lunes, 27 de octubre de 2008

MOONLIGHT MILE

Hace unos días Damián nos prestó todos los números de la serie de manga Moonlight Mile. El número 1 ya llevaba un tiempo rondando por la casa, pero el total ascendía nada menos que a 14 números. Y aunque al principio me costó un poco cogerle el gusto (es de esas series en las que si por el número 1 fuera, no me la habría comprado, porque cuesta un poco cogerles cariño a los personajes), lo cierto es que hacia la mitad ya estaba completamente enganchada, y me he pegado prácticamente todo el fin de semana leyéndolos, en detrimento de otras cosas más urgentes que tenía por hacer…

La serie se ubica en un futuro (muy) cercano y trata principalmente de la colonización de la luna. Sin entrar en más detalles, a lo largo de la misma vas entrando en las motivaciones de los distintos personajes, de diferentes países, por cierto, aunque el máximo hincapié se reparta, como es lógico, entre Japón y Estados Unidos, y vas siguiendo el desarrollo de la carrera espacial a lo largo de varios años como si formases parte de ella.

Me descubrí en un punto de la historia recordando mis sueños de la niñez de ser astronauta, y sobre todo, de visitar Cabo Cañaveral (o Cabo Kennedy como se llama ahora) y formar parte aunque fuera desde fuera, de ese trocito de historia. Es curioso como con los años cambias tus metas y tus ilusiones y las vas aparcando cuando las ves irrealizables (y yo aquello lo vi irrealizable muy pronto, quizás por culpa del Pato Donald, que en un librito de esos de “Los Jóvenes Castores” decía que para ser Astronauta era casi imprescindible ser americano, y lo peor de todo es que, al menos en aquella época, tenía razón), no como algo triste o derrotista sino simplemente como la evolución normal de la vida. Y como descubres que esos sueños, en realidad, no los pierdes. Siguen ahí, agazapados, como cuando destinamos uno de los días de nuestro viaje de novios a cumplir ese sueño, visitar Cabo Kennedy (aún recuerdo el cosquilleo en el interior de mi barriga cuando me hice una foto frente a la estructura desde la que, pocos días más tarde, despegaría la lanzadera Atlantis), o simplemente, esperando un buen cómic, como éste, para volver a la superficie y recordarte que, aunque sean irrealizables, todavía te pueden hacer suspirar…

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