapa en la que se podía decir que estaba delgada (con un índice de masa corporal de 24, no se crean, pero ese IMC según todas las tablas está dentro del normopeso, y a las fotos de la época me remito, aunque haya quien piense que solo se puede ser feliz con un IMC de 16 como la anoréxica de la Giselle Bunchen). Pero a raíz del nacimiento e infancia de Leo me fui descuidando, y cuando me quise dar cuenta estaba en el que siempre había sido mi límite, así que desde entonces he alternado periodos de dieta con periodos de relajación… que han terminado este verano, con los malditos desayunos irlandeses, llevándome al punto al que me juré que nunca iba a llegar.

Obesidad. IMC de 30. La gente no me hace caso, pero es cierto. Vale, estoy en el límite, pero si desde hace 4-5 años me vienen sobrando 10 kilos, ahora me sobran 20. Cuando me pesaron en la consulta yo esperaba haber engordado (más teniendo en cuenta que el año pasado conseguí perder algo), pero no tanto. Culpables: la báscula, que decidió volverse loca y oscilar 5 kgs arriba, 5 abajo cada vez que me pesaba, con lo cual era imposible valorar si había perdido o no, y mi puñetera falta de voluntad. Con decir que el traje que llevé para la comunión de Leo, que cuando me lo compré me iba amplio, para la boda de mi primo Carlos me apretaba por todas partes! Mi madre le echó la culpa a la tintorería, pero no. Han sido muchos kilos.

Y hasta aquí hemos llegado. Esta vez va en serio. He de volver a la delgadez. Dicen que es mejor tener y después perder que nunca haber tenido (cantaba Django)… Bueno, puede que pueda aplicarse al amor, pero no al peso… Cuando había sido regordeta toda mi vida, toleraba mejor seguir siendo. Pero cada vez que pienso que hubo una vez que lo conseguí, que fui delgada, que ligaba, que me cogían de extra para obras de teatro y que estaba preciosa en las fotos, y que ahora no hay forma de volver a conseguirlo, me desespero, me enrabio y me cabreo.

Ojalá esta vez sirva de algo. Os contaré mis progresos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

PPS

Ya se pasaron las vacaciones, y no he tenido menos tiempo libre en toda mi vida. No sé cómo lo hago, pero en casa no me cunde nada el tiempo. También es cierto que fue volver un lunes por la noche, el martes lo dediqué a recoger lo más urgente del viaje (además de una visita relámpago a casa de Damián, y de recoger a Jonsey que nos moríamos de ganas de volverlo a ver), el miércoles fuimos a la Expo, el jueves también se nos fue en salvas, el viernes otra vez a la Expo aprovechando que Leo empezaba el cole... y ya estábamos en un fin de semana más o menos normal previo a la jornada laboral de siempre. Que pena.

El caso es que veo que esto no va ni p’alante ni p’atrás. No es solo que me pegue días y días sin actualizar, es que no me da tiempo a poner lo que escribo en el word siquiera. Necesito días de 36 horas. Qué cruz, Dios mío...

Una de las cosas que me he encontrado a la vuelta de vacaciones son los buzones de correo electrónico llenos. Aquellas antiguas cadenas que se enviaban por carta años ha (y si las rompías amenazaban con terribles desgracias que os garantizo que nunca ocurrían, porque yo las rompía todas), ahora se mandan por email y en formato Powerpoint. Que no digo que esté mal, porque muchas son geniales, pero me pregunto, ¿de dónde saca tiempo libre la gente, si yo para poder actualizar este p… blog ando siempre pillada y con retraso? De verdad que la gente tiene mucho, mucho tiempo libre. Porque se entretienen en buscar citas de gente como Paulo Coehlo, chistes clásicos o curiosidades varias, buscan hermosas fotografías o graciosos gráficos gif para acompañar el texto, y a veces (y entonces me cago en sus muertos, porque suelen ocupar megas y megas de memoria e ir a paso de tortuga) hasta bellas melodías para acompañar al texto, y te presentan auténticas obras de arte.

No suelo reenviarlas tampoco (con muy contadas excepciones), lo que significa que tengo la ira de hados y espíritus varios sobre mí, pero los guardo todos, y reconozco que me hace ilusión recibirlos, porque vale la pena leer muchas de las frases y sobre todo ver las imágenes. Los hay para todos los gustos: chistes, paisajes sin pretensiones, paisajes con pretensiones (o sea, con citas filosóficas para ayudarte a vivir mejor), parábolas varias, recopilaciones humorísticas de fotos o textos, reivindicaciones políticas, peticiones de ayuda para supuestos niños enfermos (casi siempre inexistentes), animalitos, tíos buenos (seguro que hay de tías buenas pero a mí no me los mandan), combinaciones de todos los anteriores… Son muy divertidos, y ayudan a pasar un buen rato en el trabajo.

Solo llevo mal, muy mal, esa imposición que tienen la mayoría al final: “Borralo, no lo guardes, mándalo al menos a 15 personas y serás feliz el resto de tu vida”, o “Si lo mandas se te cumplirá un deseo, si no te pasará una desgracia”, pero la que más odio es la de “Reenvíalo a la persona que te lo envió si te importa su amistad”. Lo que nos faltaba. Chantaje emocional.

Pues miren, no. Solo por eso se me pasan las ganas de reenviarlos. Si eres mi amigo de verdad, paso de mandarte una chorrada que ponga a prueba nuestra amistad. Y si no, ¿pa que te lo voy a mandar?

Lo dicho. Demasiado tiempo libre tiene la gente. ¡Ains, qué envidia!

 
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