lunes, 19 de abril de 2010

LA VIDA ES JUEGO

Siempre he sido un poco reticente a dejar que según qué novedades tecnológicas entren en casa, y no tanto porque dude de su utilidad o porque no me gusten, sino porque sé que me van a complicar la vida. Cuando salieron los teléfonos móviles me resistí como una cosaca ya que, sí bastante odio le tengo al teléfono fijo y a que la gente se meta en mi vida de un timbrazo cuando estoy en mi casa, aún peor llevar ese incordio a cuestas fuera de casa y tener que estar constantemente localizada. Por supuesto, caímos en cuanto Josema tuvo que irse a trabajar a Madrid y ahora ya hay tres en casa (el mío particular, el suyo particular, y el suyo del trabajo). Y por supuesto, como imaginaba (no había que ser muy listo para hacerlo de todos modos), nos ha complicado más la vida, la gente se enfada si no lo llevas conectado o te lo has dejado en casa, y por supuesto, siempre suena en los momentos más inoportunos. Pero admito que las ventajas que tiene, sobre todo en los viajes (se acabó buscar una cabina cada vez que llegas a destino y que encima ésta esté ocupada o no funcione) superan a las desventajas…

Luego estuvo internet, que en este caso me parece uno de los mejores inventos del siglo (en realidad, tanto internet como los teléfonos móviles me parecen las dos grandes revoluciones del siglo XXI, las que han cambiado el mundo, y no el viaje espacial como soñaban nuestros abuelos), y que me encanta, pero que durante mucho tiempo intenté restringir al ámbito del trabajo porque sabía perfectamente que me iba a robar todo el tiempo libre disponible en cuanto la instalase en casa. Como así ha sido. O las cámaras digitales, que para mí, sólo han conseguido desbancar a las cámaras tradicionales en la comodidad de uso (eso de poder hacer mil fotos en una tarjeta, y verlas una vez hechas), pero que pienso que dificilmente mejorarán la calidad de las fotos sobre papel, y que además te fuerzan a verlas en un dispositivo o a gastar tinta de la impresora para imprimirlas (aún no he conseguido entender que ventaja tiene una reflex digital con una digital normal, si en ambas ves exactamente lo que fotografías).

Pero quizás el artilugio al que más tiempo me resistí, fueron las consolas de videojuegos. En primer lugar, nunca he sido de jugar a juegos de ordenador. Me pongo muy nerviosa, sobre todo con los juegos en los que o matas, o te matan, y me hago un lío con los mandos, así que no me gusta nada jugar. La única excepción son los juegos de puzzles o diálogos en los que puedo pensar la respuesta el tiempo que quiera (y tienen pocos mandos), como Hotel Dusk, el único juego que me he pasado yo enterito y sin ayuda. Sin embargo, siempre he sido, soy y sere una friki de ver jugar. Recuerdo viejos tiempos en los que nos quedabamos hasta las tantas en casa de nuestro amigo Miguel Ángel viéndole pasarse enteros juegos como el Full Throttle de Lucas Arts, o la noche que él mismo se pasó entero en mi viejo Mac el clásico Dragon’s Lair (con dibujos de Don Bluth). Era (es) como ver una película interactiva.

De nuevo la cosa cambió cuando Leo estuvo enfermo, y sus abuelos le compraron la PS2 para hacerle más llevadera su larga estancia en el hospital. A pesar del tiempo que me pegué dándole largas, al final la consola entró en casa. Que fue hija única durante un año largo, hasta que a la vuelta de Japón, tras recorrernos todos los centros Pokémon del itinerario, cayó una Nintendo DS. Y para la comunión, aunque yo no le veía ninguna mejora sobre lo que ya teníamos, la Wii. Josema se apuntó al carro y no recuerdo si en un aniversario o un cumpleaños le regalé la PSP amarilla de los Simpson. Así que finalmente, las navidades pasadas, Leo consiguió la mejorada PS3 (ahora lo que necesitamos es una tele en la que sacarle partido, porque la verdad es que en nuestra vieja Sony de la lista de bodas – hey, hoy hace 13 años!! – apenas se leen las letras), y a estas alturas ya solo nos falta la Xbox (eso sin contar un par más de DSs y otra PSP para que Leo juegue al Invizimals con sus compañeros de clase). A la que Josema ya le tiene echado el ojo, por cierto. Está visto que con estas cosas, cuando haces pop!, ya no hay stop…

PhotobucketTengo que admitir que no me arrepiento de que hayan entrado en casa. En general no nos han robado mucho tiempo, y me han permitido vivir, junto con Josema y Leo, aventuras como las de Lara Croft (a quien ya le he dedicado un par de entradas) o el último Principe de Persia, que me gustó tanto visualmente que ya tiene versión en resina en casa. A veces, hasta me fastidia que una historia, como el Assassin's Creed, se quede a medias por falta de interés del jugador, porque es como si me dejasen la película a medias. Cuando me dicen que van a jugar a uno de esos juegos, corro al sofá y me quedo mirando la tele como no han conseguido películas ni series (con honrosas y escasas excepciones como Mujeres Desesperadas).

Lo que no esperaba era acabar enganchada, como nos hemos enganchado últimamente, a un nuevo videojuego, en este caso de rol, el Dragon age: Origins. Que fue un juego que Leo le regaló a su padre para el 19 de Marzo (qué graciosos estábamos, los dos en la FNAC con el videojuego escondido para que no nos lo viese a la hora de pagar, que si nos llega a ver algún dependiente se cree que lo estamos robando, para que a la larga en la caja se descubra el pastel y el pobre Josema se vea azorado y sin saber que decir ante la iniciativa de su hijo). Que todos teníamos nuestras reticencias: Josema llevaba bastante tiempo dedicando una tarde a la semana, en uno de los PCs de mis padres (en casa usamos Mac) a jugar al juego aleman Drakensang, de temática similar, y temíamos que este no le llegase a la suela del zapato. Que además, ya en la portada, anunciaba una orgía de sangre para mayores de 18 años.

Y fue estrenarlo y vernos, los tres, enganchados a la pantalla del televisor, viviendo con Josema (a los mandos) las aventuras de su elfa Lyna (claro caso de desdoblamiento pejotil), disfrutando sobre todo de las conversaciones, en general ingeniosas, y las interrelaciones con unos personajes sorprendentemente bien creados. Bromeando incluso con ligarnos a alguno de ellos… hasta que hacia el final del juego descubres que puedes hacerlo… Sintiéndonos incluso abrumados cuando de pronto nos vemos abocados a elegir, entre el apuesto, un poco tímido, y heroico guerrero humano (quien tiene hasta club de fans y todo), o el amoral, morboso, atractivo irredento Don Juan (¡si incluso tiene acento español, aunque el juego esté integramente hablado en inglés!) del asesino elfo…*

En fin, que de pronto me veo que un juego, un simple videojuego, que ni siquiera tiene una gran animación ni una historia superoriginal, está empezando a remover mis emociones como en su día hacían las buenas partidas de rol (no os podeis imaginar lo nerviosa que me fui a la cama la noche en que llegamos al punto en que uno de los dos PNJs se declaró a nuestro personaje…), y hasta nos hemos lanzado, tanto Leo como yo, a crearnos nuestros propios personajes para poder explorar otras opciones de la historia (entre otras, en el caso de Leo, la de llevar un personaje masculino).

Algo especial tiene que tener, de todos modos, cuando me encuentro con las voces del inefable Tim Curry y Claudia Black (de la fabulosa e imprescindible serie de TV Farscape) en el reparto. Y más aún cuando termino mi parte de introducción y resulta que tengo en mi equipo un traje de novia (ni que me hubieran diseñado la partida a medida, la verdad), aunque sea un traje feo, que no tiene nada que ver con los que a mí me gustan (el diseñador de trajes femeninos de ese videojuego no entiende precisamente del tema, no)…Y me acuerdo de aquel viejo anuncio de la PlayStation, aquel fantástico slogan que siempre relacioné, más que con los videojuegos, con los juegos de rol de toda la vida:

Al verme, jamás pensarías que he dirigido ejércitos, y conquistado mundos. Y aunque para lograrlo he dejado a un lado la moralidad, no me arrepiento. Porque aunque he llevado una doble vida al menos puedo decir…
… que he vivido.




* En este punto acabé forzándole a elegir al humano, y es que siempre he sido de las que se quedan con el buenazo inocente, por mucho morbo que digan que a las chicas nos dan los canallas amorales. Siempre fui de las que prefieren a Luke Skywalker antes que a Han Solo. Y por lo que veo, no soy la única.

Nota 2: Las imágenes de los maromos de torso desnudo, para las viciosillas que ya os estáis preguntando de dónde han salido, no son del videojuego (los gráficos no tienen ni de lejos esa calidad), pero sí representan a esos personajes, el humano, Alistair, a la izquierda, y el elfo, Zevran a la derecha, y están sacados de este magnífico Deviantart.

3 comentarios:

Nicasia dijo...

Vaya yo tambien estoy enganchada al Dragon Age y eso que no soy en absoluto una jugona, Ismael tiene la Xbox 360 y se compró una tele monstruosa para jugar a lo grande. Yo prefiero sentarme a su lado y hacer de "copiloto"
Respecto a los móviles, me olvido el mio con tanta frecuencia...

Han Solo dijo...

que te juegas a que te lo pasas bien jugando?
jejeje
besos de Sombrerero Loco

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