lunes, 23 de febrero de 2009

EL HOMBRE ES UN ANIMAL SOCIAL

Sabéis cuando Garfield dice eso de “odio los lunes”, ¿verdad?. Bueno, hoy mi lunes ha empezado así. A la hora de pesarme.

En realidad odio estar a dieta. Y no porque pase hambre. De hecho, llevo tres semanas de dieta y los días que la sigo a rajatabla, que son de lunes a viernes, no lo noto apenas, aunque la dieta es bastante estricta y casi no pruebo bocado. Gratifica cuando te pesas el lunes por la mañana y esos días de no comer se traducen en un kilo y pico menos que la semana anterior.

El problema está en el acto social de comer. Me pego toda la semana con la sensación de dejar a Josema colgado, ya que desde que me he puesto firme con mi dieta, se han terminado las comidas en el restaurante de al lado del hospital, que estaban muy ricas, y la atención era fabulosa y todo eso, y yo tenía cuidado y siempre me cogía verduritas y pescado en vez de un buen plato de garbanzos (que hace un año que no me como uno), pero a pesar de todo creo que tienen buena parte de culpa en mi ganancia ponderal del año pasado... Y claro, cuando la primera semana me llamaba para ir a comer (con algo de mala leche por su parte, porque ya le dije que en cuanto empezase la dieta iba a dejar de comer allí) y le decía que no, me sentía culpable por no acompañarle.

Encima, luego en casa tampoco comíamos juntos. Básicamente porque yo no comía – me tomaba en el hospital algún sustitutivo de comida tipo “Biomanán” y hasta después de la siesta no pillaba algún tentempié como un caldito o algo de fruta (cuando me pongo a dieta soy muy sibarita, esta vez me ha dado por la leche de soja baja en calorías y las frutas del bosque). Tres cuartos de lo mismo para la cena, y en cierto modo agradecía que Leo estos días no esté quedándose a dormir, porque Josema es mayorcito y se prepara la cena él mismo, pero a Leo se la tengo que preparar yo, y es bastante frustrante preparar cena (o comida) cuando no vas a cenar.

En resumen, que mi vida social familiar se resiente bastante en estos periodos, y es que el ser humano es un asco, todo lo socializa comiendo. Este fin de semana hemos tenido la cena anual de cumpleaños con mi prima Silvia, que normalmente es para Enero, pero que por diversos motivos se ha ido retrasando. En general el fin de semana relajo la dieta, y las dos primeras semanas no me ha ido mal: a pesar de comer esos dos días de forma más o menos normal, seguía perdiendo mi kilo-kilo y medio de rigor. Pero este fin de semana la cena fue el viernes, y fue copiosa. Después el sábado y el domingo tuve las comidas sociales de todos los fines de semana: el sábado con mis suegros (qué además fuese el cumpleaños de mi cuñada es anecdótico, creo que la carga calórica en realidad no cambió mucho), el domingo con mis padres. Y supongo que lo otro que lo jodió todo fue la noche del sábado, que, como hacemos últimamente demasiado a menudo, lo pasamos en casa de nuestros amigos Mabel y Damián, haciéndoles acostarse demasiado tarde para mi pobre conciencia, cenando una ensalada (por cenar algo, debería no cenar después de la comida en casa de los suegros) y encima picando luego mientras veíamos Hellboy II en la tele...

Resultado final, este lunes me he pesado, y en vez de perder peso, he ganado 400 gramos.

Quizás os parezca poco, pero cuando se supone que debería haber perdido al menos un kilo, esto es como si hubiera ganado kilo y medio, sólo por los excesos del fin de semana. Excesos que encima, como digo, son de tipo social, porque en realidad no he comido nada por hambre, sino porque en una comida familiar, tienes que estar sentado en la misma mesa que todos, una mesa llena de comida en la que tienes que comer mientras comen los demás. No vale tener cuidado, si estás dos horas hasta que sacan el café, postre y pastas, es difícil no caer en la tentación.

Odio esa maldita manía del ser humano de celebrarlo todo comiendo. Voy a tener que decidir entre quedar como una maleducada y no sentarme a la mesa durante el fin de semana (anoche durante la cena la cosa me funcionó), o darme (otra vez más) por vencida y asumir que tengo que ser obesa, que mi organismo va a ahorrar cada caloría como si le fuese la vida en ello y que cada vez que coma, volveré a acercarme otra vez al IMC de 30 que acababa de conseguir salvar.

Resultado: O me siento mal porque engordo, o me siento mal porque no comparto momentos con mi familia, empezando por mi marido entre semana y acabando con el resto de mis seres queridos el fin de semana.

Odio mi cuerpo.

4 comentarios:

Han Solo dijo...

come pero no en abundancia
no te prives
pero no te atraques
adelgaza poco a poco
y seras mas feliz
y no odies tu cuerpo
o acabaras obsesionada y odiandote a ti misma
qeu es lo peor que puedes hacer

Sonia dijo...

Y dale, que no me odio. Odio mi metabolismo que lo aprovecha todo, pero precisamente por eso tomo medidas. Los que comeis y no os engordais no sabeis lo que es eso. Os condeno a vivirlo en una próxima vida XD

Han Solo dijo...

qeu no engordo?
si a veces parece que estoy embarazao
he bajado de 89 a 81
mira tu
si pesaba
(la verdad, es que algo pesado si que soy pero de ese pesado insoportable, pegajoso, jejejeje)

Anónimo dijo...

XDDD lo siento, pero no he podido evitar reirme al leer esto (si, he estado un tiempo desconectá por motivo s que no viene al caso explicar en tu blog XD) Pero hija, es qeu te entiendo tan, tan bien... que cuando te contrate para organizar mi boda además de hablar de manteles y centros de mesa hablaremos de biomananes

 
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