lunes, 23 de febrero de 2009

TERCERAS PARTES ¿NUNCA FUERON BUENAS?

Una de mis películas favoritas de todos los tiempos es “La Princesa Prometida”. Hoy he soñado que había una segunda y una tercera parte. Las ganas, supongo.

La opinión general era que la segunda parte era malísima y no valía la pena ni pensar en ella, sin embargo la tercera era muy buena y digna de ver repetidas veces, casi a la altura de la primera y con humor ácido y buena parodia. En ella los protagonistas de la primera (Westley, Iñigo Montoya y Fezzik) eran millonarios, y habían montado un parque de atracciones basado en la primera historia, en un ambiente medieval plagado de anacronismos. Westley hacía funciones callejeras, como si él fuese el secundario cómico en vez del cerebro del grupo, junto con Iñigo. Recuerdo a Iñigo con una preciosa camisa roja y Westley con el mismo modelo en azul, como si fuera el típico ayudante del mago, con un montón de chiquillos a su alrededor, retándoles a subir un pequeño muro para ver mejor. Y de pronto Westley desaparecía y volvía a aparecer por otro lado vestido de verde con un gorro de Robin Hood hecho de papel y empezaba a aupar a los niños para rabia (fingida) de Iñigo. Mientras, Fezzik venía con el equivalente medieval de un camión de gran tonelaje, con “enormes mujeres” (como las que Westley le deseaba que soñase en la película original) ligeras de ropa pintadas en los laterales. Venían todos a alojarse en un bonito hotelito de lujo en un pueblecito de montaña, a una habitación preciosa decorada con gasas y encajes, en la que de pronto era yo la que estaba alojada allí. Ahora estábamos en la época actual, el mundo real, y el pueblecito era un lugar turístico al que había acudido con Josema tras aparcar en una callejuela, bastante moderna y cercana al hotel, con mucha suerte.

Salíamos a dar una vuelta, y parábamos en una terracita a tomar algo. Josema pedía algo de picar y nos sacaban una especie de bolitas rebozadas en cuyo interior había algo parecido a carne picada, pimiento y un huevo frito de codorniz. Josema me animaba a probar al menos una, a pesar de mi dieta, y aunque me resistía, al final apartaba el pimiento y la probaba – el huevo de codorniz era demasiado tentador...

Pero gracias a Dios, el despertador me salvaba de caer en la tentación.... O quizás no... en el fondo la comida que comes en sueños no engorda, ¿no?

2 comentarios:

Nicasia dijo...

Dios Sonia...Adoro tus sueños, yo me he pasado toda la noche intentando ordeñar un pato.

Han Solo dijo...

estaria bueno que engordara
¡ya ni en sueños podemos disfrutar, joder!

 
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