lunes, 30 de marzo de 2009

FOTOGRAFIANDO HADAS



Hace años había un precioso anuncio de la lotería de Navidad, cuando aún los protagonizaba el famoso “Calvo de la Lotería”, rodado en la Estación de Canfranc. Aquellos anuncios eran parte de la Navidad, y aunque yo no soy dada a los juegos de azar (de hecho soy como el catalán del chiste, siempre soñando con que me toque la lotería, pero nunca compro el décimo), la verdad es que era verlos y saber que ya se acercaba esa fecha tan especial del año.

Además, ese anuncio en concreto desveló un enigma (y quizás creó otro) en la infancia más temprana de Leo, quien con poco más de dos añitos ya había soltado la lengua y no hacía más que decir que veía “apetos” por todas partes. Nadie sabíamos qué demonios era eso de los “apetos”, pero él señalaba a lugares vacíos y decía “¡Mamá, apeto!”. Así durante varias semanas...

Hasta que se acercaron las fechas navideñas y emitieron el anuncio de la lotería de ese año por primera vez, y Leo vino a buscarme muy excitado y me llevó a la tele: “¡Mamá, mamá, apetos!”, exclamaba, señalando a las preciosas haditas de la suerte del anuncio.

Así que los apetos eran las hadas... Un enigma resuelto. Y como digo, un nuevo enigma en el que pensar, porque... ¿qué veía Leo que nososotros no veíamos? ¿Realmente veía hadas por los rincones de la casa de mis padres?

Me gusta pensar que sí...

En cualquier caso, Leo ha perdido esa capacidad. Y yo, por mi parte, seguía fascinada con ese anuncio, así que cuando terminamos de comer en el Pirenarium este sábado, comenté que el cinco de marzo, en nuestra escapada fallida a la nieve (en realidad no fue fallida, vimos nieve, mucha, demasiada...), no habíamos conseguido llegar a la estación de Canfranc, y me había quedado con las ganas de verla, y mi madre propuso escaparnos un momento desde allí.

Curiosamente, aunque en Sabiñánigo no nevaba, fue ir acercándonos a Canfranc y convertirse la niebla en lluvia, la lluvia en aguanieve y el aguanieve en copos que iban cuajando y dejando un manto blanco. No llegó a los extremos del 5 de marzo, que Canfranc pueblo estaba con más de un metro de nieve, siendo imposible incluso entrar en el mismo. Esta vez, Josema se pegó el capricho y en vez de ir por la carretera principal, atravesó el pueblito.

Y al poco llegamos al nuevo pueblo que rodea la estación, y a la estación en sí.

A pesar del aspecto de cuento de hadas que tiene en el anuncio, la estación de Canfranc está semiabandonada. Aunque están trabajando en restaurarla, porque es un edificio bellísimo y sería muy triste que se perdiera, las ventanas están sin cristales, y las vallas y las señales de que ahí se está haciendo una obra no hacen más que reafirmar la sensación de soledad. Sin embargo esa misma sensación, y la nieve que caía lentamente no le hacían perder la magia, al revés. Era como estar en Navidad de nuevo, aunque fuera finales de Marzo.

No me hubiera sorprendido ver a alguna hadita volando por ahí. Quizás estaban, después de todo, camufladas entre los copos de nieve....

TURISMO EN MINIATURA

En el que creo que fue nuestro primer viaje al extranjero, la visita en 1978 a Portugal, mis padres me llevaron a ver en Coimbra un pequeño parque infantil llamado el Portugal Dos Pequeñitos, un recinto lleno de reproducciones a tamaño infantil de los principales monumentos del país. Tenía el encanto de que, agachándote (yo por aquel entonces tenía 10 años y ya estaba casi tan alta como mi madre), podías entrar en la mayoría de ellos, y el interior también estaba reproducido a escala.

Luego, al año siguiente, visitamos Italia, y en la poco visitada (por los españoles) localidad de Rimini, descubrimos otro parque, Italia en Miniatura. En este caso los monumentos estaban reproducidos a una escala mucho más pequeña, como maquetas, pero no por ello era menos adorable.

La idea empezaba a gustarnos, y en los Países Bajos visitamos Madurodam, que repetía el concepto de Rimini, y en Dinamarca, el Legoland original, en el que a las maquetas se les añadía el atractivo de estar hechas con piezas de Lego.

Muchas veces comentamos que en España se podría hacer un parque similar, con los maravillosos monumentos que pueblan nuestro territorio, y aunque en Barcelona está el Pueblo Español (y en Palma de Mallorca hay otro), la idea de estos era diferente, ya que aquí los monumentos estaban a tamaño natural, o al menos a tamaño humano, y estos parques que nosotros conocimos entre finales de los 70, principios de los 80, eran todos de miniaturas.

La idea tardó mucho, muchísimo en llegar a España, pero al final cuajó. En 2005 se inauguraba en Sabiñánigo el parque Pirenarium que, al estilo español, se centraba solo en nuestro querido Pirineo (zona geográfica de la que estoy terriblemente enamorada). Como pasa con el ingenioso Dinópolis, se trata de un lugar poco conocido fuera de Aragón y poco promocionado por nuestro maravilloso gobierno, pero al menos, está ahí. En todas partes cuecen habas, de todos modos. Me consta que hay otro parque similar en Olmedo, el Parque Mudejar, inaugurado en 1.999, y puede que haya otros que desconozco (de este me enteré por unas fotos que vi de una chica que se había llevado allí a una muñeca para hacerla posar, no digo más...). Vale, no es que los que he nombrado antes sean mucho más famosos, pero me sorprende (¿o no?) que en este nuestro maravilloso país, en el que en el colegio no aprendemos ya más que la geografía y la historia exclusiva de la Comunidad Autónoma (convertida en entidad Histórica independiente con 3000 años de antigüedad, y española sólo por casualidad, como nos descuidemos) ni siquiera publicitemos nuestras atracciones turísticas para que las vean nuestros compatriotas.

Y todo a santo de que este sábado mi madre decidió celebrar su cumpleaños en el Pirenarium, así que allí que nos fuimos el sábado por la mañana, a visitar un parque que Leo ya había visto con el cole pero que para mí era una asignatura pendiente. Me sorprendió descubrir montones de monumentos y castillos de cuya existencia no sabía nada, me reafirmé en la belleza de lugares como Loarre o San Juan de la Peña y eché de menos reproducciones de mis dos rincones favoritos del Pirineo, Torla y Bujaruelo, pero en general fue una visita interesante y que recomiendo.

Aunque nada como el Pirineo original, esa hermosa cordillera donde, según la leyenda, Dios dejó todas las piedras que le sobraron de hacer el mundo, y que no se parece a ninguna otra cordillera del mundo. Ojalá sus maravillas fueran más accesibles, porque cada vez cierran más accesos a los vehículos privados sin dar otra alternativa que el senderismo o incluso la escalada, limitando la mayoría de los lugares a unos pocos, y atestando los demás porque son los únicos a los que la gente de a pié, los que perdemos el aliento subiendo una cuesta, podemos subir. Echo de menos trenecitos y funiculares como tienen en el lado francés, que permitan acceder a los hermosos valles, ibones y glaciares, a los niños, ancianos y personas, en general, normales... porque para perder el aliento, basta muchas veces con mirar abajo.

Photobucket

El turismo, han demostrado en estos sitios, no está reñido con la ecología. ¿Cuándo lo aprenderá la gente de nuestra región?

ME HAN ROBADO UNA HORA


Odio el cambio de hora. Este fin de semana nos han robado una hora de sueño, y si ya llevamos una hora de adelanto con respecto a la hora solar en invierno, con todo lo que eso afecta a nuestro sistema biológico, al que engañamos para que se levante a horas a las que no está programado para serlo, encima en verano nos hacen engañarlo con una hora más, sufriendo además durante unos días un “jet lag” injustificado (parece ser que el ahorro energético con el que nos doran la píldora acaba no siendo tanto) que al menos a los que no soportamos madrugar, nos hace rendir menos en el trabajo y en la vida en general.

Sigo sin entender el porqué de esta medida chorras, ni el porqué tenemos que llevar en invierno la hora de Viena, que está un meridiano más allá de nosotros, en vez de la de Greenwich, que es la que geográficamente nos corresponde... (mirad el mapa, lo lógico sería que llevásemos la hora de los paises en color verde, no amarillo...) Está bien ser europeos, pero no gilipollas, la verdad...

martes, 24 de marzo de 2009

POBRES VAMPIRITOS BUENOS


Voy a repetir tema ya que cierta persona que comparte la vida conmigo ya habló de esto en su blog hace unos meses, pero ayer estuvimos viendo la película “Los Guardianes del Día” y ambos volvimos a darle vueltas a la cabeza.

Es curioso porque ni él ni yo admitimos ser fans del tema vampírico, pero supongo que en el fondo nos gusta y hablamos de él de vez en cuando, aunque sólo sea por el componente fantástico que la figura de los vampiros contiene. Hasta que yo conocí (y quedé enganchada en sus comienzos) el juego de rol “Vampiro, La Mascarada”, para mí con el vampiro, como decía Terry Pratchett, lo que había que hacer era cortarle la cabeza y llenarle la boca de ajos, ni más ni menos. Hasta tenía horribles pesadillas. Y es que me parecía un ser aterrador, no por que fuera más o menos malo o terrible que otros monstruos, sino por el hecho de que si existieran de verdad, y se propagasen, como dice la tradición, por un simple mordisco, su existencia representaría un crecimiento exponencial irremediable, y llegaría un momento que habría más vampiros que seres humanos en el mundo. Y eso, en mi adolescencia, me aterraba.

Luego, como digo, vino el “Vampire” y el resto de juegos del Mundo de Tinieblas de White Wolf, empeñados en reivindicar la figura del “vampiro bueno”, seguidos del resto de seres de fantasía y terror, hasta el punto que entre el mundillo del rol la gente bromeábamos diciendo que el último juego de esa casa sería “Humano, la excepción”, ya que entre tanto Hombre Lobo, Vampiro, Momia, Hada, Mago, Fantasma y demás, lo difícil iba a ser encontrar un ser humano normal... Un poco como en la serie Héroes, vaya, que lo difícil empieza a ser encontrar un humano sin superpoderes... Cuando empezó, cuando todavía no tenía la legión de seguidores que tiene y sus historias aún eran frescas y originales, fue un juego que disfrutaba jugando, adoraba mi personaje vampírico y llegué a estar tremendamente enganchada durante un tiempo.... hasta que el entusiasmo se ahogó por saturación.

El detonante de todos estas historias de vampiros “buenos” fue sin duda la novela Entrevista con el Vampiro de Anne Rice. En su momento fue una interesante revisión del mito y un soplo de aire fresco, hasta el punto que el mismísimo Sting le dedicó una preciosa canción, pero como con tantas cosas, al final se desvirtuó, y se explotó tanto la idea del vampiro como víctima, como ser que no ha pedido ser inmortal y que odia la idea de matar a seres humanos para sobrevivir, que acabé asqueada del tema. La idea empezaba a repetirse en el Vampire y en otras historias(así como la idea de las sociedades de Vampiros que conviven a escondidas con los humanos, como dueños de grandes fortunas y corporaciones), y al final los vampiros “buenos” acababan pareciendo personajes hipócritas insufribles que se pasaban el día lloriqueando por lo desgraciados que eran pero no hacían realmente nada para remediarlo, porque en el fondo, no le hacían ascos a eso de ser eternamente jóvenes y hermosos, y lo de la sangre era un mal menor que sólo les hacía ser más interesantes a los ojos del sexo opuesto.

La gota que colmó el vaso fue la versión de Francis Ford Coppola del “Drácula de Bram Stoker”. En la novela original, Drácula es un ser perverso que hay que destruir, que corrompe a jovencitas indefensas y las convierte en seres tan despreciables como él. Coppola es capaz, con una maestría retorcida y odiosa, de tergiversar el mensaje de la novela siendo completamente fiel a ella, incluso en los diálogos, pero con los añadidos justos de su invención aquí y allá, para convertirla en una ñoña historia de amor eterno y reencarnaciones olvidadas en la que mucha gente que sólo ha visto la película, sin molestarse en leer el libro (cuánta cultura se pierde en el mundo por esa maldita manía), toma partido por Drácula y lo mete en el mismo saco que el insufrible Louis “soy muy desgraciado porque soy inmortal y tengo que beber sangre para vivir y nadie me quiere por ello aunque soy eternamente joven y hermoso y me parezco a Brad Pitt” de Entrevista con el Vampiro (personaje, por cierto, al que a lo largo de la novela estás deseando empalar y poner a secar al sol para que deje de dar la tabarra con su maldito victimismo) o el empalagoso Edward “no quiero acercarme a ti porque eres una frágil humana y podría hacerte daño aunque te amo con todo mi corazón” Cullen de la saga de Stephanie Meyer.

Demasiado endulcoramiento, la verdad.

Hace unos días me leí “La Historiadora”, una novela curiosa, original, que enlaza al Drácula de Stoker con el Drácula histórico, el terrible Vlad Tepes, que ya debió ser bastante malo en vida como para que encima se convirtiera en un vampiro y siguiera perpetrando maldades en la muerte. Una novela con frases maravillosas como un párrafo, que transcribo aquí:

De adulta, he reconocido con frecuencia ese legado tan peculiar que el tiempo otorga al viajero; el anhelo de ver un lugar por segunda vez, de encontrar de manera deliberada aquello con lo que nos topamos en alguna ocasión anterior, para volver a capturar la sensación del descubrimiento. A veces, buscamos de nuevo un lugar que ni siquiera es notable en sí mismo. Lo buscamos porque lo recordamos, así de sencillo. Si lo encontramos, todo es diferente, por supuesto. La puerta tallada a mano sigue en su sitio, pero mucho más pequeña. Hace un día nublado, en lugar de glorioso. Es primavera, en vez de otoño. Estamos solos y no con tres amigos. O todavía peor, estamos con tres amigos en lugar de solos.

La Historiadora, cap. 10, pag 86.

Con el que me identifico al 100% porque en muchos de mis viajes me he sentido así. Novela que te da ganas de visitar los maravillosos parajes que describe, sobre todo en la Europa del Este, y, sí, que te da ganas de que lo primero que hagas al ver a un vampiro sea decapitarle y llenarle la boca de ajos. Fue refrescante y gratificante, y recomiendo leerla a todo aquel que acabe de terminarse la saga de Crepúsculo, aunque sólo sea para bajar el nivel de azúcar en sangre.

Y con la cabeza ya amueblada al respecto, y mi balanza hacia los vampiros inclinada hacia donde debe estar, fuego y destrucción para cualquier cosa con colmillos que sólo salga de noche, anoche nos vimos la película rusa “Los guardianes del día” y me encontré con un vampiro bueno. Un vampiro bueno de verdad, un vampiro que me creí, por el que sentí lástima y ternura, y que fue el que me impulsó a escribir esta entrada.

Valery Sergevich, vampiro decrépito y nada atractivo (¡qué poco parecido con el glamour y las riquezas de los Cullen!), que vive en la pobreza en Rusia, que sirve a las fuerzas del mal porque no le queda más remedio, como carnicero, y que sólo bebe sangre de animales porque no quiere matar a humanos. Vampiro que mordió a su hijo, y le transmitió su maldición, para salvarle de morir en su infancia por una neumonía (¡cómo le entiendo!), pero que cuando su hijo se vuelve adulto y las fuerzas del mal le dan permiso para empezar a matar a seres humanos, acude a suplicar al gran jefe que no le permita convertirse en un monstruo, que le devuelva la humanidad, y es capaz de humillarse, de cumplir misiones peligrosas, de convertirse él en el monstruo que no quiere que su hijo sea, solo por salvarle de esa maldición.

Ése sí que es un vampiro bueno. Y lo demás, tonterías.

domingo, 22 de marzo de 2009

MAQUETACIÓN COMPULSIVA

Siempre me ha gustado el diseño gráfico, la maquetación y la edición de documentos. En su día hice con Josema un master de Diseño Gráfico por ordenador en Random Informática, que por supuesto hoy día está completamente desfasado (aunque lo que aprendí de QuarkXPress, Photoshop y Macromedia Director me dio bastantes horas de diversión, que no de oportunidades de trabajo reales), y al poco de nacer Leo, y apuntada en el INEM, me surgió un trabajito de verano en una imprenta que disfruté como una enana, la verdad.

El trabajo en sí era lo más parecido a un trabajo basura que he visto en mi vida. Pese a haberme llamado a través del INEM (está claro que para ahorrarse el dinero de publicar un anuncio en la prensa), asombrarse de que una médico se presentase a ese trabajo, y pasar con honores la prueba de admisión (copiar lo más fielmente posible la maquetación de la página de un libro de medicina, gráfico de una radiografía incluido), al final no me hicieron el menor tipo de contrato, al revés, me pagaban en dinero negro todas las semanas. A cambio, yo iba un ratito por la tarde y me sentaba ante un Mac de última generación a maquetar documentos, diseñar folletos, tarjetas de visita e invitaciones de boda, y de paso aprovechaba para grabarme copias de los CDs de imágenes que tenían de muestra, llenos de fotos de novias para mi colección.

Cuando me “despidieron”, o más bien me dijeron que no volviera a la semana siguiente porque ya no me iban a pagar más, porque como digo no me hicieron ningún tipo de contrato, yo me fui tan contenta porque aquel trabajo no me estaba aportando nada más que unas perrillas extra, pero la verdad es que lo disfruté como pocas cosas en mi vida.

Aparte de eso, mis conocimientos y mi afición por la maquetación de documentos se habían reflejado años ha en la dirección artística de varios fanzines y traducción de fichas para juegos de rol (al principio mediante la técnica rudimentaria de recortar y pegar con tijeras y pegamento, luego con la revolucionaria ayuda del ordenador y la impresora), creación de las invitaciones de boda y bautizo, y demás documentos de tipo personal, muchas veces combinados con manualidades como en el caso de los detalles del bautizo y los recordatorios de comunión de Leo o las invitaciones de la boda de mi prima Eva.

El caso es que hace poco empecé a recibir publicidad procedente de diversas fuentes de una empresa llamada Vistaprint. Probablemente muchos ya la conozcáis. Ofrece tarjetas de visita gratis (aunque luego se cobra bien los gastos de envío), y si caes en sus redes, va ampliando la oferta: postales personalizadas, notas adhesivas, imanes de nevera, folletos publicitarios... Todo, de cuando en cuando, te sale gratis. Sólo tienes que maquetártelo tu y, eso sí, limitarte a los diseños (muy abundantes, por cierto) y cantidades que te ofrecen, porque si no, de gratis nada.

Como os podréis imaginar, ha sido un auténtico vicio. El sábado por la mañana preparé tarjetas de visita para mí, para mi marido, para Leo (para llevar siempre alguna en el bolsillo por si se pierde) y para mis padres, postales para acompañar las cositas que envío a los amigos o en los pedidos conjuntos, un bolígrafo personalizado y hasta tarjetas para esta Navidad. En marzo. Ya sé que estoy loca.

Y estoy trabajando en un folleto informativo sobre las BJDs para la próxima vez que me toque dar una charla sorpresa. Así, porque soy así de chula...

¿Será algún tipo de adicción y yo sin enterarme...?

viernes, 20 de marzo de 2009

EL INFORMÁTICO LOCO ATACA DE NUEVO

Habréis observado un descenso del ritmo en mis actualizaciones. A los motivos habituales (exceso de trabajo, falta de tiempo, pocas cosas interesantes que contar) se ha sumado un nuevo ataque de mi “amigo” el informático del hospital, quien, ante la aparición, al parecer, de virus informáticos en el sistema, ha decidido cortarnos la comunicación en todos los ordenadores. De pronto un día mi pendrive decidió dejar de funcionar, y tras darme el susto de mi vida (guardo todos los documentos referentes a este blog en ese pendrive, y de los últimos aún no había hecho copia de seguridad), pasé a la fase de cabreo improductivo cuando me enteré de la situación y el motivo. Así que ahora no puedo acceder a lo poco que tenía escrito y pendiente de colgar, por lo que habrá un pequeño desfase estos días, por el que pido disculpas.

De momento, creo un archivo nuevo que iré trabajando desde el ordenador del disco duro, y cuando restablezcan el acceso a internet (que también viene y va por el mismo motivo) intentaré ir poniendo las últimas entradas, las que escribo desde aquí.

Ah, para más recochineo, nuestros ordenadores están tan “capaos” que el antivirus instalado reconoce los virus, pero “no tenemos los suficientes privilegios para borrarlos”, por lo que ahí están, bombas en potencia, mientras nuestro querido informático nos limita cada vez más el uso de los aparatos.

El próximo día me traigo mi portátil...

jueves, 19 de marzo de 2009

MI PADRE, MI HÉROE

Qué mejor día que hoy, día del padre, para escribir esta entrada que llevo días pensando en redactar...

El mes de febrero tuve a mi padre en el servicio de Rehabilitación. Llevaba bastante tiempo quejándose de un agudo e insoportable dolor en el hombro, y tras hablar con él un rato que fuimos sólos en el coche, ya ni recuerdo por qué razón, decidí citarle con una de las encantadoras rehabilitadoras del Grande Covián para que le echase un vistazo, y valorase a qué se debía ese dolor que le hacía la vida imposible.

La primera vez que le vio, en diciembre del año pasado, le pidió que se desnudase de cintura para arriba y le hizo hacer una serie de ejercicios con los brazos para valorar la situación de la lesión y las repercusiones en la movilidad del brazo.

Y yo por un momento me quedé hipnotizada mirando esos brazos.

Mi padre tiene ya 68 años (67 en el momento en que le valoraron), pero ha sido toda su vida un hombre muy activo y muy dado a los trabajos manuales. Ha acarreado pesos, ha realizado montones de movimientos con los brazos, y ha desarrollado una musculatura en los mismos que ya quisieran unos cuantos atletas.

Todo eso estuve pensando mientras miraba aquellos brazos moverse. Y se me despertó una ternura, un cariño, un no sé qué, que me dije que tenía que escribir sobre ello.

Mi padre siempre quiso tener un hijo, cada vez que me veía acercarme a algo tecnológico me gritaba que no lo tocase, que ya lo haría él, y me dijo una vez que “si yo hubiera sido un chico, me habría llevado con él a su trabajo más a menudo” (por que de pequeña me daba miedo el ruido de las máquinas del sótano del hospital, cosa que pienso que me hubiera ocurrido igual si hubiese sido un chico). Pero mi padre también me llevaba consigo a todas partes, dormía conmigo cuando mi madre tenía turno de noche, me hacía muñequitos de estaño cuando estaba trabajando con el soldador en su cuarto (siempre le ha gustado mucho la electrónica) y me enseñó el código de colores por el cual se podía saber la numeración de una resistencia.

Estuvo al pie del cañón cuando reformamos la casa en la que Josema y yo vivimos ahora, conoce el recorrido del cable más pequeño y de la tubería más insignificante, porque no sólo no ha entrado un gremio en la casa estando él (hacía todos los trabajos, y con más perfeccionismo y dedicación que ningún profesional, para lo cual, por otro lado, la experiencia me ha demostrado que no hace falta mucho), sino que además siempre estuvo involucrado en el mantenimiento del inmueble en sí y la Administración de la Comunidad de Vecinos siempre habla con reverencia de él.

Con el tiempo, como es normal, nos hemos distanciado. Ni él ni yo somos perfectos, porque todos tenemos nuestros más y nuestros menos, pero siempre ha estado ahí cuando le he necesitado, siempre me ha arreglado las cosas que se rompían (de pequeña pensaba que esa era su profesión, “arreglador de cosas”), y siempre he podido confiar en él. Hoy sigue siendo el pequeño oasis de cordura cuando el exceso de celo de mi madre me lleva a discutir con ella (a veces es al revés, que conste), y la sonrisa tierna cuando ve que su nieto, en muchas cosas, es clavadito a él.

Y pienso que mi padre es mi héroe, y que espero que siga así muchos años, y que tarde todavía mucho en perderle, porque sé, y supongo que eso es bueno, que voy a echarle muuucho de menos.

sábado, 14 de marzo de 2009

CÓMO PASA EL TIEMPO

Para esta entrada me voy a poner un poco en modo “abuelo Cebolleta”, si no os importa.

Cuando estaba haciendo los cursos de doctorado para realizar mi tesis doctoral, allá por 1991-92, hubo una chica pelirroja a la que no conocía prácticamente de nada que un día me abordó para pedirme ayuda con unos apuntes. Entre pitos y flautas aquello se fue convirtiendo en una gran amistad que con los altibajos típicos de no vernos ni llamarnos más que en ocasiones especiales (particularmente yo, que soy alérgica al teléfono) ha durado hasta ahora.

Isabel, que es el hermoso nombre de esta amiga, es una de las personas más dulces que conozco. Tiene una voz maravillosa, y no solo me perdona todos los desplantes que le he hecho sino que encima tiene el valor de decir que la mala amiga es ella por no llamarme tan a menudo como ella quisiera (cuando la que no le llama soy yo). Cuando yo la conocí tenía una hijita de dos años, Marina, todavía más pelirroja que ella, que ya es decir, y viví a su lado su embarazo y parto de su segunda hija, tan pelirroja como la primera.

El día en que Josema y yo nos casamos, Isabel leyó en la ceremonia, y las dos pequeñas, envueltas en vestidos azules, destacaban como dos hadas entre los muchos niños que asistieron, y aunque le hice el desplante de no tenerlas como damitas de honor, mucha gente pensó que efectivamente lo eran, cosa que me hizo mucha ilusión.

El caso es que anoche cenamos en el Gran Hotel. A mi madre le daban la Medalla de Oro al Mérito Profesional por su labor como matrona, y nos invitó a la cena de la Hermandad que se celebró por la festividad de San Juan de Dios y durante la cual recibiría la medalla.

Y en el cóctel inicial, mientras saludaba a viejos conocidos de mi madre aquí y allá, y algún compañero de trabajo perdido que acudía como consorte, de pronto veo a una preciosísima camarera pelirroja que saluda a Josema. Mi pensamiento fugaz fue que era alguna conocida de su familia, pero Josema enseguida me llamó. “¡Mira, es Marina!”. ¿Marina? ¿Qué Marina?. Durante esos eternos y bochornosos segundos en los que no reconoces a alguien, la total desubicación de la persona (no esperas encontrártela de camarera en el Gran Hotel, después de todo) y el estar viendo a una bellísima mujer adulta me impidieron reconocer a la niñita de cara de duende a la que conocí con dos años de edad. Casi inmediatamente me di cuenta, y me disculpé, y no pude dejar de mirarla toda la noche.

Curiosamente no me sentí demasiado vieja. Quiero decir, no pensé aquello de “Mirala, ya es toda una mujer, que mayor me estoy haciendo”. Simplemente pensé “Dios mío, como ha cambiado”, y me admiré de la transformación, y me avergoncé del hecho de que le debo a su madre una llamada de teléfono, y una cita, porque ella sigue pensando en nosotros, y aunque yo también pienso en ella, mucho más a menudo de lo que parece, la verdad es que no se lo demuestro.

Por lo demás la noche no acabó bien del todo. Tras la entrega de medallas, hubo el típico sorteo de chuminadas regaladas por los sponsors, algunas de cierto valor, otras de ninguno, la mayoría inútiles. Leo, como es lógico, se ilusionó con que le tocase algo. Yo me acordé de aquella vez en que tuvimos un día con el Colegio de Médicos en el Parque de Atracciones, hubo también un sorteo entre todos los niños, y como había más premios que niños, en vez de hacer un sorteo con un número para cada niño, para que a todo les tocase algo, y luego una segunda ronda, dieron dos números a cada niño, de forma que al pobre Leo no le tocaba nada mientras muchos niños se iban con dos regalos. Cuando el pobre Leo (que tendría 3 ó 4 años, no más) estaba al borde de la deshidratación, le importaba un bledo el mundo, y ya sólo quedaba un regalo, por fin, salió uno de sus dos números, y se llevó el mejor regalo de todos, una pequeña televisión en blanco y negro (los otros regalos eran juguetes baratos, cometas, etc) que se sintonizaba fatal y que lleva desde entones dentro de su caja guardada en su cuarto. Ironías de la vida. A esas alturas, además, el pobre Leo estaba tan desesperado que le importaba un bledo ganar nada. Se fue a casa llorando sin darse cuenta de que se había llevado el mejor premio.

El caso es que esta vez me acordé mucho de aquella situación, aunque temía que no cayese la breva de que ocurriera lo mismo, y así fue. De cinco personas que estábamos, sólo tocaron dos premios, uno a mi madre (un pañuelo de seda bastante mono) y el otro, tras un buen rato, y cuando Leo ya llevaba un buen rato anegado en lágrimas, al propio Leo.

Desgraciadamente no pudo ser peor regalo – para eso, más valía que no le hubiera tocado nada. Una empresa tacaña regalaba una solitaria sesión de iniciación (obviamente con la intencion de que el cliente luego pagase el resto) de fisioterapia en sus instalaciones. La media de edad de los invitados a la cena debía ser de 60 años así que el regalo no iba desencaminado… pero el pobre Leo se llevó el disgusto de su vida.

Ni siquiera la intervención de Fernando Arcega, invitado también a la cena, y que demostró una vez más que es una grandísima persona y no sólo por su estatura, que vino a consolarle y a darle ánimos, le sirvió de nada*.

viernes, 13 de marzo de 2009

HUY, LO QUE ME HA DICHO

Uno de los blogs que tengo enlazados (y que os recomiendo bastante, no solo porque trata temas amenos e interesantes sino porque actualiza con bastante mas frecuencia que otros *ejem*) es el de mi (quiero pensar que amigo) Unai. Y una de sus etiquetas más divertidas es la que se titula como esta entrada, en la que suele poner frases, o diálogos de dos o tres frases, que al leerlos te hacen expresar desde la sonrisa a la carcajada.

Hoy le robo el título porque he tenido un diálogo similar en el trabajo, aunque como yo no sé ser tan concisa como él, estropearé la gracia del asunto ampliando algunas cosas preliminares al mismo para aprovechar la ocasión y satisfacer mi egocentrismo contando más cosas de mí misma.

Tengo una tía en un pueblecito cercano a Zaragoza a la que cuando era niña, en aquellos viejos tiempos en los que internet y otros inventos de los hombres grises nos dejaban más momentos libres, solíamos ir a visitar de vez en cuando, a menudo entre semana a la salida del colegio, o un sábado por la tarde después de comer (ahora algo así se me hace impensable). Para mí esas visitas eran un acontecimiento, ya que mis tíos tenían un corral con animales de granja y siempre acababa jugando con un pollito, un conejo (mis favoritos) o, como mínimo, algún gatito. También tenían cerdos, que no eran muy santo de mi devoción, pero no le hacía ascos a ver a los cochinillos recién nacidos, y no faltaba la ocasión en la que íbamos a casa de alguna amiga que tenía vacas, y nos llevábamos una jarra con leche recién ordeñada, de la de verdad, de la que te deja bigote al beberla y tienes casi que masticarla, o nos acercábamos a un huerto a las afueras y les ayudábamos a recoger tomates u otras hortalizas que siempre sabían deliciosamente mejor que los de la tienda

Con el tiempo dejamos de ir por ahí, y como pasa en estos casos, perdiendo el contacto, pero los años no perdonan y en mi trabajo uno se entera rápidamente de cuándo alguien acaba en ese sitio en el que, junto con los cementerios, a nadie le gusta encontrarse, y tras un ingreso programado hace unos meses, me encontré ayer, el peor día que podían haber elegido (hasta el punto que salimos en el periódico y todo), que mi tía había tenido que venir a urgencias porque estaba tosiendo sangre.

Como es lógico, entre la gran mayoría de gente a la que conseguí cama para el ingreso esa mañana (porque diga lo que diga el periódico, una cosa está clara: por mucho que inviertas en un servicio de Urgencias de la h…, es como ensanchar la boca de una botella, el líquido entrará más fácilmente, pero la capacidad sigue siendo la misma, y si no hay bastantes camas, los pacientes tendrán que esperar a las altas), le guardé una cama a ella en la planta de Neumología. Un rato después tuve que llamar al control para pedir una segunda cama y depaso confirmé la primera:

- Os he llamado antes para reservar una cama para mi tía
- ¡Ah, sí! – contesta la voz de la enfermera al otro lado del teléfono, - una señora que es puta.
- …
- … que esputa sangre, quiero decir.

Y, bueno, tras el shock inicial, os podeis imaginar las risas que nos echamos las dos a ambos lados del teléfono… Menos mal que estas cosas hacen más ameno mi trabajo…

martes, 3 de marzo de 2009

CRISTOBAL

Hay una empresa en Sevilla cuyo numero de teléfono fijo es exactamente igual que mi móvil, excepto, claro está, la primera cifra (que en su caso es un 9, y en la mía un 6). Por algún extraño motivo, desde los más de 10 años que hace que tengo el mismo número de móvil, muchos de sus clientes no saben distinguir entre ambos números de teléfono y rara es la semana que no recibo al menos una llamada desde Sevilla, preguntando por un tal Cristóbal. Un día, una chica con la típica chispa y acento andaluz se quedó muy cortada cuando le dije que se había equivocado, me preguntó con qué número estaba hablando y cuándo se lo dije contestó “¡Ah, es que he hecho un max-mix con el fijo y el móvil!”. Por eso me piqué y comprobé qué compañía era, y ya les tengo fichados y todo.

La verdad, ya me lo tomo hasta a risa. Cuando vaya a Sevilla voy a ir a visitarles y a conocer a Cristóbal en persona, y a darle recuerdos de todas las personas que le llaman a mi móvil por error. ¿Me pregunto si me pagaría algo por cogerle los recados?

 
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