domingo, 29 de agosto de 2010

LA CULPA FUE DE JACKIE CHAN





Dije en una entrada anterior que siento especial cariño (dentro del cariño que se puede sentir por alguien a quien en realidad no conoces de nada) por el actor chino Jackie Chan. Sin ser fan acérrima de sus peliculas, no puedo evitar sentarme ante la tele cuando empieza una de ellas, y a menudo me engancha más que otras películas de mayor categoría, sobre todo las de su época más auténtica, cuando filmaba con pocos medios y muchos porrazos en su ciudad de origen, Hong Kong.

Una de sus últimas películas de esa época, no sé si antes de su éxito en Hollywood, pero desde luego todavía rodada en Hong Kong y a la vieja usanza, es “El Supercop”. Con ese título, quizás no se pueda esperar una gran obra del séptimo arte, pero por algún motivo esa película se quedó grabada en mi cabeza. Sobre todo unas escenas al final de la misma, con una pelea en el tejado del Centro de Convenciones de dicha ciudad, desde donde se veía todo el paisaje de la misma, plagado de hermosos rascacielos que no tenían nada que envidiar a la mismísima Nueva York. Fue viendo esas escenas cuando me prometí a mi misma que si algún día viajaba a China, una de mis metas sería Hong Kong.

Como digo a menudo, soy afortunada, porque la he cumplido. Estas vacaciones, de forma un tanto precipitada, nos hemos embarcado en un viaje que hacía años que queríamos hacer. Un viaje que empezó siendo de bajo presupuesto y que casi duplicó su precio cuando decidimos añadir un par de días extra en Shanghai y la extensión a la ciudad de Hong Kong, de lo que no me arrepentiré en la vida porque fueron las dos experiencias más fascinantes de un viaje ya fascinante de por sí.

Y durante todo el tiempo que recorrimos la ciudad de Hong Kong, una amalgama de culturas con la fascinación de oriente y el progreso de occidente, que podría perfectamente haber estado sacada de la película Blade Runner, mientras buscábamos la tienda de Lego que destrozaban en la pelicula “El Supercop”, nos admirabamos de la inmensidad de los rascacielos o del interior del Centro de Convenciones, sentíamos perdernos el espectáculo de luces de la bahía que anularon como señal de duelo por el atentado en Manila, veíamos pasar esos estrechos tranvías de dos pisos que a duras penas caben por debajo de los enormes carteles luminosos que cruzan de un lado a otro de las calles en la zona comercial de Kowloon, pero sobre todo, cuando vimos su nombre en el paseo de las Estrellas (un paseo lleno de huellas de manos de actores y directores chinos, al más puro estilo Hollywood), no pude evitar tararear, al ritmo de los ya casi olvidados Gabinete Caligari, “La culpa fue de Jackie Chan”…

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