jueves, 19 de marzo de 2009

MI PADRE, MI HÉROE

Qué mejor día que hoy, día del padre, para escribir esta entrada que llevo días pensando en redactar...

El mes de febrero tuve a mi padre en el servicio de Rehabilitación. Llevaba bastante tiempo quejándose de un agudo e insoportable dolor en el hombro, y tras hablar con él un rato que fuimos sólos en el coche, ya ni recuerdo por qué razón, decidí citarle con una de las encantadoras rehabilitadoras del Grande Covián para que le echase un vistazo, y valorase a qué se debía ese dolor que le hacía la vida imposible.

La primera vez que le vio, en diciembre del año pasado, le pidió que se desnudase de cintura para arriba y le hizo hacer una serie de ejercicios con los brazos para valorar la situación de la lesión y las repercusiones en la movilidad del brazo.

Y yo por un momento me quedé hipnotizada mirando esos brazos.

Mi padre tiene ya 68 años (67 en el momento en que le valoraron), pero ha sido toda su vida un hombre muy activo y muy dado a los trabajos manuales. Ha acarreado pesos, ha realizado montones de movimientos con los brazos, y ha desarrollado una musculatura en los mismos que ya quisieran unos cuantos atletas.

Todo eso estuve pensando mientras miraba aquellos brazos moverse. Y se me despertó una ternura, un cariño, un no sé qué, que me dije que tenía que escribir sobre ello.

Mi padre siempre quiso tener un hijo, cada vez que me veía acercarme a algo tecnológico me gritaba que no lo tocase, que ya lo haría él, y me dijo una vez que “si yo hubiera sido un chico, me habría llevado con él a su trabajo más a menudo” (por que de pequeña me daba miedo el ruido de las máquinas del sótano del hospital, cosa que pienso que me hubiera ocurrido igual si hubiese sido un chico). Pero mi padre también me llevaba consigo a todas partes, dormía conmigo cuando mi madre tenía turno de noche, me hacía muñequitos de estaño cuando estaba trabajando con el soldador en su cuarto (siempre le ha gustado mucho la electrónica) y me enseñó el código de colores por el cual se podía saber la numeración de una resistencia.

Estuvo al pie del cañón cuando reformamos la casa en la que Josema y yo vivimos ahora, conoce el recorrido del cable más pequeño y de la tubería más insignificante, porque no sólo no ha entrado un gremio en la casa estando él (hacía todos los trabajos, y con más perfeccionismo y dedicación que ningún profesional, para lo cual, por otro lado, la experiencia me ha demostrado que no hace falta mucho), sino que además siempre estuvo involucrado en el mantenimiento del inmueble en sí y la Administración de la Comunidad de Vecinos siempre habla con reverencia de él.

Con el tiempo, como es normal, nos hemos distanciado. Ni él ni yo somos perfectos, porque todos tenemos nuestros más y nuestros menos, pero siempre ha estado ahí cuando le he necesitado, siempre me ha arreglado las cosas que se rompían (de pequeña pensaba que esa era su profesión, “arreglador de cosas”), y siempre he podido confiar en él. Hoy sigue siendo el pequeño oasis de cordura cuando el exceso de celo de mi madre me lleva a discutir con ella (a veces es al revés, que conste), y la sonrisa tierna cuando ve que su nieto, en muchas cosas, es clavadito a él.

Y pienso que mi padre es mi héroe, y que espero que siga así muchos años, y que tarde todavía mucho en perderle, porque sé, y supongo que eso es bueno, que voy a echarle muuucho de menos.

3 comentarios:

Han Solo dijo...

Y no te olvides del Aurin qeu te hizo y que yo envidio, sanamente, tanto.
Además, cuando fui para alla aquel Fon de Año, me cayo muy bien, la verdad.

Nicasia dijo...

Jo me he emocionado pensando en mi papi, él mas que arreglar lo rompe todo (es un manazas, me viene de familia) pero hasta que me operaron y puede dejar el braille, me leía, casi todas las noches y cuando era pequeña le ponía voces a los personajes. Que grandes los padres...

Han Solo dijo...

lo que no hagan los padres y madres por sus hijos...

 
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