lunes, 25 de enero de 2010

AL SEÑOR ALEMÁN ME LO CARGO SÍ O SÍ


En algún momento del verano pasado, quizás durante el concierto que vimos en Viena, se nos ocurrió a mi marido y a mí (tanto monta, monta tanto) que, dado que la ilusión de la vida de mi madre era ver algún día en directo el concierto de Año Nuevo en Viena, podíamos regalarle las entradas y el viaje un año de estos por aquello de que hoy es hoy y de que a pesar de todas nuestras diferencias (sobre todo respecto a la limpieza y mantenimento de la casa), la queremos. Así que a la vuelta del viaje, todavía más animados cuando, al contarles el conciertEnlaceo que habíamos visto, mi padre comentó “¿Quizás tu madre se conformaría con esto?”, me dediqué a informarme sobre precios, horarios, y, sobre todo, como conseguir las entradas para dicho concierto.

Aparte de los precios, que me dejaron con la mandíbula desencajada (700 euros por butaca?????), la principal dificultad estaba en que, dada la gran demanda de (ricachones) que querían comprar entradas, estas se adjudicaban por riguroso sorteo. Esto es, tenías que apuntarte en una lista de espera para ver si tenías la oportunidad de gastarte una pasta en las entradas correspondientes. El plazo se abría unos días en enero, y en Marzo te contestaban diciendo si tenías derecho a pagar el pastón o no. Y encima agradecidos, oigan.

Bueno, un año es un año, y la ilusión de la vida de una madre vale la pena, así que decidimos que este año lo intentaríamos, a ver que pasaba. Y lo apunté en algún rincón de mi cerebro y me dije “En enero lo miraré”. Sin decirle nada a mi madre, por supuesto. Queríamos que fuese una sorpresa.

Y en enero, concretamente ayer día 24, domingo, mientras mi madre me enseñaba unas fotografías de Brujas que le habían mandado por email, me acordé. ¡Mierda! ¡El sorteo del Concierto de Año Nuevo!. Con todo el sarao del cambio de trabajo y esas cosas, no me había ni acordado de mirarlo en todo el mes. Así que me cambié el anillo de dedo para que lo primero que hiciese al poner el ordenador al llegar a casa fuese mirar la página de la Filarmónica de Viena y apuntar, rápidamente, todos los correos electrónicos que me permitiese el sistema y la dirección IP para tener el máximo de oportunidades posibles.

Así que dicho y hecho, llego a casa por la noche, abro la página y leo “El plazo es del 2 de enero al 23 de enero”. Por un momento, mirando un calendario equivocado, creo tener una mínima esperanza: “Hoy estamos a 23, ¿no?” “No”, me dice Josema. “23 fue el sábado. Hoy es 24”.

Desilusión, cabreo conmigo misma y desesperación. Por más que miro y remiro la página, los muy puñeteros lo tienen bien calculado: si había algún enlace para apuntarse, ya lo han borrado. Se me ha pasado… ¡por un puñetero día!

Y me siento estúpida, cabreada y con ganas de darme yo misma de collejas, porque ahora, hasta el año que viene, no tendremos otra oportunidad de intentarlo (ni siquiera de conseguirlo, solo de intentarlo) y todo por mi maldita cabeza despistada monotarea que sólo puede estar pendiente de una cosa a la vez: en este caso, el cambio de trabajo…

1 comentarios:

Nicasia dijo...

No te puedes imaginar lo identificada que me he sentido con esta historia!!!!Yo también sufro los estragos de un cerebro monotarea y si solo lo sufriese yo, pero lo malo es cuando mis despistes tocan la moral a la gente que vive conmigo. Desesperante

 
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