domingo, 3 de enero de 2010

FELIZ GUARRO VIEJO

Este fin de año nos hemos ido al Monasterio de Boltaña, por hacer algo diferente. Ha sido una pequeña escapada familiar, Josema, Leo y yo solicos. Cena (exquisita, y con una orquesta bastante buena) y baile (con una discomovil que nos aguó la noche porque sólo sabían poner pachanga y además de la cutre). Luego desayuno, visita al pueblo, hora en el spa (muuuuuuy pijo, los baños Japoneses y los de Budapest nos han acostumbrado a cosas más naturales) y visita nocturna al precioso pueblo de Ainsa, donde los efectos del agua a presión se hicieron notar en mis cervicales y casi se nos fastidia la fiesta.

A la vuelta, como Leo se había quedado chafado porque no nos nevó, dimos un rodeo y encontramos algo de nieve, y vimos algunas de las maravillas del Pirineo como el Collado de las Hadas o el precioso pueblo de Roda de Isábena. Pero la guinda del pastel la puso el retorno a casa: nuestros maravillosos vecinos habían celebrado su fiesta de Año Nuevo el día anterior (o quizás la de Nochevieja, a saber), habían sacado la bolsa de la basura al rellano con sus correspondientes restos de pescado y marisco que, dos días después, olían que apestaban, y por supuesto, pasaban olímpicamente del tema.

No era la primera vez que lo hacían: si algún día no había recogida de basuras por ser festivo (como este caso) y se les ocurría dejar la bolsa en la puerta, ahí se quedaba hasta que al día siguiente por la noche la recogía el portero. Unas navidades incluso dejaron TODOS los cartones de TODOS los regalos de los nietos, que no se podía ni pasar de la escalera a nuestra puerta, y pese a que les llamé la atención, ahí siguieron todo el puente. Pero al menos eran cartones: la impresión que daban (encima esa noche vinieron a cenar mis suegros y tuvieron que apartarlos todos para pasar) era pésima, pero no olían mal.

A pesar de que había luz en su casa, llamé a la puerta varias veces y nadie me respondió, así que al final les pasé una nota por debajo de la puerta. La nota decía que dejar la bolsa con pescado podrido durante tres días era antihigiénico y que por favor, la bajasen al contenedor o daría parte a Sanidad. No la firmé, es cierto. Pero al día siguiente cuando salimos de camino a casa de mis padres la bolsa seguía ahí (daba arcadas cada vez que abrías la puerta) y oí como cuchicheaban al otro lado, así que llamé al timbre. No les quedó más narices que abrirme. Cuando les comenté que si no iban a bajar la bolsa al contenedor se me pusieron como fieras diciendo que si les había mandado un anónimo, que si patatín que si patatán. Pero ¿qué tonterías dices de anónimo, si ahora estoy dando la cara, gilipollas? Y si ayer no te dio la gana abrir, no me vengas con historias. En fin, malas caras, malos modos, y por supuesto, y a pesar de que el hijo, que pudo poco, pudo mucho, me dio con la puerta en las narices, aseguró que sí, que sí, que luego la bajaba al contenedor, cuando volvimos por la tarde la bolsa seguía ahí, apestando todo el rellano. Solo desapareció cuando la recogió el portero (porque según ellos, es que ese es su trabajo y para eso le pagan, va a ser que tiene que venir el hombre después de las uvas por capricho de unos guarros que se las dan de señoritos), dentro de su horario habitual de trabajo, por supuesto. Sobre todo seriedad.

En fin, un comienzo de año de lo más prometedor. A pesar de que me quejé a la Comunidad de Vecinos, me dijeron que poco se podía hacer, excepto comunicarles la queja. Pues que se la comuniquen, porque a partir de ahora y vista su actitud, cada vez que vea una bolsa suya en el rellano lo voy a pregonar a todo el vecindario. Aunque imagino que de poco servirá – a mí se me caería la cara de vergüenza, de hecho, si algún día saco la basura un poco tarde y me la encuentro al día siguiente en la puerta cuando voy a trabajar, me pongo como un tomate y la bajo corriedno al contenedor. Pero claro, hay gente que no sabe lo que es eso de la vergüenza. Ni el respeto, ni la educación. Aunque claro, a lo mejor tampoco saben lo que es un esternocleidomastoideo o un ornitorrinco. Vamos, que su coeficiente intelectual llega a dos cifras de pura casualidad. Si no no se explica…

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