martes, 14 de octubre de 2008

OFRENDAS Y PEQUEÑOS DETALLES (o P’AL PILAR, SALE LO MEJOR)

Acaban de terminar las Fiestas del Pilar, que este año con boda por medio hemos celebrado de forma extraña y un tanto a trompicones, y estaba pensando en las tradiciones y pequeños detalles que todo esto conlleva.

Aunque no soy muy religiosa, ni muy dada a fiestas y celebraciones, hay una serie de cosas que no dejo pasar en estas fechas. La primera y principal es mi cachirulo. Desde el día del pregón lo saco, y lo llevo siempre conmigo – atado al bolso si voy al trabajo (es más discreto), al cuello cuando salgo por ahí, aunque sea a comer a casa de la familia. Mi cachirulo es morado, por dos motivos. El primero es que nunca me ha gustado el color rojo, mientras que el morado es uno de mis favoritos. El segundo es algo que me dijeron cuando me regalaron dicho pañuelo: el cachirulo rojo representa a todo Aragón, el morado es el de Zaragoza capital.

Me parece oir voces clamando que el cachirulo morado es el de Teruel (aunque otras fuentes dicen que es del Alto Aragón, a ver si se ponen de acuerdo). Eso es lo que dice mucha gente, y como tantas cosas, de tanto oirlas, se convierten en medioverdades. Bueno. A mí mi cachirulo me lo regaló mi tío Ponciano (poco dado a regalar cosas, todo sea dicho), precisamente porque me vió con uno rojo, y fue quien me informó de la procedencia de dicho color. No voy a decir que lo que diga mi tío (que regentaba en aquella época quizás la más importante tienda textil del pueblo, Alagón, y que para el Pilar vendía cachirulos y banderas, así que supongo que algo sabía del tema) vaya a misa, pero voy a exponer dos argumentos más que apoyan mi afirmación.

El primero, si el cachirulo morado es el de Teruel, ¿por qué se vende en las tiendas de Zaragoza, junto con el rojo, y ningun color más? ¿Estamos discriminando a Huesca? Con esa duda fui un día a “La Flor de Aragón”; una de las tiendas de ropa regional con más solera de Zaragoza, y me dijeron... “No, no... los cachirulos en realidad no tienen acepción de color. En Zaragoza se usan el rojo y el morado indistintamente, es cuestión de gustos. Pero el morado no es el de Teruel, por mucho que digan”. Bueno. Ya teníamos otra versión, dada creo por gente especializada en el tema, que apoya mis argumentos.

El segundo, un cartel de las fiestas. El de 1985. Si se fijan en él, los tres chavales llevan cachirulo morado. Puesto que son las fiestas del Pilar de Zaragoza (cartel oficial, que además ganó el concurso por medio del que lo eligen), ¿no creen que lo lógico es pensar que esos tres muchachos son Zaragozanos de pro y no turistas turolenses?

En fin, cada uno que piense lo que quiera. Sé que mientras lleve mi cada vez más desteñido cachirulo morado, tendré que contestar siempre a la pregunta “¿Por qué llevas el cachirulo de Teruel?” repetidas veces. Si eso sirve para culturizar a la población, pasaremos la prueba.

Otra de mis tradiciones es colgar las banderas de Aragón y de España (si, las dos juntitas, que piensen lo que piensen los nacionalistas, no son incompatibles) en el balcón y la ventana que dan a la fachada de mi casa, respectivamente. Llueva, truene, haga viento o sol, todos los años las pongo el día del pregón, y las descuelgo al día siguiente de la traca de fin de fiestas. Es una tontada, y más ahora que ya no se hacen eventos de las fiestas en mi barrio, pero igual que engalano la casa para Navidad, pues me gusta hacer eso, qué se le va a hacer.

Y la tercera tradición que nunca, nunca espero dejar de cumplir, es ir a la Ofrenda de Flores. Llevo yendo a la Ofrenda desde que nací, o, mejor dicho, desde que cumplí mi primer año (en 1967 era todavía muy pequeña y mis padres no se atrevieron). Al principio me llevaba mi madre, que era la única de la familia, conmigo, que se vestía de baturra, y con el tiempo voy yo a cualquier precio. Este año, por cierto, ha sido el primero que mi madre ha fallado, por problemas de su artritis. Yo espero no fallar nunca, excepto por causa de fuerza mayor. Incluso en 1999, a 10 días de salir de cuentas, pasé, embarazadísima. Uno, por cierto, de los dos únicos días, en estos 40 años que llevo pasando, en los que recuerdo que haya llovido el día del Pilar.

Que, por cierto, otra de las cosas de las que presumo, es de que nunca me ha llovido al pasar por la Ofrenda. Vale, ha habido, como digo, dos años en que ha llovido durante el acto. Uno fue en 1999, y otro este año que parece que el tiempo se ha vuelto loco y llueve a cántaros casi todo el año. Pero A MI no me ha llovido. Lo que quiero decir es que ambos años me dio tiempo a entregar las flores antes de que cayera la lluvia. Sé que no significa nada, pero me gusta presumir de ello.

Por cierto que en todo este tiempo nunca me habían sacado en la tele, hasta este año, en que me hicieron hasta una entrevista cuando estaba a punto de dejar las flores. Por supuesto, ni la he visto ni sé de nadie que lo haya hecho así que igual ni la han emitido, pero yo, feliz.

Y este año, no sé que está pasando, pero la gente protesta por todo. El otro día leí en el periódico varias declaraciones en contra de las fiestas (que sí eran de pueblo y esto es una gran ciudad, que tal y que cual), pero la que más me llegó al alma fue un señor que decía que le avergonzaba la ofrenda de flores, que era un desperdicio y que sería mejor que los ciudadanos donásemos ese dinero a los pobres...

Pues yo le contesto a ese señor desde aquí... Para mí la Ofrenda es un acto en el que participo por diversión. Me gusta, muestro mis sentimientos, y me gasto un dinero en las flores, porque quiero que sea en flores. Como el que me gastaría en ir al cine, al teatro o a un concierto. Entonces, ¿qué pasa, que mejor que irme al cine, dono también el dinero a los pobres? Pues mira, no. Si lo quiero dar a los pobres, será por que yo quiera, y no porque tenga que hacerlo en lugar de otra cosa que quiera, y pueda, permitirme... (jo, suena fatal, pero es como lo veo).

Normalmente, como digo, mis tradiciones ineludibles eran esas (bueno, y comerme un algodón de azúcar en las ferias, pero aún no hemos ido este año y como ferias hay en más sitios eso no cuenta). Pero desde hace unos pocos años, se ha añadido una más: La Ofrenda de Frutos. Como el marido de mi prima Silvia tiene un puesto en el Mercado Central, un año nos ofreció unirnos al grupo de la Ofrenda de Frutos, porque no había bastante gente. Cualquier ocasión para vestirnos de baturros (hacer “cosplay” maño, le llamo ahora) siempre es bien recibida y nos apuntamos, llegando a hacer algún año, como aquel en que me vestí en la consulta y salí con el tiempo justo ya vestida de baturra para asombro y regocijo de los pacientes que esperaban fuera, a hacer auténticos malabarismos para llegar. Así que este año, en que mi madre volvió a fallar, pese al aluvión de gente por ser fiesta, Silvia volvió a dejarnos los mejores puestos. Tan buenos, que hasta salí en portada del ADN...

Ambas ofrendas son un atentado para mi dieta. En la de Flores, tenemos la (mala) costumbre de juntarnos con toda la familia de mi padre (a algunos ni los conozco) tras pasar por la Virgen y almorzar. Y cuando digo almorzar, lo digo con mayúsculas. Jamón serrano, chorizo, jamón, salchichón, jamón, queso, jamón... Todo riquísimo, y entra que ni te enteras. Y luego a comer, claro. Y en la de frutos, siempre traen galletas, moscatel... Este año trajeron barquillos, montones de bolsas de barquillos, y era un placer ver a mi primo Javier repartiendo barquillos, durante el desfile en sí, a todos los niños del público. Él no paraba de ir de aquí para allá, y a los pequeños se les iluminaba la cara. Momentos como ese me hacen recordar por qué me gusta este mundo (y cuando mi prima dice que cambiaría a su marido por Tom Cruise, me entran ganas de abofetearla por tonta, que seguro que Tom Cruise no haría eso, y entre nosotros, ni siquiera es tan guapo como Javier, que es un chico guapo, buena persona, trabajador y que la quiere horrores).

Por lo demás, este ha sido un Pilar raro. Josema anduvo aquejado de alergia, y si los primeros días le daba algo de pereza salir, al final no fuimos a ningún sitio exceptuando lo ya dicho. Ni a ver tenderetes, ni nada, que los dos últimos días ya estuvo de lo más pachucho. En realidad, ni siquiera celebramos el aniversario de nuestro noviazgo (una noche del Pilar, hace ya 18 años). Solo me dio tiempo a darle mi regalo, un libro sobre caligrafía china, y poco más. No es que me importe mucho, no soy muy de salir, pero como digo, se me ha hecho raro...

0 comentarios:

 
Vivir para soniar - Templates Novo Blogger