miércoles, 12 de noviembre de 2008

TRES MAS DE BANCOS

Un poco al hilo de la última entrada, se me han juntado tres historas de bancos que contar.

Por un lado, ayer por la mañana aproveché que tenía una reunión a las 9.15 para ir primero a la Ibercaja y devolver el recibo de los HP de los seguros Carrefour. Me fui a la oficina donde tengo la cuenta corriente, por aquello de que si tenía que dar orden de que no volvieran a aceptar recibos de aquí los amigos, no me pusieran pegas de “Aquí no tiene Vd. Su cuenta”, y todo eso. Y al final me presenté allí poco antes de que abrieran a las 8.15.

Durante el rato que estuve esperando pacientemente (al fin y al cabo, tenía tiempo), la señora de la limpieza estaba fregando con esmero el rellanito de la entrada dónde está ubicado el cajero automático, y sentado en el suelo a la izquierda de la puerta había un hombre de mediana edad con aspecto de indigente que probablemente había pasado la noche en dicho cajero. Durante un rato nadie interfirió con nadie... la señora limpiando, el señor sentado defendiéndose del frío, y yo mirando la escena con una sensación extraña, de espectador de documental de National Geographic, o algo así.

De pronto, me veo salir a una de las empleadas de la oficina, concretamente (creo que la única mujer que he visto trabajando allí, aparte de las señoras de la limpieza) la que atiende en la caja, y se inclina hacia el indigente. No creais que le echó, o le dijo que qué pintaba ahí. Le sonrió amablemente y le dijo “¿Quiere unas galleticas para desayunar, que tenemos aquí en la oficina?”

Mi asombro fue proporcional a la resurrección de mi fé en la raza humana. Estamos muy acostumbrados a que los pobres “hagan feo” y sean expulsados, incluso maltratados o asesinados como hemos visto en los periódicos. Pero en esta oficina, que, por cierto, siempre he dicho que es mi favorita por la amabilidad y encanto de sus empleados, este señor tenía, seguramente, algo parecido a un hogar. Por la confianza con que la cajera habló con el señor, sin duda este hombre había pasado más noches allí.

Olé por ellos. Detalles como estos deben recordarse, para que no conste solo lo malo. Como digo siempre, hay MUCHA gente buena, lo que pasa es que los malos cunden más...

Por lo demás, al poco abrieron (justo cuando la señora de la limpieza había fregado el suelo, todo sea dicho. Me sentí muy miserable pisándole el fregado), devolví el recibo (por lo cual, por cierto, me he enterado hoy que me han cobrado una comisión de 50 céntimos, a los de Carrefour los voy a matar), me indicaron muy amablemente que podía hacerlo también por internet, con lo cual no necesito volver a madrugar para ir a verles, y me encaminé andando a la reunión, en la que había quedado con la directora del hospital.

Como me fui sin coche, al terminar la reunión me aproveché vilmente de mi jefa para irnos juntas en el suyo, y por el camino surgió el tema de los bancos. Entonces ella me contó una historia similar a la mía, solo que todavía ponía los pelos más de punta. En su caso, tenía una cuenta con el Banco de Santander, creo, que no usaba mucho. De dicha cuenta el banco le mandaba un extracto cada 6 meses, y en el último se lleva la tremenda sorpresa de que la tiene en números rojos. Y no unos números rojos cualquiera, no. Más de 700 euros, y encima pagando cada X tiempo una comisión por descubierto (¿cómo puede solucionarlo si no se lo comunican? Yo alucino. Claro, cuanto más tiempo en la ignorancia, más comisón).

El caso es que se informa, y descubre que le han estado cobrando recibos de una domiciliación de una cuenta de teléfono de Vodafone que ella no ha contratado. Recibos, además, por valores altísimos, de hecho el último ya se lo han rechazado los del banco porque supera los 900 euros. ¿Os podeis imaginar? A los cabrones de Vodafone les das un número de cuenta, domicilias ahí un teléfono movil, y da igual que el nombre del titular de la linea no tenga nada que ver con el titular de la cuenta o que no haya un documento firmado por éste último aceptando la domiciliación. ¡Hala, a cobrar!

Por supuesto, al final y tras muchos quebraderos de cabeza, lo han arreglado, pero tiene delito la cosa. Como dije antes, ¡qué fácil es hacerse rico!

Y como no hay dos sin tres, a la tarde tuvimos otra historia que contar. Me bajé a comprar unas cosas al Galerías Primero, y al ir a pagar con mi tarjeta de ING direct de toda la vida, me encuentro que no me la aceptan. Como ya me había pasado hace poco que la banda magnética había fallado, les pasé otra tarjeta, y listo.

Pero estoy tan tranquila en casa, y de pronto oigo que he recibido un mensaje en el movil. Lo leo y dice lo siguiente: “Rogamos se ponga en contacto con nosotros en el teléfono XXXX por una incidencia con su tarjeta”; y remite ING direct. Mosqueada, llamo al teléfono que me indican a la vez que compruebo los datos de la tarjeta en la página web de la entidad, y aunque (respiro aliviada) no hay ningún gasto sospechoso, me doy cuenta de pronto de dos cosas: a) Mi tarjeta y la de mi marido están anuladas y b) Aparecen dos tarjetas nuevas que no he solicitado.

Y a todo esto, el amable joven que me atiende en la linea telefónica, me dice que en este momento todos los operadores de tarjetas de crédito están ocupados y que tengo que esperar, tiempo durante el cual pienso de todo.

Al final, me pasan con una operadora, quien me dice que ha sido una orden de VISA, que ha mandado un listado de números de tarjeta sospechosos de uso fraudulento, por lo cual por ley proceden automáticamente a anularlos y a mandar una tarjeta nueva sin ningún tipo de cargo para el usuario. Mosqueo total. Mi tarjeta (como digo, comprobé todos los gastos y todos eran correctos, aunque hubo un pago de Paypal que por culpa del Firefox mandé sin querer dos veces y hubo que anular uno, pero todo eso estaba controlado) podía ser sospechosa ya que la uso mucho y sobre todo por internet. Pero, ¿la de mi marido, que no la usaba desde vacaciones? Y encima, ahora, hasta que recibiéramos la tarjeta nueva, nos quedábamos sin tarjeta!

Reconozco que me enfadé. No con la operadora, que no tenía ninguna culpa, ni con el banco, que había hecho lo que tenía que hacer, sino con la situación y con quien quiera que hubiera mandado el dichoso listado. Por lo que me dicho la chica, recibían alertas de VISA prácticamente todos los días, pero esta vez les habían advertido de que probablemten recibieran muchas llamadas de consulta porque el listado era muy extenso. Definitivamente MUY extenso, ya que por lo que sé también a mi padre le hicieron lo mismo.

Pero a la larga, y una vez superada la sorpresa inicial y hecha a la idea de que iba a tener que actualizar todas mis bases de datos en las que tuviera los números de mi tarjeta de crédito, tuve que reconocer que ING direct seguía siendo un banco en el que puedo confiar y con cuyo servicio estoy satisfecha. Habían resuelto la situación rápidamente, con el mínimo de molestias posibles para el usuario y avisando puntualmente de la situación. Así que en realidad, no tengo motivo de queja. No con ellos. Además, mejor que te anulen la tarjeta antes de que alguien la use que no después, ¿no?

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