Llevo escribiendo un diario desde los 11 años. Una de las cosas que más me gusta escribir en él son mis sueños, así que casi desde el principio me dije que lo titularía "Vivir para Soñar".
No es que me vaya a ceñir sólo a mi mundo onírico. Mi idea es, simplemente, cambiar de formato. Del papel al informático. Contaré de todo... sueños, anécdotas, pensamientos, incluso desahogos... No obligo a nadie a leerme... probablemente acabeis, si no soñando, al menos casi seguro, dormidos...
Otro sueño de paisajes. Esta vez ha sido un “road dream”, porque todo iba respecto a un viaje en coche. Empezábamos con una kdd kekil, o sea, para compartir nuestros muñecos. Encontrábamos un lugar paradisíaco en la ladera de una montaña, así que aparcábamos el coche en el camino y subíamos la cuesta cubierta de hierba hasta encontrar un lugar entre rocas donde poner mantas en el suelo, desperdigar los muñecos, y hacer fotos a tutiplé. En ello estábamos cuando oíamos sonidos guturales y veíamos algo moverse a lo lejos. ¡Era el mismísimo Chewbacca! Sí, sí, como lo digo, con su bandolera de munición y todo (la única prenda de ropa que lleva). Pero este Chewbacca, pese a ir vestido, era salvaje, como el Yeti, y había que salir por patas porque si no nos atacaría, y eso hacíamos. El coche y el camino eran “chufa”. Mientras no nos saliéramos de allí, no atacaría. Pero los muñecos, a los que Chewie no hacía caso porque no eran seres vivos, seguían en las mantas, y nos teníamos que jugar a los chinos quién iba a buscarlos, porque eso sí, ni borrachos los dejábamos allí.
Fundido en negro. Hemos recuperado los muñecos, a base de rápidas incursiones, y seguimos conduciendo, pero esta vez vamos con mi padre. Estamos por una zona costera, y pasamos junto a una urbanización turística francamente impresionante. Los edificios, ENORMES, tienen forma de trasatlánticos, y verlos desde la carretera es toda una visión. Mi padre quiere parar a hacer fotos, pero no encuentra donde. Además, la autopista llega a una especie de rotonda elevada. Quiero decir, la rotonda está en lo alto, sujeta sobre pilares, como en la plaza de las Glorias de Barcelona, aunque esta es como cuatro veces más grande y mas alta. Ahora sí que hay que parar, porque esto hay que verlo con calma, y mi padre se para un momento en un pequeño hueco triangular donde se ensancha el arcén para permitir una salida de la rotonda. Pero la parada tiene que ser casi instantánea, porque sabemos que va a venir la poli y nos va a echar, y lo siento por él porque sé que está disfrutando como un crío.
Por cierto, el coche en ambas partes del sueño era mi difunto VW polo rojo, el que dejé hace 7 años a cambio del Focus. Aún lo echo de menos.
Es difícil y arriesgado tomar partido. Como siempre, la culpa no es de nadie y es de todos. La gente calla por no herir, y el silencio hace más daño que las palabras, porque todos queremos explicaciones, y cuando no se nos dan, nos las inventamos, y es así siempre lo queramos o no.
Dos personas a las que quiero y respeto y he nombrado aquí más de una vez han decidido que no están a gusto con nosotros. Durante un tiempo se fueron distanciando, y pensábamos que era por culpa de algo que les había molestado, pero ellos juraban que no, que son así, y que era normal que actuasen así.
Y por no estorbar, por no molestar, por no estropear las cosas, algunos callábamos.
Y de pronto una voz surge y, como el niño del cuento del Traje Nuevo del Emperador, dice en voz alta lo que todo el mundo piensa y nadie se atreve a decir, y queda como “la mala”.
Y miras atrás, y te das cuenta de que siempre es la misma tontería. Yo callé por que creía que estabas molesto conmigo. Y yo estaba molesto contigo porque callabas. Y se fue aumentando la bola de nieve, y al final todos tuvimos razones para molestarnos.
Odio que pase esto. Odio que la gente luego se deje llevar por su orgullo y siga en sus trece de “a mi no me pasaba nada, era a ti”.
Éramos todos. O ninguno. Pero es imposible irse sin ruido, cuando la puerta lleva meses pidiendo que la engrasemos. Y cuando todos estamos haciendo oreja para oír el portazo.
No sé como acabará todo esto. No tiene pintas de acabar bien. Sea como sea, me quedaré con lo bueno, soy así de egoísta. La vida sigue y el mundo no se derrumba cuando los amigos se distancian.
Llevo varios días sin tiempo para escribir mis sueños, así que se me diluyen en la memoria y apenas los recuerdo. Hoy he decidido ponerme las pilas y contar el que he tenido, aunque sólo sea porque tiene un amago de argumento, y por tanto, es relativamente fácil de relatar.
El caso era que estaba visitando una casa encantada. No era una situación muy terrorífica, ya que estábamos un montón de gente y eso parecía más una atracción de parque temático que una casa encantada de verdad. Había un baño decorado al estilo egipcio, y todos los que cabían se metían a mogollón, porque sabían que una de las peculiaridades era que ese baño se cerraba como si girase y cuando estabas encerrado dentro... pasaba algo. Yo no llegaba a enterarme, porque nos quedabamos fuera. No por gusto, pero no cabíamos, y no tenía intención ni de pasar apreturas, ni de separarme de Leo que estaba algo asustado ante la perspectiva.
En algún punto del sueño me separaba del mogollón, y ahora de pronto esto era una serie detectivesca, en la que podía invocar a los fantasmas para investigar un asesinato. Como pasa a menudo en mis sueños, yo era a la vez espectadora y protagonista. Estaba a la orilla de una piscina cubierta, y ahora sí, el ambiente era más tétrico y la sala más oscura, y tres fantasmas de porte altivo, traslucidos y levemente luminosos, acudían a mi invocación. Todo sería muy imponente y hasta sobrecogedor si no fuera porque no se ponían de acuerdo. Además, ahora tenía conmigo al jefe de Servicio de Medicina Interna, que quería que uno de los fantasmas firmase una solicitud de canalización para consultas del hospital Miguel Servet, y yo discutía con él porque no me parecía que el fantasma, que no era médico, tuviera potestad para rellenar ese documento. Entonces aparecía un cuarto fantasma, el de una niña a la que en mi sueño conocía bien, y de pronto me preocupaba mucho, porque yo pensaba que esa niña no estaba muerta. “No lo está”, me decía el Dr. Ferrando, “sólo está dormida, y ha venido a ti en proyección astral”. Yo suspiraba de alivio, pero intuía que la niña corría peligro y le gritaba: “¡¡¡¡Despierta!!!!”, y entonces de pronto su espíritu desaparecía rápidamente como si algo tirase de él, y yo sabía que se había despertado justo a tiempo para salir pitando... porque estaba dormida sobre las vías del tren, y en ese momento (y lo veía perfectamente) pasaba uno a toda velocidad.
En semejante descarga de adrenalina empezó a sonar el despertador, y me levanté sujetándome los párpados como podía... Estos despertares tan bruscos, tan metida dentro del sueño, me sientan fatal.. Es como si a la que le trajeran de golpe y porrazo a su cuerpo fuese a mí, y el cansancio es hasta físico.
Josema lleva unos días obsesionado con un musical llamado “Avenue Q”. Todo empezó a raíz de una cancioncilla que se repetía en varios videos de Youtube, “Internet is for porn”. La curiosidad sobre si la canción era así o era una adaptación de algo más inocente le llevó a investigar hasta descubrir esta obrita, una parodia de Barrio Sésamo para adultos (con muñequitos de gomaespuma y tal... ¿tendrá algo que ver con la obra con la que soñé hace unos días?) de la que ya ha comprado la Banda Sonora y a la que quiere asistir algún día en Broadway o en el West End Londinense. Casualidades de la vida, ayer en la kdd muñequil a la que asistieron, entre otras, dos amigas de BJDoll.net de Valencia, Krysia e Irene, salió el tema y resultó que Krysia iba a estar este fin de semana en Londres (igual que nosotros, que empezamos las tan deseadas vacaciones este fin de semana), e iba a ir a ver dicha obra, así que al final parece ser que Josema va a cumplir uno de sus objetivos.
Anoche en su ilusión por ver dicho musical me puso la banda sonora en el coche, y me llamó la atención la primera canción: It sucks to be me. Pensé que mucha gente se podría aplicar el cuento: vamos por la vida pensando, como en la historia del sabio y los altramuces, que somos los más desgraciados del mundo mundial, hasta que alguien nos enseña a la persona que tenemos detrás comiéndose las cáscaras que nosotros abandonamos...
Pero esta mañana, al volver al trabajo, he pensado en autodedicarme el tema.
Para empezar, la semana pasada fue la peor semana laboral de toda mi vida. No sé si lo he contado alguna vez, pero quizás la parte más importante de mi trabajo actual, la que más tiempo me consume, y en circunstancias normales, la más gratificante, es la gestión de camas. El caso es que la semana pasada hubo un aumento en la demanda de urgencias completamente anormal en relación a lo que hay otros años por estas fechas, hicimos corto de camas, tuve que salir tarde muchos días y comerme la cabeza más que de costumbre, y encima los compañeros (muchos de ellos personas con las que normalmente me he llevado bien) me iban con chiquilladas, ocultando altas o disponiendo de ellas a su antojo sin decirme nada, complicándome la vida y haciendo que, el peor día, al final llamase al subdirector desesperada y le dijera “Relévame de la gestión de camas”. Estaba harta, porque una cosa es gestionar algo sobre lo que tienes control, y otra muy distinta intentar gestionar algo y que la gente solo recurra a ti cuando les conviene, pero cuando no, decidan hacer TU trabajo por su cuenta, a su manera y sin contar contigo, con lo cual tienes muchas veces que deshacer lo hecho. Y si encima lo adornan con mentiras y chiquilladas de niño de guardería, al final decides que prefieres tirar la toalla y que ya que son tan listos, se las apañen solos.
Al final, como suele ocurrir, las cosas volvieron a su cauce y la semana terminó con todos los pacientes colocados e incluso camas de sobras, pero el estrés seguía ahí.
Y resulta que llego esta mañana y me encuentro sobre mi mesa (gran ejercicio de psicología y don de gentes por parte de la enfermera de Atención al Paciente) una recopilación de 5 reclamaciones, puestas por pacientes im-pacientes, que el peor día de la semana, el jueves, debieron de decidir que esperar 24 horas (que en este hospital es el tope que tenemos marcado, y hasta ahora, y no es por echarme el pegote, nunca hemos sobrepasado) en urgencias era demasiado y que si no se les daba cama no era por que no hubiera, sino porque somos unos caprichosos que no queremos echar a patadas a los pacientes ingresados que las están ocupando y ponerlos a ellos en su lugar. Perlas como las de un señor que dice, textualmente: “espero que se pueda tener mi “CAMA””. Pues señor mío, creo que en Ikea venden unas preciosas y muy bien de precio...
Teniendo en cuenta que ese día TODOS los pacientes tuvieron su “CAMA” al final de la mañana, y ninguno esperó más de 24 horas, además de que a alguno se le ofreció cama en el Hospital Provincial (donde tras mucho rogar de vez en cuando nos ceden las que puedan tener disponibles) y NO LES DA LA GANA IR, pues al final, la cosa quema y mucho. Que pierdas el culo por hacer bien tu trabajo, que te vayas a casa con la satisfacción de que, a pesar de las zancadillas de los compañeros, lo HAS hecho, y que te encuentres con que encima, alguien ha jaleado a los pacientes (porque normalmente no ponen reclamaciones si no se les anima) para que reclamen, y, para más INRI, te pongan a ti la reclamación encima de la mesa como si fuera culpa tuya, te hace pensar que efectivamente, “it sucks to be me”.
Y si ya para terminar de rematar la jugada, te encuentras que tienes que volver a buscar donde dejar al gato estas vacaciones porque de pronto nadie en quien confíes realmente puede, te entran ganas de buscar un puente y saltar.
Quizás por culpa del post sobre frases de cine que se está desarrollando en BJDoll.net, hoy he engranado tres sueños seguidos con elementos de películas de lo más dispar.
La cosa empezaba con Hellboy, seguramente debido a que ayer vimos un pequeño reportaje sobre el rodaje de la segunda parte en la TCM. Estaba viendo dicha película y había una escena en la que Hellboy y Abe Sapiens tenían que luchar con seres subacuáticos, así que a Hellboy le salían un montón de tentáculos y con ellos se enganchaba a sí mismo y a Abe a un submarino que se zambullía.
El problema era que la esencia demoníaca de Hellboy atraía a más seres indeseables y al final el campo de batalla era tremendo. Destruían columnas griegas y seres abisales, y al final acababan en tierra firme pegándose con un ejército de goblins. El final de esta escena era Hellboy recostándose contra lo que parecía una muralla en ruinas, de pronto esta se movía y se veía que era la cabeza de un ser caballuno que se revolvía un poco ante el peso de Hellboy, a lo que este a su estilo más tradicional le respondía con un puñetazo en la cabeza que lo volvía a dejar quieto y sin sentido, y ¡hala!, a descansar.
Aquí pasábamos sin solución de continuidad al mismísimo Mae (o Kane de las Aldeas inforroleras) que comandaba un ejército de orcos, goblins y demás. Tenía varios subgenerales, entre ellos a un Legolas que no era exactamente Orlando Bloom, pero que en lo demás, era un elfo de El Señor de los Anillos. Mae se la tenía jurada y al pobre no hacía más que tomarle el pelo: le obligaba a darle sus armas para que atacase desarmado, le forzaba a que su caballo fuera en “posición de rastreo” (o sea, con las patas delanteras dobladas como si fuera de rodillas, y las delanteras levantadas, tal y como me enseñaba Mae en un dibujo, con lo que el pobre elfo no sólo iba incómodo y sin capacidad de maniobra sino que encima era un blanco fácil)... en fin, no es que el muy pardillo (que obedecía a todo sin rechistar) me cayese especialmente bien, pero al final me daba pena y yo, torpemente, intentaba quitarle hierro al asunto y le decía a Mae “Me parece que necesitas más elfos, ¿por qué no contratas a uno que se llame Legolindo, y dejas al pobre Legolas en paz?”.
Por último había un salto en el argumento, y como si hubiera una pausa en el rodaje, me encontraba en el camerino con la Jaime Lee Curtis de Mentiras Arriesgadas, que además iba con la ropa interior de la escena en la que le hace un strip-tease a su marido. Yo como siempre miraba ese cuerpo con envidia, ¡quien tuviera ese tipazo! Y la tía no le daba mayor importancia, y bromeaba y se reía conmigo como si fuéramos amigas de toda la vida...
Soy una persona tan normal como cualquiera y tan friki como la que más, que intenta disfrutar al máximo de la vida con mi marido Josema y mi hijo Leo, compartiendo con ellos la mayor parte de mis muchos hobbies e intereses.