viernes, 5 de febrero de 2010

LIBROS DE NIÑOS NO TAN PARA NIÑOS


Hace poco he leído algo sobre el fenómeno de los libros para jóvenes que están siendo un éxito de ventas entre los adultos. Sagas como Harry Potter (y que conste que no soy una gran fan de esta saga, pero al menos ha conseguido que mucha gente joven lea) o Crepúsculo (a pesar de muchas cosas, sí) enganchan a padres e hijos por igual, y cuando ves la calidad de algunos libros “para adultos”, tampoco te sorprendes tanto. Aunque a mi lo que me sorprende es, como tantas veces, que descubran eso ahora como si no hubiera pasado nunca (y mira que conozco gente que se ha leído “El principito” de adultos).

Porque sinceramente, dada la calidad (y la amenidad) de algunos libros “para adultos”, desde que tengo uso de razón me he ido de cabeza, en la revista de Círculo de Lectores, a la sección de literatura juvenil. Y es que cuando te gusta la fantasía, muchas veces tienes que ceñirte a esa triste etiqueta (porque en el fondo, todas las eytiquetas son tristes, ya que conllevan un prejuicio), ya que en cuanto en un libro salen hadas, elfos o dragones, o es Tolkien, o es subrealista, o ya te lo engloban sin leerlo en literatura juvenil (y porque a menudo tienen demasiadas páginas para poder etiquetarlo como literatura infantil directamente) – las contadísimas excepciones lo son o bien porque las editan editoriales que saben lo que tienen entre manos (como la experimentada Gigamesh, que se hizo muy a tiempo con el filón de “Canción de Hielo y Fuego”) o porque los contenidos de violencia o sexo son tan evidentes que salta a la vista la imposibilidad de encasillarlos en el género juvenil (eh, esto también se puede aplicar a “Canción de Hielo y Fuego”).

Así que yo estos días me he leído el maravilloso “El libro del cementerio”, de mi siempre admirado Neil Gaiman, y como cuando leí Stardust, lo he cerrado con un suspiro y he sentido que se acabase, y aunque desde luego tengo la sensación de que está escrito pensando en que lo lea un niño, no he podido evitar encontrar muchos niveles en su lectura, muchos detalles que un niño no entendería, y un poco de pena porque creo que Gaiman, si no se hubiera constreñido a la idea de hacer un libro infantil, todavía podría haber sacado más partido a una gran historia, no tanto por su argumento (quizás la premisa quede un tanto coja), sino sobre todo por la pequeñas historias menores que encierra (la de la bruja es desde lejos mi favorita) y como siempre, por la forma maravillosa que tiene este hombre de contarlas. Es un libro que en cuanto lo he terminado se lo he pasado a Leo, y la pena es que con los libros de lectura del colegio, no le está dando tiempo a leerselo al ritmo que debería, pero me enorgullece ver que, por fin, un libro como Dios manda, que no sea uno de esos refritos de “El barco de Vapor” (colección que encierra perlas, no lo niego, pero también muchos despropósitos de esos que confunden la literatura para niños con literatura para tontos), y que le haga querer leer más cosas del mismo autor.

En verano también cayó en mis manos “Tamsin”. Este libro venía avalado por ser obra de un poco prolífico autor al que adoro, Peter S. Beagle, que me enamoró con “El último Unicornio”. Y de nuevo venía con la etiqueta de “juvenil”, agravada por el hecho de que según el propio libro, la historia había empezado siendo un proyecto para la compañía Disney. Pero Beagle, como siempre, va más allá. Tras un comienzo un poco flojo, efectivamente, “infantil” (adolescente con problemas de adaptación, la constante en todos los libros juveniles, aunque da igual porque para hacer el libro “adulto” solo teneis que cambiar el personaje por “escritor sin inspiración”, “periodista fracasado que intenta solucionar un enigma” o “exmarine borracho que intenta rehacer su vida”), la trama se enreda con una historia de fantasmas que te atrapa para conducirte a un final colosal, aprendiendo de paso muchos detalles sobre la mitología anglosajona. Y a pesar de tener muchos elementos en común con el Libro del Cementerio (dos libros en los que los fantasmas no te dan miedo, sino que acabas encariñándote con ellos), son completamente diferentes. Y que no me pongan en duda su calidad literaria, por favor.

El otro libro “juvenil” que leí, justo a continuación de éste, ha sido “Graceling”, y aunque no lo pondría en mi lista de los 10 mejores libros de la historia, de nuevo me ha sorprendido verme atrapada en una historia ágil, bien escrita, atractiva y con tintes inesperados. No me atrevo a ponderar su originalidad, pero desde luego, el argumento al final ha tenido poco que ver con la idea preconcebida que me había forjado al leer la contraportada y eso me ha sorprendido varias veces, lo cual siempre es de agradecer, porque con eso ves que no te están contando la historia de siempre (o al menos, la han disfrazado mucho mejor que en otros casos). Aún no sé exactamente por qué ese libro venía como literatura juvenil, a menos que sea porque los protagonistas son jóvenes (pero no adolescentes), y no aparece sexo ni violencia explícitos… ah, claro. Será por eso. (Porque violencia sí que hay - y sexo, pues también se sugiere, oigan)

En resumen, lo llamen como lo llamen, nos digan lo que nos digan, yo no tengo reparos en buscar en las estanterías de literatura juvenil mi próximo libro de fantasía, porque sé que muchos pequeños grandes momentos se esconden entre esas hojas. Aunque no descarte otros géneros, otras edades, otros autores. Hay muchos mundos que visitar. Y los libros, todos, son una puerta maravillosa para acceder a ellos.

1 comentarios:

Nicasia dijo...

Tomo noto de este libro...

 
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