miércoles, 23 de diciembre de 2009

I BELIEVE IN ANGELS

Más de una vez he dicho que me considero una persona afortunada. No en el terreno de la suerte pura, de los juegos de azar (en ese sentido soy un auténtico desastre, por eso no me veréis comprar un décimo de lotería por voluntad propia), sino en el de las cosas importantes: salud, dinero y amor, que diría Antonio Lobo... De hecho, siempre digo que mi ángel de la guarda se lo curra muchísimo, y, si os preguntáis que hace una agnóstica como yo creyendo en el ángel de la Guarda, pues os diré que sí, que soy así de incongruente. Como en cierta canción de ABBA que solía canturrear cuando tenía 13 años, para delicia de mi abuela que debía ser la única que pensaba que yo tenía buena voz... “Creo en angelitos, que me cuidan siempre de caer...”



La cosa es que en general, siempre he creído que tenía algo o alguien que velaba por mí, porque si no no se explica que en general todas las empresas importantes de mi vida hayan salido tan bien. Vale que el esfuerzo personal influye, que a nadie le regalan nada y que si me saqué la carrera a la primera fue por que hinqué codos, y si no me ha faltado trabajo ha sido porque me he presentado a todas las oportunidades que me han interesado. Pero otros hacen lo mismo y no lo consiguen. Me presenté a una oposición pensada para consolidar el empleo de los que ya habían estado trabajando sin ninguna posibilidad de conseguir plaza por falta de experiencia, y entré – por los pelos, pero entré. No conseguí plaza fija en el Hospital de Teruel y me surgió el Reingreso Provisional en el Royo Villanova, en Zaragoza.

Ahora, como conté en su momento, y debido al baile de traslados, me iba a tocar irme a Calatayud. Que probablemente sea un sitio estupendo para trabajar, pero que ante la perspectiva de hacerme 180 kms. diarios se me ponían los pelos de punta.

Y va ayer día 22, tranquilitos, de sobremesa, a las 3 de la tarde, y suena el teléfono. Josema mira el número: termina en 00. “Creo que es de un hospital”, le comento, aunque no ubico cual. Lo cojo, con un buen presentimiento, y efectivamente... se trata nada menos que del director del Hospital Miguel Servet, para ofrecerme el puesto de Coordinadora de Admisión que se va a quedar vacante en breve al ser ascendida la actual coordinadora a Subdirectora de Servicios Centrales.

¿Qué si acepto? ¿Cuánto tiempo tengo para pensármelo? ¿Mañana? Vale, mañana estoy ahí.

Cuelgo.

“Me ha tocado la lotería”, le digo a Josema. Ya lo creo. El gordo. No solo no me voy a tener que desplazar ya en coche (el Hospital Miguel Servet está a 5 minutos andando desde mi casa) sino que encima voy de jefaza.

Y es que mi ángel de la guarda se lo curra. Muy muy bien.

Vale, me ha costado dos amuletos de la suerte que he perdido por el camino, aparte de los angelitos de cristal que se me rompieron y la muñeca que se supone que debería llegarme para Nochebuena y que está retenida en aduanas y que no creo que llegue hasta el 28 de diciembre. Pero es el karma, qué se le va a hacer. Vale la pena el intercambio.

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