domingo, 30 de agosto de 2009

¿QUÉ ES LA PAZ?

Una de las ventajas (o desventajas) de cumplir años en Agosto es que a menudo me pilla de vacaciones en algún sitio fuera de mi ciudad. En este caso, nos ha pillado volviendo de nuestro viaje: desayuno en Praga, carretera y manta, y pausa en Nuremberg para comer, y, de paso, visitar el casco histórico de esta preciosa y no tan conocida ciudad alemana.

En realidad para mí Nuremberg no es una completa desconocida, dado que he tenido familia allí (creo que ahora se han desperdigado por otros lugares del mundo, pero hace unos años todavía se les podía localizar en dicha ciudad). Así que años ha, aprovechando otro viaje de verano, les hicimos una visita, y ya me llevé la misma sensación que me he llevado ahora.

Nuremberg, como otras tantas ciudades europeas, fue casi destruida durante la Segunda Guerra Mundial. En su caso, y quizás por su fuerte vinculación con el partido Nazi, da la sensación de que el ejército enemigo se cebó en ella con cierta alevosía, y ya la primera vez que estuvimos nos sorpendió encontrar carteles con fotos de las ruinas del casco antiguo medieval (que ahora ha sido reconstruido magníficamente) y el texto en alemán “Nunca más”: Qué quereis que os diga, me da igual el bando en que estuvieran, se me puso un nudo en la garganta. Todavía más cuando mi tío nos llevó a ver el monumental estadio en el que Hitler daba sus discursos, ocupado en aquella época por las tropas americanas (hablo de antes de la caída del muro de Berlín, en que en el reparto de Alemania entre los vencedores Nuremberg les tocó a los Estadounidenses), que impedían el paso al mismo a los ciudadanos alemanes mientras los hijos de los soldados americanos lo utilizaban para jugar al béisbol. En ese momento, hasta me pareció natural que en Alemania estuvieran volviendo a resurgir pensamientos neonazis... No sé, ¿cómo os sentiríais vosotros si viniera gente de un país que en realidad nunca ha tenido nada que ver con las ansias de conquista (justificadas o no) de vuestros antepasados, y ocupase un monumento, como puede ser el Valle de los Caídos, por poner un ejemplo de ideología similar, y lo tuviera de patio de recreo para sus hijos, sin dejar entrar a la gente de la ciudad? A mi me parecería humillante, la verdad, y prepotente por parte de los vencedores.

Este año no llegamos a ver dicho estadio, y los carteles que digo ya no estaban, pero en la iglesia de San Sebaldo, en pleno centro de la ciudad, todavía exponían una pequeña muestra del proceso de restauración de la misma. El texto que acompañaba a las fotos, que se pueden ver en esta página web (aunque el texto es diferente), estaba en varios idiomas, entre ellos el español, y era desgarrador. Referencias a cientos de años de cultura derribados por los suelos, a inocentes que pagan las deudas de los errores cometidos por sus gobernantes, y una pregunta, una pregunta que te pone un nudo en la garganta:

¿Qué es la paz?

¿Acaso es pasear entre las ruinas sin miedo a la caída de las bombas?

Recuerdo haber sentido algo parecido (incluso más intenso) cuando visitamos Hiroshima en 2007. El parque de la Paz, hermoso, apacible, relajante, está plagado de pequeños monumentos que te ponen los pelos de punta. No sólo el de la niña Sadako, cuya historia es quizás la más conocida, sino también ese monumento a la madre en la tormenta, intentando salvar de forma imposible a sus hijos del viento nuclear. O ese monumento a las niñas de un colegio, que se encontraban precisamente allí haciendo un simulacro cuando estalló la bomba. Y no sabes qué te afecta más, si el hecho de que murieran allí todas esas vidas inocentes, o que los Estado Unidenses (sí, de nuevo ellos) prohibieran al gobierno japonés utilizar las palabras Bomba Atómica en los monumentos a sus víctmas, por lo que tuvieron que esconderla bajo la fórmula e=mc2 (formas curiosas de eludir la censura, como aquella ingeniosa conmemoración española de los “25 años de Paz y Ciencia”, auténtica, de la que existen sellos y todo).

Me parece muy bien que la historia la escribran los vencedores, y estoy de acuerdo en que durante la Segunda Guerra Mundial, la ideología Nazi era moralmente nefasta y Hitler era el malo de la película, pero de algún modo, no puedo evitar indignarme al pensar en que Nuremberg no sólo era el lugar dónde Hitler daba sus discursos. Era también una ciudad, con sus gentes, sus trabajadores que madrugaban todos los días, sus niños que iban al colegio. Gente a quien Hitler ni les iba ni les venía, simplemente les cayó encima como otro gobernante más, y que pagaron, sí, pagaron muy caro, y sobre todo, por parte de un país que se inmiscuyó en la guerra sin que le afectará lo más mínimo (y que ahora aún llora la destrucción, ínfima en comparación, aunque una sola vida humana ya sea una pérdida incalculable, de sus torres gemelas), con sus vidas, sus hogares, su historia y su cultura.

Y me entran ganas de llorar, y me avergüenzo del género humano.

miércoles, 26 de agosto de 2009

FENÓMENOS MÁGICOS

A menudo me debato entre la racionalización más lógica y la fantasía más desbordante. Una parte de mí analiza todo y duda hasta de la persistencia del alma tras la muerte porque científicamente me resulta inconcebible, y otra parte de mí cree en las hadas (dicen que si dejas de creer en ellas, muere una, y no pienso tener ese cargo en mi conciencia) y tiene auténtico pavor a los fantasmas. Qué quereis que le haga, soy incongruente y bipolar, como tanta gente.

No sé si mi vida ha sido más o menos interesante que la de otras personas, pero he vivido algunos momentos que me hacen replantearme la parte racional, la parte científica y lógica a lo Mr. Spock que es él único rasgo que reconozco en mi de lo que dicen debería ser mi signo del Zodíaco, Virgo. No es que muchos de ellos no tengan explicación científica, que la tienen, pero esos momentos te hacen creer en la magia, de alguna forma.

Hace muchos años, no recuerdo exactamente la fecha, pero debió de ser a principios de los 80, me fui de campamentos con mi grupo de Guías y con mi entonces inseparable y siempre muy querida prima Marga. Aguantamos hasta la visita de los padres – cuando normalmente los campamentos eran momentos de alegría, diversión y cierta independencia de la familia, ese año no sé en que fallaron que, pese a tenernos la una a la otra, mi prima y yo decidimos que no queríamos seguir allí. Así que cuando vinieron mis padres y mis tíos con la caravana y una tienda de campaña de repuesto para pasar el fin de semana con nosotras, directamente hicimos el equipaje, abandonamos el campamento y nos fuimos a pasar la noche con ellos.

Era verano, Junio o Julio, si mal no recuerdo, y creo que llovió, incluso nevó un poco esa noche (las noches en el Pirineo siempre son frías). Al estar con nuestros padres, nos permitimos el lujo de trasnochar y ver las estrellas. Y aquella noche, de luna llena, un arco iris de color blanco cruzó el cielo y nos dejó sin habla.

Podría creer que lo he soñado, pero todos mis familiares allí presentes recuerdan aquel arco iris (técnicamente, no es iris, pero en fin) igual que yo. Y en realidad, tampoco es un fenómeno mágico, aunque nos lo pareciera, sino que parece ser que a veces, en determinadas condiciones atmosféricas, se puede dar. Nos dio igual. Para nosotros, aquello fue una especie de magia.

Recuerdo otro momento similar, en la Bretaña Francesa, en la pequeña localidad de Huelgoat. Bretaña está llena de mitos y leyendas, que por cierto los ingleses han conseguido hacer suyas (parece ser que el mito del Rey Arturo nació allí, y no en la Inglaterra romana como nos quieren hacer creer), y pasamos un verano descubriendo esa parte de la mitología y recorriendo lugares en los que podías respirar la magia de Merlín.

Se supone que en Huelgoat, zona cubierta de enormes rocas de aspecto extraño y rodeada de verdes colinas y lagos, se esconde la tumba del Rey Arturo; o mejor dicho, la gruta dónde reposa hasta que vuelva a ser necesitado y despierte a la vida de nuevo. Llegamos al atardecer, así que poco pudimos explorar, pero tras recorrer rocas y parajes en sombras durante un rato, decidimos parar a cenar una deliciosa crepe en un pequeño café a la orilla del lago. El sol se estaba poniendo, y a la luz rojiza se levantó una suave niebla del lago. La sensación era tan irreal que no nos hubiera sorprendido ver salir a la Dama del Lago de sus aguas.

Cuando recuerdo aquel momento, no puedo evitar volver a recordar esa cita de “La Historiadora” que transcribí en esta entrada. Me muero por volver a la Bretaña, pero seguro, segurísimo, que no volveré a ese mismo Huelgoat mágico.

Este año, mientras recorríamos Centro Europa, me ha venido a la cabeza un recuerdo extraño, confuso, que no sé si es cierto o si lo soñé. Una parte de mí quiere recordar que en Galicia ví el Rayo Verde. El Rayo Verde lo conocí a través de la adaptación al comic de la novela homónima de Julio Verne, y me pareció algo tan mágico y tan hermoso, pese a que según Verne era un fenómeno atmosférico con explicación científica, que lo he llevado siempre clavado de algún modo en mi corazón. Por eso me sorprende no recordar con claridad si lo vi o no. Me parece recordarme obsevando la puesta de sol en alguna de nuestras rutas, cerca de Vigo, y de pronto haber visto el destello, pero en ese caso, ¿por qué no lo recuerdo con tanta claridad como el arco iris blanco o la niebla de Huelgoat? ¿Quizás en realidad lo soñé? No lo sé, y no creáis que no me fastidia.

De lo que no tengo ninguna duda es de lo que he visto hoy en Budapest. No sé lo que era, pero sé lo que he visto.

Íbamos caminando por la que quizás es la calle más turística de esta ciduad, la Vaci Utca, calle peatonal llena de tiendas y de turistas, ya casi al final, donde se cruza con la avenida que va a dar al puente de Elzebeth. De pronto oí el revolotear de un insecto, un sonido extrañamente fuerte, como de un insecto de alas muy poderosas. Mi fobia a los insectos me puso en guardia y mi curiosidad me hizo volverme, y vi un insecto (o eso me pareció al principio) bastante grande que se elevaba con cierta lentitud. Me pregunté qué insecto sería: nunca había visto uno tan grande ni tan raro. Tenía alas como de libélula, pero no volaba en posición horizontal, como una libélula normal (y NO tenía forma de libélula, para nada), sino ligeramente en diagonal, como las mariposas. Era grande, como digo, el cuerpo parecía medir unos 4 cms de largo y las alas, transparentes sobresalían otro tanto.

La curiosidad venció a mi repugnancia y me fijé un poco más mientras lo veía elevarse. El cuerpo, de color gris oscuro, era extraño. No lo pude ver con detenimento, y sólo a posteriori me di cuenta de que tenía una extraña forma humanoide. No era exactamente humana, entendedme... era más bien como el hada insectoide que aparece en “El Laberinto del Fauno”, con la parte infrerior del cuerpo muy delgada que acababa en un par de filamentos que parecían zapatitos.

Lo que quiera que fuese aquello terminó de elevarse y se perdió muy alto por encima de mi cabeza. Fue real, MUY real, y sinceramente, no sé lo que era. Mi parte mágica quiere creer que efectivamente, era un hada. Mi parte racional dice que seguramente era algún insecto que desconozco. ¿Con qué versión os quedáis vosotros?

lunes, 17 de agosto de 2009

EL CASTILLO MÁS BONITO DEL MUNDO

Primera etapa de nuestro viaje. Hay pocos lugares a los que les pueda dar un calificativo así sin dudarlo, pero creo que en este caso es apropiado. El castillo de Neuschwanstein, en la Baviera alemana, es, sin lugar a dudas, el castillo más bonito del mundo. Y no sólo por su arquitectura en sí, digna de Disneylandia, sino también por el entorno.

Sobran las palabras.

 
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