lunes, 15 de febrero de 2010

JUZGAR UN LIBRO POR LA PORTADA

En diciembre vi un libro en la Fnac, y como dice con cierto humor un buen amigo, “se me quedó pegado a la mano”. Vamos, que tuve que comprarlo y llevármelo a casa porque algo en la portada me susurraba al oido y me seducía enormemente. El libro era “La mecánica del corazón”, y la portada mostraba un dibujo delicioso y ofrecía un argumento tierno, original y con cierto aire Tim Burton/Neil Gaimanesco que me hizo caer en la tentación.

Al final resulta que me equivoqué. O quizás no, con muy contadas excepciones (particularmente los libros que me parecen panfletos propagandísticos de ideas con las que no comulgo), nunca he considerado un error comprar un libro. Pero he de reconocer que este me decepcionó. La historia era tierna y no estaba mal contada, pero me quedé con la sensación de que podría haber sido algo más, podría haber estado mejor trabajada… podría haber sido un libro más maduro, y no el cuento infantil que al final resultó ser, a pesar de que, mira por donde, y contradiciendo lo que comentaba en esta entrada, lo vendían más para adultos que para adolescentes. Misterios de la publicidad, en cualquier caso.

En resumen, juzgué a un libro por su portada, a pesar de que el dicho recomienda con insistencia que no lo hagamos, y me llevé lo que me merecía, un libro con una portada preciosa, y poco más.

El caso es que hace unos días (somos reincidentes, sí), volvimos a pasar por la Fnac, y esta vez mis ojos se fueron de cabeza a un libro de ilustraciones, Genealogía de una bruja. Era una bonita oferta: cuento ilustrado, libro de ilustraciones y bolsa de regalo, todo en el mismo pack. Y de nuevo la portada me llamaba con canto de sirena. Aunque esta vez iba sobre seguro: la portada de un libro de ilustraciones es más fiel al interior del mismo que si solo vas a encontrar texto. Así que puse ojitos, y al final se vino con nosotros como futuro regalo de San Valentín.

Mi ajetreada vida estos días me permitió ser muy formal y no abrir el libro hasta la fecha señalada, ayer domingo… Y esta vez, no me defraudó. El cuentecito ilustrado no deja de ser un cuento sencillo, una simple excusa para engranar las deliciosas ilustraciones. El libro de ilustración es simplemente maravilloso. Y el estilo… ese estilo me recuerda algo… Miro el folleto de publicidad que venía con el libro… Quizás los otros libros que anuncian son del mismo autor? Benjamin Lacombe… pues no, no coincide con ninguno de los otros, que además no me han flechado como este… Entonces, ¿dónde he visto ese estilo, esos ojos enormes, ese colorido con riqueza de rojos y negros que me recuerda en algunas cosas al también francés Yslaire?...

Y se me hace la luz, y corro a coger mi ya aparcado ejemplar de “La mecánica de corazón”, y miro la hermosa, delicada portada, que parece sacada de una caja de música, y paso a los créditos y leo el nombre del autor. Benjamin Lacombe. Eso explica muchas cosas.

Este hombre va a ser un peligro. Por que no hay que juzgar un libro por su portada. Pero las portadas de este hombre son taaaan hermosas….

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