jueves, 26 de febrero de 2009

SUEÑOS ACUÁTICOS

Como dicen por ahí, esto es o la gran seca, o la gran remojá. O no recuerdo ninguno de mis sueños, o los recuerdo todas las noches. Al menos en estos, no, apenas hay referencias a mi dieta...

Ayer ya se me quedaron un par de escenas. Era un sueño extraño, de esos en el que eres a la vez protagonista y espectadora, y me veía con pinta de cabaretera rubia cantando el Fever con un micrófono de pega del que me tenía que deshacer disimuladamente, cosa que hacía dejándolo sobre una mesita al acabar la canción y marchándome despacio... hasta que salía de la habitación. Entonces tocaba correr, y el ambiente era como medieval. Huía a caballo con alguien, no sé si hombre o mujer, ni que relación tenía con esa persona, ni de qué huía (quizás en el sueño lo sabía, pero ya no me acuerdo). Pero para escapar de lo que fuese, sólo había una manera. Llegábamos a una gruta en la que había un río subterráneo. Sabíamos que había una corriente que te succionaba y te llevaba al otro lado de una pared, sólo había que aguantar la respiración, zambullirse y dejarse llevar. El problema era que no podíamos dejar a los caballos en la gruta, porque entonces sabrían dónde buscar, y llevarlos era complicado. Mi compañero/a decía de zambullirnos sujetándoles de las riendas, y la corriente nos arrastraría a ambos, caballo y jinete, pero yo me preguntaba, ¿y si el caballo oponía resistencia, y entonces no daba tiempo a llegar al otro lado con vida? Sabía que se pasaba en un momento, que apenas había que aguantar la respiración, pero con un morlaco tirando de ti en dirección contraria (curiosamente no nos preocupaba que se atascase, supongo que sabíamos que el agujero bajo el agua era lo suficientemente grande), me daba miedo que se nos acabase el tiempo.

Pero como fuera quien fuera quien nos perseguía, se iba acercando, no nos quedaba opción. Me metía en el agua. Aguantaba la respiración una primera vez, pero me asustaba y no llegaba a zambullirme. La otra persona me animaba – volvía a intentarlo, esta vez me zambullía y...

...me desperté.

El sueño de hoy lo recuerdo algo mejor. Entre otras cosas, porque esta noche ha sido muy divertida y cierto gato se ha dedicado a correr en plan “hora matrix” hasta que ha conseguido meterse en mis sueños (bueno, también me ha despertado varias veces). Todo empezaba cuando descubría como teletransportarme a mi trabajo, cosa de lo más atractiva porque trabajo al otro lado de la ciudad y encima, basta que hagan una obra o cualquier cosa, para que nos incomuniquen, porque el hospital está en un barrio con muy pocos accesos. Pero claro, tampoco podía hacerlo a la vista de todo el mundo, así que tenía que buscar un sitio discretito en el que aparecer. Para ello, le pedía los planos del centro a la ingeniera, y encontraba una serie de grutas anexas, como si hubiera sido edificado sobre los cimientos de un castillo medieval o algo así, que me iban a ir al pelo, porque por ahí no se perdía nadie.

Así que tras mi primera aparición por extraños subterráneos, me metía en mi despacho y de pronto subía un hombre joven, como de treinta y pocos años, moreno, más o menos atractivo (aunque no me atraía especialmente, pero feo no era, no), a preguntarme por una historia del archivo. El muchacho en cuestión me era desconocido, aunque me sonaba un poco su cara, pero al hablar con él caía en la cuenta de que lo habían contratado para coordinar la calidad del archivo en sustitución de un hombre más mayor que también me sonaba levemente, pero con quien no tenía mucho contacto.

Yo miraba la historia en el ordenador, me sonaba pero no sabía de qué. Él me decía que era la única historia en un sobre triangular, y entonces me acordaba. Era una historia que venía directamente de un centro de Salud, en el sobre que (según mi sueño, porque lo de los sobres triangulares no es muy común que digamos) usaban en Atención Primaria, y elucubrábamos un poco sobre como podía haber llegado esa historia al hospital, para finalmente decidir que se le cambiaba el sobre por uno de los nuestros y listo.

Después decidía salir a dar una vuelta con la antigua secretaria de Dirección, no sé por qué precisamente con ella si no es que tengamos mucha relación, pero en cualquier caso decidíamos salir del hospital un momento. Pasábamos por un puesto de pinchitos de hamburguesa que olía que alimentaba, pero aunque ella me invitaba a uno yo no aceptaba (estoy a dieta, ya sabeis...). Entonces me daba cuenta de que estábamos en la playa y todo el mundo miraba hacia el mar. Había un pequeño peñasco a pocos metros de la costa, y en el peñasco se habían quedado aisladas con la subida de la marea dos personas (un hombre anciano y una mujer joven) y un gato. Una lancha de la policía estaba dando vueltas alrededor intentando acercarse, pero el oleaje era impresionante, había olas que incluso saltaban por encima del peñasco, y no podían. La gente del hospital se arremolinaba en la playa para ver lo que pasaba y recuerdo haber ido haciendo sitio poco a poco a mis compañeras de admisión para que pudieran ver mejor.

Al final, el hombre se desesperaba y se lanzaba al agua, y como si ese fuera el detonante, la lancha de la policía por fin dejaba de dar vueltas y se acercaba al peñasco. Recogía al hombre del agua y a la mujer y al gato de la piedra. Pero el gato al acercarse a la playa saltaba a la arena y corría hasta detenerse en medio del semicírculo que todos los mirones habíamos formado. Entonces me daba cuenta de que conocía a ese gato, ¡era MI gato!. Y le llamaba.

Jonsey me miraba y empezaba a encaminarse hacia mí, pero de pronto otra persona le llamaba desde el extremo de la derecha y el gato se paraba, dubitativo. La persona que le había llamado era ni más ni menos que Darth Vader. Genial. ¿Cómo podía yo competir con él? ¡¡¡Ese cabrón se iba a quedar a mi gato!!! Yo le volvía a llamar. Jonsey parecía clavado en medio. Y entonces alguien se ponía a mi lado y me ayudaba a neutralizar la llamada del Lado Oscuro... ¡Era Luke!

En realidad era como si hubieran cogido a otro actor para hacer de Luke. Un chico muy parecido a él, pero obviamente no de la edad de Mark Hamill. De esas cosas que sólo pasan en los sueños. Pero me alegraba mucho de contar con su ayuda, y me acordaba de que era porque había estudiado en mi colegio, unos cursos por debajo del mío.

En ese punto el verdadero Jonsey usó mi tripa de pista de aterrizaje y me desperté, pero me lo estaba pasando bomba, la verdad. Aún dormí 10 minutillos más, en los que descubría que las antiguas Geishas tenían la costumbre de disfrazar de chica a sus novios, pero no pude adentrarme mucho en esos misterios del milenario Japón... sonó el despertador, y ya no tenía excusa para quedarme en la cama...

3 comentarios:

Han Solo dijo...

dime la verdad
tu te tomas algo pa dormir
y lo flipas

Nicasia dijo...

Esteee tu debes tener un subconsciente porque el que muchos analistas matarian...

Ariniel dijo...

Mujer, qué cosas sueñas. Yo lo más raro que soñé es que había una oleada de gatos-vampiro y yo seguía cuidando de mi pequeñaja, pero teniendo cuidao de que no me arrease el mordisco ;)

Saludetes.

 
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