viernes, 15 de noviembre de 2013
TODO ME RECUERDA A TI
Que soy una persona acumuladora y coleccionista, todo el que
me conoce lo sabe. Mi casa se acerca peligrosamente a la de un enfermo de Síndrome de Diógenes y a veces me pregunto si no sufriré yo misma esa patología. Cierto
es que con la edad (y la necesidad) me resulta un poco menos difícil deshacerme
de según qué cosas que cuando era adolescente, pero todavía me cuesta.
Y me he dado cuenta de que no es por su valor económico.
Escribir me ayuda a no perder esos recuerdos, pero aún así
me doy cuenta de que poco a poco se van diluyendo, se pierden, y me duele. De
hecho, me estaba planteando hacer el Desafío rolero que muchos amigos están
haciendo en sus blogs, y hay algunas preguntas que realmente no sé cómo
contestar: hace más de 20 años que juego a rol… y los detalles, los personajes
memorables… se van yendo… ¿Cómo decían en Blade Runner? Cómo lágrimas en lalluvia…
Entonces es cuando comprendo porqué muchos objetos tienen
tanto valor para mí.
Sin ir más lejos, y mirando a mi alrededor, aquí en el
despacho dónde estoy robando tiempo de mi trabajo
para escribir esta entrada…
La botella de agua que reciclo y traigo conmigo todos los días en mi
infructuoso intento de perder algo del peso ganado todos estos años vino desde
Hong Kong hace tres años. Cada vez que la miro, recuerdo la última mañana de
aquel viaje, recorriendo las callejuelas de esa ciudad, los puestos de comida,
las numerosas tiendas, la gente… el calor que hacía que tuvieramos que comprar
agua en todas partes. Sí, es una botella práctica, con tape en forma de vaso, y
por eso la guardé. El recuerdo es un valor añadido.
Otra mirada a mi alrededor, y veo la neverita USB que me
regalaron mis antiguos compañeros del Royo Villanova. Ya no funciona bien, y
por eso no la utilizo, pero me vienen a la cabeza las personas maravillosas con
las que compartí tantos momentos, y me trae una sonrisa, haciéndome más
agradable la mañana. Sonia, Ana, Arancha, Carlos y los demás vuelven por un
momento a estar conmigo, y eso no tiene precio, como dirían en aquel anuncio.
Miro otra vez, y veo la bolsa de tela en la que suelo traer la
botella de agua y otros trastos. La compré en Vietnam, en el viaje que hicimos
para conocer a una de las personas que ahora mismo más quiero en este mundo,
aparte de mi familia. Fue una compra casi impuesta, en un pueblecito turístico
al que llamamos cariñosamente “El pueblo de las mujeres zombie psicópatas”, ya
que desde el momento en que bajabas del autobús te acompañaban como una masa,
con sus trajes coloristas tradicionales, y no te dejaban hasta que no les
comprabas alguna pieza de artesanía. Fue una experiencia agridulce, porque me
hizo preguntarme si esas mujeres, que estaban como en un zoo (eran una etnia
protegida), no tendrían otra aspiración en la vida que vivir en un pueblo atascado
en la edad media solo para servir de atracción turística, y sobre todo me
preguntaba si los niños que veía ahí tendrían alguna oportunidad de hacer algo
diferente. Mi amiga Trinh me dijo un día que la actriz que interpreta al
personaje de London Tipton en la Serie Hotel
Dulce Hotel pertenece a esa etnia, pero el caso es completamente distinto.
Compré ese bolso, sin mucho interés, pero ahora ya veis
cuantas cosas me pasan por la cabeza cada vez que lo veo. Incluyendo una
sonrisa recordando los días que estuve en persona con una de mis mejores
amigas. Quizás nunca más vuelva a verla, pero gracias a ese trozo de tela,
atesoro su recuerdo.
Podría seguir: el pequeño estuche donde guardo los
pendrives, regalo de nuestros amigos Mabel y Damián. El trofeo del concurso de
fotografía del Royo Villanova. El broche de muñequita de fieltro que llevo en
la bata, regalo de mi cuñada. Los cuatro anillos que siempre llevo puestos,
cada uno un momento de mi relación con José Manuel…
Y esto es solo lo que tengo aquí, conmigo, en el pequeño
despacho dónde trabajo…
Os podeis imaginar como es el resto de mi casa.
Publicado por Sonia en 12:08 1 comentarios
Etiquetas: Conociéndome, Pensamientos profundos, preocupaciones, Recuerdos, viajes
jueves, 7 de noviembre de 2013
BIEN ESTÁ LO QUE BIEN ACABA...
...dicen que dijo Shakespeare…
En cualquier caso, es cierto que a mi siempre me han gustado
los finales felices, y que un final amargo (sobre todo si no aporta nada) me puede estropear una buena historia.
Por eso le he cogido manía a películas como “Un puente hacia Terabithia”. Pero también reconozco que un buen final es un
buen final, y a veces para conseguir eso, no puede ser tan feliz.
La cosa es que conseguir un buen final no siempre es fácil,
y eso lo veo mucho últimamente en los videojuegos. Bueno, y en las historias, y
hasta en las entradas de este blog, que nunca sé como acabarlas, pero esta
entrada es sobre videojuegos.
Ya habéis visto que en este blog se habla a menudo de ellos,
y es que para mi los videojuegos son una forma más de contar historias, con el
aliciente de que las vives casi en primera persona. El caso es que, igual que
algunos juegos como el muy recomendable Bioshock Infinite tienen finales estupendos
y sorprendentes, me ha pasado varias veces que un videojuego que estaba
disfrutando enormemente me deje como al del chiste del pingüino con un final
brusco, mal pensado, o que simplemente no termina de cuadrar con la historia.Ya me pasó con el Tomb Raider Underworld, que se suponía que explicaba muchas
de las interesantes cuestiones que se plantean en Legend, o con otros juegos
que tras una buena historia terminan en plan “Chis-pun” y dices “¿Y ahora
qué?”.
Curiosamente, uno de los finales de videojuego que más
polémica han llevado, el de la saga de Mass Effect, no me ha afectado tanto
como otros. Quizás es que desde el momento en que oí que el tercer juego iba a
ser el último yo ya me había hecho a la idea de que el protagonista tenía que
morir (tampoco es que fuera un drama. Ya muere al principio del segundo juego,
y lo “resucitan”, en una maniobra un tanto extraña e innecesaria para el
argumento), o quizás es que mi familia y yo somos más listos que la media, ya
que las principales quejas eran que las decisiones no contaban (qué poco debe
haber jugado esa gente a la desafortunada segunda parte de la saga Dragon Age,
porque ahí sí que se pasan todas tus decisiones por donde yo te diga), y que el
final era difícil de entender, cosa que nosotros entendimos desde el principio.
De hecho, Leo no tuvo el menor interés en jugar la versión “ampliada” del final
que Bioware desarrolló a raíz de la gran cantidad de quejas porque para él (y
para nosotros, todo sea dicho) no aportaba nada que no hubiésemos entendido la
primera vez que lo jugamos. Aunque personalmente, y por lo que veo en los foros
que frecuento (principalmente Deviantart y ese agujero de fanáticos que es Tumblr),
creo que la principal queja venía de las fangirls (si, desgraciadamente en su
mayoría mujeres, aunque quizás sea porque mujeres son las principales personas
que sigo en esos foros) que se quejaban de que si su Shepard moría, no podría
ser feliz forever and ever con su amorcito.
A ver. Estás leyendo a la persona que se “construyó”, a
base de walkthroughs, el que para ella era el mejor final posible para su
personaje en su juego favorito, Dragon Age Origins. La que se hizo su propio PJ
después de que Josema sacrificara a la que habíamos jugado entre los tres,
porque esa escena le partió el corazón y quería un final más feliz para la
suya. Pero ese es MI final, el que yo elegí, y jamás me atrevería a decirle a
nadie que el mío es mejor que el suyo.
Pero con Mass Effect no pasaba eso. De las tres opciones
finales en el juego, solo en una el protagonista tenía una posibilidad de que,
en una escena final, apareciera una imagen de su pecho respirando.
Las fangirls se aferraron a eso: Su Shepard sobreviviría.
Sobreviviría aunque eso significase elegir la opción que condenaba a dos razas
a la destrucción total y a todas las demás a un retraso tecnológico del que les
costaría siglos salir, si no milenios.
Y claro, como se sentían culpables, empezó a correr por ahí
una “teoría de la adoctrinación” según la cual si elegías cualquier otro de
los finales, que suponían la muerte física del cuerpo del protagonista, era
porque los malos de la historia te habían lavado el cerebro.
Y eso es lo que me parece indignante. Que quieran imponer su
versión de la historia.
A mi me encantan los finales felices. Me encantaría que el
protagonista de esta historia se quedase por siempre jamás con su amorcito.
Pero a veces, el protagonista tiene que sacrificarse por el bien de los demás.
Y eso es correcto. Tan correcto como ser egoísta por una vez. Quizás más.
Y nunca entendí porqué tanta angustia, porqué tanta
polémica, por qué tanto odio y tanta presión. Bioware había hecho cosas mucho
peores que el final de Mass Effect 3 *coughDragonAge2cough*. Ningún final era perfecto, por supuesto. Pero esa era la gracia. No podía haber un final mejor que otro, porque entonces, todos cogerían el mismo. Todos tenían que tener pros y contras.
Al final la empresa cedió a la presión. Creó un final extendido, intentando explicar las cosas. En su honor diré que no se vendieron a las quejas del todo.
Demostraron que los otros dos finales no eran malos (explicando lo que algunos
ya habíamos entendido desde el principio), pero no los cambiaron, ni dieron la
razón a los que hablaban de lavados de cerebro. Y con el tiempo, la polémica,
como tantas, se ha ido diluyendo.
Pero me voy del tema. Toda esta larga charla sobre finales,
en realidad, era para hablar de otro juego.
Al poco tiempo de esta polémica, cayó en mis manos “Las Cadenas de Satinav”, de la saga alemana “Schwarzen Auge” (conocida como TheDark Eye en el ámbito anglosajón).
Voy a alargarme más, porque quiero hablar de esta saga. Los
roleros de pro quizás conozcan el juego original. Yo desde luego lo conozco a
través de mi marido, a quien dudo que alguien supere en la cantidad de juegos
de rol de todos los paises, culturas y hasta idiomas que colecciona. Se trata
de un entorno de fantasía que en Alemania ha superado en ventas al clásico
D&D desde siempre y que sigue sacando suplementos a un ritmo imparable. Me
ha sacado de muchos apuros a la hora de regalarle cosas a mi marido en
cumpleaños y aniversarios y eso que él no sabe alemán (y en inglés solo existe
el libro básico y poco más). Así que imaginaros si es un mundo rico e interesante.
A pesar de los libros, cuando yo empecé a encariñarme de ese
mundo fue cuando Josema se hizo con un juego de rol de ordenador llamado
Drakensang y del que creo que ya he hablado alguna vez. Era la primera vez que
yo veía un juego así de verdad (yo solo solía seguir los de aventura tipo Tomb
Raider) y poder crear tu propio personaje (aunque fuera con limitaciones) y
vivir la historia tú mismo era toda una experiencia. Con ese juego cogí la
costumbre de compartir con él las decisiones de su personaje (una elfa
pelirroja), y para mi cada vez que dedicaba un rato por las tardes del fin de
semana a jugar en casa de mis padres, que era donde teníamos un PC para jugarlo
(no había versión de Mac) era un acontecimiento. De hecho, cuando Dragon Age lo
desbancó, al principio para mí fue un drama.
Me encariñé mucho de los personajes, sobre todo esa amazona
Tulamida, Rhulana, que acabé customizando como muñeca de resina, la encantadora
ladrona pelirroja Gladys o el enano adorable y cascarrabias Forgrimm. O quizás
esos tres son los que más recuerdo porque llevándolos en el grupo nos
deleitaron con el mejor combo de comentarios (cada vez que seleccionabas a uno
de ellos para el combate soltaban una frase al azar) que he visto en mi vida:
-
Rhulanna: “Por Rondra!” (La diosa de las
amazonas)
-
Forgrimm: “Por Ardo!” (el amigo muerto cuyo
asesinato estamos investigando)
-
Gladys (con su voz cantarina y adorable): “Por
supuesto!”
Así que cuando me recomendaron este nuevo juego, aunque el
estilo de juego no era de rol y el diseño era completamente distinto, supe que
tenía que jugarlo (o, en mi caso, ver a alguien jugarlo, que, como de costumbre,
fue Leo).
Se trataba de un juego de “Point and click” (o sea, de
señalar con el ratón y seleccionar), al estilo de maravillas como el clásico
“Monkey Island”. Un tipo de aventura que me encanta, porque no suele haber
combates y nunca tienes que actuar contra reloj, por lo que no me estresan
nada. Si a eso le añadimos una banda sonora bellísima, y que el diseño y los dibujos, completamente hechos a
mano, eran de una belleza y una inocencia de cuento de hadas impresionante, la
verdad es que me enamoró desde el principio. Es cierto que tiene algunas
animaciones cutres (como la escena del beso), y que es un estilo de juego que
puede que no guste a muchos… pero al poco rato la historia ya me tenía
enganchada y los personajes ya me habían enamorado a pesar de (o quizás
precisamente por) sus muchos defectos.
Por lo que el final me dejó devastada.
A pesar de que me lo veía venir desde el principio, y de que
en realidad, era la única forma de que la historia acabase “bien”, el final me
destrozó. Me tuvo toda el fin de semana ansiosa e incluso me hizo soltar alguna
lágrima cuando pensaba que nadie me veía, recordándolo.
Y es que me había encariñado tanto de la pareja protagonista
y de su historia de amor que lo que les ocurre al final, me rompió el corazón
en pedazos.
(Aun así, masoquista que es una, el regalo de Navidad de ese
año que le pedi a Josema fue la edición coleccionista del juego. Para tener una
copia física y todos los dibujos y los extras posibles del juego, aunque estuviera en alemán. Decisión
reforzada cuando descubrí que una de las artistas de Deviantart con las que
mejor me llevaba esos días había participado, aunque solo fuera un poco, en el
desarrollo del mismo).
Así que cuando hace escasamente una semana me dijeron que
había salido una segunda parte, "Memoria" en la que parte de la trama consistía
precisamente en la aventura que los protagonistas vivían para arreglar ese
amargo final… bueno, había que verla.
Malditos desarrolladores de Daedalic, en su amor por los
finales agridulces, de nuevo el final no era perfecto. Encima en este caso, a
pesar de ser un juego muy lineal, teníamos dos opciones: conseguir su meta, o renunciar a ella y no reparar nada… opción que a lo largo del juego (e intentando no
hacer spoilers) tenía cierto sentido. Porque conseguir su meta no dejaba las
cosas como estaban antes de que ocurriera su desgracia.
Tenían que empezar de nuevo.
Y bueno, eso restauró un poquito mi corazón. Con superglue,
y viéndose las grietas, pero al menos… he podido elegir.
Y ahora entiendo… un poquito, solo un poquito, a las
fangirls de Mass Effect y su forma de llevar el drama. Sigo sin entender esa
presión para cambiar el final…
Pero entiendo la angustia y el dolor que algunas sentían.
Porque sí,estos malditos videojuegos…estas malditas historias…
…te parten el alma.
Publicado por Sonia en 14:47 5 comentarios
Etiquetas: Conociéndome, desahogos, general, Pensamientos profundos, Recuerdos, rol, videojuegos
ANGUSTIAS DE MADRE
De hecho, a los 10 minutos de la hora de salida, recibí una
llamada de su padre, que había ido a buscarle, y estaba nervioso por motivos de
trabajo, preguntándome si yo sabía algo de ese retraso. Obviamente yo no tenía
ni idea, y me dejó preocupada. Aún así le dije “Pregunta en el colegio, ellos
te dirán si ha pasado algo”
A la media hora y visto que no volvían ni padre ni hijo, les
llamé por teléfono. Lo cogió Leo, con lo cual ya me quedé más tranquila.
Estaban juntos.
A la vuelta, bastante más tarde que de costumbre, se aclaró
el enigma: la taquilla de María, una de las mejores amigas de Leo (a veces nos
preguntamos si algo más) se había estropeado, y él, como buen caballero de
brillante armadura, se había quedado a ayudarla. Como consecuencia, María había
perdido el autobús, así que Josema la llevó también a su casa. Y eso lo
explicaba todo.
Pero esos momentos de incertidumbre debieron hacer mella en
mí… porque esta noche he soñado que nunca salió del colegio.
Que habíamos ido a esperarle y ahí no estaba.
Y que había pasado un día y seguíamos sin saber nada de él.
Y ese segundo día me daba cuenta de la magnitud del problema
y empezaba a asustarme y a angustiarme.
Hasta que de pronto he abierto los ojos, y me he dado cuenta
de que Leo estaba durmiendo plácidamente en su cama… y he respirado de alivio…
y me he vuelto a dormir.
Pero j*d*r, qué mal rato!!!!
Publicado por Sonia en 12:20 3 comentarios
Etiquetas: Josema, Leo, preocupaciones, sueños
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