Ayer Leo tenía un cumpleaños en el GranCasa, así que la ruta dominical fue la opuesta a la de la mayoría de los domingos, y en vez de ir dirección Santa Fe, cogimos más o menos la misma ruta que llevo yo todos los días para ir al trabajo.
Justo a la altura de Pedro Cerbuna, calle estrechada perversamente por un enorme carril bici junto a la acera izquierda, Josema se vio apurado al tener que adelantar a un ciclista que circulaba por la derecha, dándonos de nuevo a los dos pie a esa indignación que nos produce ver la mitad del aparcamiento del barrio desechado para la construcción de esos inútiles carriles bici, que los ciclistas apenas utilizan… y que encima cuando ves un ciclista, éste circula por cualquier sitio menos por el carril bici. No lo digo como algo inusual. No es la primera vez que lo veo y a veces el caso es tan flagrante como que el ciclista circula por la acera o la calzada a medio metro escaso del carril bici, como si éste estuviera compuesto por arenas movedizas o simplemente tuviera un cartel de “No pisar”. En esos momentos te dan ganas de sacar la mano por la ventanilla y dar una colleja (por decir algo suave, a veces les harías algo peor) al susodicho ciclista.
Por supuesto el “ocupa” de la calzada nos dio tema de conversación durante una buena parte del camino. Sobre todo cuando, tal y como Josema profetizó, vimos que no sólo no utilizaba el carril bici cuando lo tenía disponible, sino que además no respetaba ninguna norma de circulación. Se pasaba todos los semáforos en rojo, incluso en el cruce con la Avenida Goya, que es, debo decir, un cruce bastante peligroso. Así que el siguiente comentario, como es obvio, fue entristecernos al pensar en que para colmo, si este elemento (que insisto, no es la excepción al comportamiento de muchos ciclistas) tenía un accidente y resultaba herido o incluso muerto, encima las consecuencias las pagaría el conductor del coche involucrado, aun cuando la culpa no fuese suya. Me recordó un caso que ha sido tristemente famoso en la prensa últimamente. Conductor en un Audi que atropella a un ciclista, el muchacho muere, y el conductor del Audi reclama daños y perjuicios por las abolladoras en su coche a la familia del difunto.
Y entonces piensas “Me gustaría saber más al respecto”. Porque a mí, en esa historia, se me juntan dos fuertes prejuicios que tengo. Por un lado, mi opinión de que los conductores de coches como Audis, BMWs o Mercedes son unos prepotentes que no valoran la vida humana ni respetan las normas de circulación. Por otro, la de que los ciclistas van por la vida sin respetar las normas de circulación como si no corrieran ningún riesgo. Así que a primera vista, sin saber las circunstancias del accidente, no puedo evitar preguntarme: ¿Y si fue por culpa del ciclista? Es duro, pero el dueño del Audi estaría en su derecho a reclamar daños y perjuicios. Parece ser, tras indagar un poco en el caso, que no fue así, que en este caso pesó más la prepotencia del conductor del coche “de privilegiados”, del que va por la vida pensando que los demás no valen una mierda porque no pueden permitirse un coche como el suyo. Pero después de ver (por enésima vez) como se comportan los ciclistas, gente que va en un vehículo en el que la carrocería es su propio cuerpo y el motor, su propia fuerza, como desprecian toda medida de seguridad y toda prudencia en la creencia de que nosotros ya les esquivaremos, no puedo evitar pensar “¿Y si lo hubiera matado yo? ¿Qué habría pasado?”
Pues habría sufrido la injusticia, porque es injusto, de que la policía, como me dijeron a mí al ponerme una multa en el colegio de Leo, protege siempre al débil. ¿Incluso aunque sea el débil el que incumple las normas de circulación y se pone en peligro a sí mismo y a los demás? ¿Por qué no multan al peatón que se cruza un semáforo en rojo? ¿Por qué, cuando el hermano de un compañero de trabajo de José Manuel tuvo un accidente porque a la salida de su garaje le embistió un motero que iba en dirección contraria y sin luces en noche cerrada, causándose la muerte, el pobre conductor de coche encima tuvo que soportar que le retirasen A ÉL el carnét de conducir, si no había cometido ninguna infracción?.
Como digo, es terriblemente injusto. Me enerva y me enfurece. Una vez un compañero del clínico tuvo la desfachatez de decirme que se saltaban los semáforos en rojo porque “alguna ventaja tenían que tener”… Pero ¿qué ventaja, alma de Dios? ¿La de llegar al Cielo antes que los demás?
No lo entiendo, de verdad.
lunes, 25 de febrero de 2008
CICLISTAS Y DOMINGUEROS
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