jueves, 4 de junio de 2009

AYER PODÍA HABER SIDO UN BUEN DÍA...


... lo tenía todo planificado: bajar al centro andando, para quemar calorías; enviar un par de sobres por correo, recoger mi vestido para la boda de Patricia, comprarme un bolso a juego, recoger el traje de Leo en el Corte Inglés, comprar alguna cosa más y volver a casa andando o en el bus, mientras Josema recogía a Leo en el cole, y me esperaba en casa con el peque haciendo los deberes, o me bajaban a recoger y volvíamos prontito para disfrutar el resto de la tarde.

Pero el destino, como suele ocurrir, tenía otros planes. Así que mientras yo, ilusa de mí, iba confiada por la calle, tras pasar por correos, escuchando mi iPod, alguien decidió que yo era una presa fácil y se hizo con mi cartera. Y acertó, porque no me dí ni cuenta, hasta que, tras una visita infructuosa a la tienda donde tenía encargado mi precioso vestido amarillo (que todavía no estaba listo, me dijo la señora), me metí en el Teddy Sonrisas a comprarme un bolso a juego con mis preciosos zapatos nuevos, y de paso un collar para ir guapa y conjuntada con mi precioso (y caro) vestido, y al ir a pagar, me encontré con el bolso abierto y la cartera desaparecida.

Me sentí estúpida, odié mi iPod, odié a la señora de la tienda por hacerme bajar de balde, me odié a mi misma por ser tan despistada. Llamé a Josema, quien se acercó a buscarme y me llevó a correos a ver si casualmente me había dejado la cartera allí (cosa poco probable porque recordaba perfectamente haberla guardado y haber cerrado el bolso, por si acaso, aunque de poco me sirvió). Luego me acompañó a la tienda y pagó por mí el bolso y el collar, mientras yo iba anulando tarjetas. Después me dejó en la comisaría de policía dónde denuncié el robo.

Y no fue tanto la cuantía del robo en sí (aunque llevaba mis buenos 45 euros) como la puñeta que me espera ahora si no aparece la documentación (cosa que con mi suerte habitual, dudo): rehacer todo el papeleo, perder tiempo, y encima, sentirme mal por todo lo irrecuperable que llevaba en esa cartera, desde un calendario del año de la tana del Cristo de la Iglesia de Santa Rita (eh, que está muy bueno), hasta los vales de 3 entradas por un euro, personales e intransferibles, eso sí, para Port Aventura, que ya habíamos decidido utilizar con Leo para su cumpleaños.

En fin, que si me lo permiten, voy a volver a darme cabezazos contra la pared. No es nada irreparable ni irremplazable, pero odio que me pasen estas cosas.

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