Hace años una tía mía soltó, sin ambages y delante de sus dos hijas
mayores, que "Todos los hijos son unos ingratos". Para mi completa
estupefacción, sus dos hijas (a las que claramente acababa de insultar)
asintieron dándole la razón sin titubear. Incluso yo me sentí insultada,
pero ellas no. Nunca entendí por qué.
Supongo que el pensamiento
de esta señora, como es de otros muchos padres es "Yo te he dado la
vida, y te he críado, así que tú me lo debes todo, y por tanto debes
mostrar eterna gratitud". Pero, como bien me dijo también hace años mi
marido, y yo comparto esa opinión, cuando tienes un hijo es tu
responsabilidad. Tu has decidido (o no, pero ahí está) tenerlo y tu
tienes el deber de criarlo y hacer que salga adelante. Él no te debe
nada, porque no te lo ha pedido. Viene de serie con el carnet de madre
(o de padre).
Eso no quita, por supuesto, que los hijos tengamos
que responder a esto con puñaladas traperas. Por supuesto que a nuestros
padres (en la mayoría de los casos, siempre hay excepciones, pero hablo
de lo que considero una relación familiar "normal") les debemos
respeto, cariño y gratitud por habernos traido al mundo y habernos
ayudado a salir adelante.
Pero ¿hasta dónde llega dicha gratitud?
¿Porque una señora con tres hijas que siempre han estado ahí volcándose
en ella tiene la desfachatez de decir que sus hijas... no, que TODOS
los hijos son unos ingratos?
Yo en su momento lo achaqué a la
peculiar forma de ser de esta señora, pero a mis 46 años y después de
muchos encontronazos con mi propia madre (quien, a pesar de tener una
mentalidad completamente diferente, al fin y al cabo es prima hermana de
mi tía y comparte con ella sangre y educación) me estoy dando cuenta de
por dónde van los tiros.
Somos unos ingratos porque en fondo NUNCA seremos lo que ellos esperan de nosotros.
Si es que a eso se le puede llamar ingratitud, claro. Que para mis estándares no lo es, pero ese es otro tema.
Mi
madre jamás ha dicho eso de que TODOS los hijos sean ingratos. Pero ha
soltado otras perlas que duelen lo mismo o más. Como ese "Ah, que XX
cerdos podría haber críado!!" (sustituir XX por la edad actual del hijo,
dando a entender que si en vez de un hijo hubiera críado un cerdo por
cada año de su vida le habría resultado más rentable). A lo mejor a ella
le parece gracioso, o inofensivo. Pero cuando te lo dice simplemente
por que te ve jugando a la Gameboy con tu sobrino (¿no estamos de
visita? ¿No se supone que estamos socializando con la familia?), y deja
claro que le avergüenza tu comportamiento, algo huele a podrido en
Dinamarca.
Vamos por partes.
A mi madre, obviamente, la
quiero mucho. Es una persona fuerte, admirable, que ha sabido salir
adelante en una época en que no era fácil para las mujeres trabajar y
tener una familia al mismo tiempo, y que ha conseguido escalar en su
trabajo probablemente a los puntos más altos. Si hubiera sido hombre,
probablemente sería presidente del Gobierno. Por supuesto tener a mi
padre (una persona excepcional la mires por donde la mires) apoyándola a
su lado le ha ayudado mucho, pero no hay duda de que ha sido su propio
carácter luchador la que le ha llevado a dónde ha estado.
El
problema de base está, y ha estado siempre, en que lleva MUY mal que los
demás no hagan lo que ella espera de nosotros. Y cuando digo los demás,
por supuesto, hablo sobre todo de mí.
No es tonta. De hecho es
muy inteligente, y tiene la cabeza muy bien amueblada, así que
obviamente ha sabido dirigirme muy bien durante toda mi infancia. Ahora,
a mi edad, me doy perfecta cuenta de la maniobra, pero cuando era
pequeña, cuando alguien decía "Esta chica dibuja muy bien, será pintora,
¿verdad?", siempre se adelantaba a contestar "No, porque los pintores
se mueren de hambre". Semejante cantinela, repetida una y otra vez con
argumentos convincentes durante TODA mi infancia, como es lógico me lavó
el cerebro, y yo misma acabé contestando lo mismo cuando me
preguntaban. Resultado, muerta mi única vocación, cuando me preguntaban
lo que quería ser de mayor, sólo tenía claro lo que NO quería ser:
Médico o profesora. Primero, porque me parecían dos topicazos
impresionantes. Segundo, porque veía lo hijos de puta que eran mis
compañeros de clase y lo que tenían que sufrir los profesores y no
quería pasar por lo mismo, y porque la responsabilidad de tener vidas
humanas en mis manos me aterrorizaba.
Los que me conoceis ya sabeis lo que acabé estudiando, ¿no?
Medicina.
Siguió
siendo parte de la elaborada cadena de preparación, lavado de cerebro y
perfectos razonamientos: "La medicina tiene otras salidas, mujer.
Siempre puedes trabajar en un laboratorio". "En otra profesión no, pero
en medicina sí que podemos ayudarte". "Es que si quieres estudiar
biología tienes que salir fuera de Zaragoza... lo más parecido es
Medicina..."
Por supuesto la culpa no es suya. Yo soy débil, y
perezosa. La idea de estudiar fuera de mi ciudad no me hacía ninguna
gracia, y la oferta en Zaragoza no era buena. Además, para salir fuera,
eso si lo tenía claro, haría Bellas Artes, y para eso estaba claro que
no tendría su apoyo.
Oh, ella dirá "¡Pero te metí en una academia
de dibujo!". Sí, en una dónde el profesor nos hacía dibujar cabezas y
pies de yeso y luego pasaba olímpicamente de nosotros. Aguanté tres
días. "Pero fuimos a la escuela de Artes y Oficios a ver si podías
matricularte por libre, y no se podía". Exáctamente. No se podía, y como
es una formación de menor nivel, jamás me habríais permitido hacer eso
EN LUGAR de medicina.
Así que me enseñaron a considerar mi
vocación sólo como un hobby. Algo secundario a lo que merecía mi
principal atención, la carrera de medicina. Y claro, aunque no paraba,
estaba en fanzines, dibujaba constantemente y hasta me hice cierto
nombre en el fandom incluso nacional (alguien llegó a decir una vez en
una conferencia que le honraba estar en la misma sala que yo... casi me
caigo al suelo de la emoción), me faltaban dos cosas muy importantes que
sólo habría podido conseguir con unos buenos estudios de Bellas Artes:
formación y contactos.
No es que eso me amargue la vida. En
realidad, como soy conformada, débil y comodona, me fui haciendo un
hueco en mi profesión, di varios tumbos y conseguí el puesto fijo que
tengo ahora en el que por poco esfuerzo tengo un MUY BUEN sueldo y una
seguridad económica. Soy feliz con mi trabajo, y no necesito romperme la
cabeza. Por supuesto, soy muy consciente de que he acabado haciendo lo
que me dijo un profesor, hace años, cuando le pregunté si a él realmente
trabajaba en lo que le gustaba. "Al final, no es que trabajes en lo que
te gusta, es que te acaba gustando tu trabajo". En ese momento me sonó
triste y derrotista... Bueno. Quizás lo es. Pero así es la vida. No
todos podemos conseguir nuestros sueños más locos, y hay que conformarse
con los más asequibles. Hay otras formas de llenar la vida,
afortunadamente, y yo sigo en ellas. Aunque hagan que mi madre se
arrepienta de todos los cerdos que podría haber críado.
A lo que iba, y volviendo al tema principal. Madres e ingratitud filial.
Con
los años le fui viendo el plumero a mi madre. Aunque siempre me apoyó
en todas mis decisiones laborales relacionadas con la medicina, y toleró
que no me presentase al MIR a pesar de las muchas puertas que me
cerraba, le faltaba tiempo para intentar redirigirme a la práctica
médica (sustituciones de Atención Primaria, la época en que no podía
dormir preguntándome si mis decisiones estaban siendo correctas) o para
buscarme enchufes en los hospitales. No me vino mal cuando al fin
encontré la forma de trabajar como médico sin ver pacientes: presentarme
a las oposiciones de Médico de Admisión y Documentación, para las que
no hacía falta preparación MIR. Hasta me consiguió una entrevista en el
Royo Villanova, donde pude meter la cabeza con una Comisión de Servicios
cuando conseguí plaza fija en la oposición pero no en Zaragoza. A
partir de ahí, mi vida laboral fue rodada, aunque debo apuntar que todo
lo conseguí por méritos propios y con una suerte que no me la creo ni
yo. Nunca me tocará la lotería, pero en las cosas importantes no me
quejo: la vida me sonríe.
Pero lo mejor fue cuando en mi
accidentada estancia en el Hospital Miguel Server (al que se me han
pasado las ganas de volver), dejó caer en un par de ocasiones su deseo
de que yo optase a un puesto directivo. Ahí fue dónde me dejó clarísimo
lo que ella quería: Que yo hiciera lo que ella, por no ser Médico, no
había podido ser (llegó a lo más alto que su profesión le permitía,
Dirección de Enfermería tanto en su hospital como en Primaria, pero se
jubiló cuando nació Leo, y supongo que ahora tenía mucho tiempo libre
para pensar en lo que podría haber llegado a ser). A buena parte había
ido a parar.
Para empezar, mi liderazgo es cero. En serio. Nadie
me escucha, todo el mundo me toma por el pito del sereno y soy demasiado
blanda para ser jefe. Así me iba en el Servet, y eso que al menos mis
subordinados me tenían cariño, porque lo único que se me da bien en las
jefaturas es luchar por ellos. Pero es que además, NO QUIERO. ¿Recordais
que he dicho antes que no me gustaba la responsabilidad de tener las
vidas de los pacientes en mis manos? Pues imaginaos la responsabilidad
de dirigir un hospital. NO. Simplemente, NO.
Hacía ya tiempo que
sabía que mi madre nunca ha querido una hija, esto es, una persona
independiente que ha nacido de su seno, pero con un cerebro propio e
ideas y personalidad propias. Mi madre quería un clon, o un pseudópodo, o
simplemente una versión más jóven de sí misma. Siempre me lo ha
demostrado: Cuando estoy de acuerdo con ella, todo va bien. Como, como
ya he dicho, es inteligente y tiene sentido común, la mayor parte de las
veces estamos de acuerdo. Pero a veces no. Porque, como digo, soy una
persona diferente. Mi cerebro no es el suyo. Y hay cosas que no comparto
con ella.
Y he aprendido a callármelas porque si no, lo llevamos claro.
El
problema es ese. Que ella asume que tengo que pensar igual que ella.
¿Que piensa que tengo que tener una chica de la limpieza? Pues no me la
pone en la puerta de casa no sé por qué, porque la última vez le faltó
poco, ya había llamado a una y todo, y encima cuando le dije que no poco
menos que tenía que ser yo la que llamase para pedir disculpas. Por
supuesto, a sus ojos soy incapaz de educar a Leo correctamente, y
que
falle en sus estudios o que tenga sobre peso es culpa mia a pesar de
que la que le dejaba siempre bombones y galletas a su alcance era ella y
la que le soplaba el resultado de los deberes en sus primeros años de
estudios también era ella.
Ahora como se aburre vive enganchada a
la página web del colegio de Leo. Es impresionante los interrogatorios a
los que le (nos) somete, tanto para saber sus notas como para
asegurarse de que lleva todos los deberes. Hasta tal punto que Leo se
acostumbró casi a no pensar. ¿Para qué, si su abuela pensaba por él?
La rematadera fue ayer.
Ayer fue su cumpleaños.
Como
otro de los lugares informáticos donde vive es Facebook, me tomé la
molestia de buscarle un video adorable para felicitarla, se lo dediqué y
luego seguí mi día a día. Por la tarde dediqué tiempo a mi marido, ya
que por la noche se iba a ir de viaje a Madrid, y casi a las 8 me senté
frente al ordenador y pensé "Voy a comprobar facebook, que no lo he
mirado en toda la tarde". La asociación de ideas con facebook me hizo
pensar. "Huy, y debería llamar a mi madre, que aunque ya le he
felicitado igual espera mi llamada..."
No me dio lugar.
En ese momento sono el teléfono. Genial. Ya nunca quedas bien cuando pasan esas cosas.
Y por supuesto, no fue agradable.
Primero
se puso mi padre, intentandome hacer ver lo mala hija que era y lo
disgustada que estaba mi madre. Peroperopero... no es que no le haya
felicitado, ¿no?. Y también tengo una vida, joder. Pero vale. Aceptamos
barco. Tendría que haberle llamado. Pásamela y le felicito.
Pero entonces vino la rematadera.
Mi
madre, en plan mártir, empezó a decir que llevaba toda la tarde
esperando, pero que claro, que estaba claro que no iban a salir, porque
mire usted, con mi padre sí que habíamos salido, pero con ella como lo
celebró el sábado...
Espera, espera... ¿teníamos que salir?
Cuando
fue el cumpleaños de mi padre es cierto que salimos a cenar. Pero
porque teníamos que hacer compras, y aprovechamos esa tarde. Un poco
como compensación por haber pasado su cumpleaños comprando, sugerí,
porque me parecía apropiado, cenar juntos después.
Si no hubieramos salido de compras, probablemente no lo habríamos celebrado.
Pero es que además... si ella quería hacer algo así...¿por que no dijo nada antes?
¿Tengo que adivinarlo?
¿Tengo que leer su mente?
Me
quedé hecha polvo. Con ese sentimiento de culpa que mi madre sabe
manipular tan exquisitamente, pero a la vez de rabia e impotencia. ¿Por
qué me tiene que tratar así? ¿Qué gana haciéndome sentir miserable?
Cuando yo quiero algo, y eso lo he aprendido de ella, yo misma voy a por
ello. Si quiero salir o celebrar algo, yo misma me moveré y lo diré.
Porque no puedo exigir que quien no lo sabe lo adivine. Pero está claro que ella no opina así.
Así que va a ser cierto lo que decía mi tía. Los hijos somos unos ingratos.
Porque
encima de crecer y volvernos independientes, tenemos la desfachatez de
no ser clones suyos. De no compartir su cerebro, y por tanto adivinar
sus pensamientos. Porque al final, nos empeñamos (putos cabrones
egoístas que somos, oyes) en seguir nuestro camino, y no el que ellos
nos quieren marcar.
Por favor, Leo.
Si me vuelvo así, abofeteame. Fuerte. Hasta que se me pase la tontería, porque me lo mereceré.
miércoles, 26 de marzo de 2014
TODO SOBRE MI MADRE
Publicado por Sonia en 10:58
Etiquetas: desahogos, preocupaciones
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2 comentarios:
en mi opinión es ella la que ha de preparar la fiesta de cumpleaños, no se, si es que quiere celebrarlo
¿ingratos? lo dudo
A ver, el cumpleaños lo celebramos el sábado. Ella lo que quería al parecer era hacer algo especial el mismo día de su cumpleaños, algo muy legítimo y muy normal, pero que yo, entre otras cosas con el sarao de vida que llevo últimamente, no podía adivinar. Si quería haber salido a cenar era tan fácil como llamar y decir "Venga, vamos, ¿qué os parece?" Y LISTO. Pero bueno, es su estilo. Si no soy yo la que llama siempre se enfada, y eso que los teléfonos funcionan en las dos direcciones...
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