lunes, 20 de octubre de 2008

FANFICS


El sábado fuimos a ver al cine El Reino Prohibido. Era una película que yo tenía muchas ganas de ver por varios motivos. El primero y principal, porque me encanta Jackie Chan. Que quereis que os diga, en mi infancia había dos tipos de películas de “golpes” que nos encantaban a los críos, y crecimos con ellas, y son parte de nuestros recuerdos más atávicos. Unas eran las de Bud Spencer y Terence Hill, que al menos en mi caso, no han resistido tan bien el paso de los años (pese a que los ojos azules de Terence Hill siempre eran agradecidos de ver, para qué mentir). Las otras, las de Jackie Chan, siguen despertando en mí recuerdos muy tiernos. Quizás por las tomas falsas, y esas palizas que el pobre mozo se pegaba intentando que sus peleas fueran reales, o quizás por la carita de buena persona que Jackie ha tenido toda su vida. Siempre me ha resultado un hombre achuchable, el tipo de chico que podría ser tu mejor amigo, y aunque con los años ha perdido parte de su atractivo (porque sí, de joven me parecía guapo), sigue teniendo ese aire de perrito perdido que te hace tener ganas de darle un abrazo y ayudarle en sus aventuras.

Esta película, además, añadía otro atractivo, que era el pertenecer a un género fantástico-de aventuras, que es lo que siempre me ha gustado a mí. De hecho, parecía del tipo WuXia, ese género de artes marciales chino al que pertenecen aclamadas películas como Tigre y Dragón o Hero (en la que también aparece Jet Li, con quien comparte cartel). Pero, y para mí es un pero muy importante, con el sello de Jackie. O sea, la credibilidad. A mi, en realidad, el Wu Xia no me gusta. El WuXia es ese género en el que los luchadores dan brincos de 10 metros, caminan a cámara lenta por el aire o saltan desde las puntas de los árboles o por la superficie del agua como si fueran atados por cuerdas. En películas de bajo presupuesto como la maravillosa e imprescindible “Una Historia China de Fantasmas” esos brincos irreales podían achacarse a la falta de medios, pero en Tigre y Dragón, que tenía todo el presupuesto del mundo, me chafaron la película, sinceramente. Sin embargo, con Jackie Chan por medio ya sabía (y no me defraudó) que las peleas serían peleas, la gente saltaría como si pesase (y no como si fuera caminando por la luna) y aunque había algunos saltos de 6 ó 7 metros y la gente (sobre todo la mala malosa, una belleza asiática de las que me hacen sentir a la vez admiración y envidia) podía agarrar cosas con el pelo o con las larguísimas mangas de la túnica como si fueran extensiones de su propia persona, lo hacían con poca frecuencia y con cierta credibilidad.

Así que con esas expectativas, que se cumplieron sobradamente, me mantuve alerta vigilando trailers y anuncios hasta que el sábado al mediodía vimos en la tele que ya la habían estrenado y dije sin otra opción que esa noche, nos íbamos a verla.

De pronto, y mientras miraba la cartelera para poder quedar con Damián y Mabel en el cine (al final Gema y Alba no se animaron), leí el argumento y me asusté. La premisa, un chico de nuestra época que por arte de magia acaba en el mundo de la China legendaria, no era muy prometedora. Vale, durante la película se fueron calmando mis temores conforme vi los paralelismos con dos obras maestras: La Historia Interminable, y El Mago de Oz... Pero cuando leí aquello, antes de ver la película, me entró pavor, porque me sonó a fanfic.

Pausa dramática.

Lo primero, voy a decir lo que (creo que) es un fanfic. Un fanfic es ficción escrita por los fans. Vamos, lo que yo escribía cuando tenía 15 años. Adoro Starwars, me imagino mis propias aventuras en ese mundo, y escribo un relato sobre él. Yo escribí montones de relatos así en mi adolescencia, aunque en mis tiempos eso no tenía nombre (los comics se llamaban tebeos, los mangas, tebeos japoneses; las trading cards, cromos; los tattoos temporales, calcomanías; y al cosplay lo llamábamos simplemente disfrazarse, así que fijaros si han cambiado los nombres y los tiempos). Y todos tenían esa misma estructura: un personaje adolescente (normalmente mi alter ego) por arte de magia o similar, acababa en el mundo de sus sueños: Star Wars, Cristal Oscuro, El Señor de los Anillos, y mil más que ahora no acierto a enumerar. Había aventuras, romances, y al final volvía a casa enriquecido por la experiencia para descubrir que no había sido un sueño, e incluso que su amor de la otra dimensión estaba encarnado ahí, de una forma u otra. Patético, para que nos vamos a engañar.

A ver, no quiero decir que TODOS los fanfics sean así. He leído muy pocos, por no decir ninguno, y no dudo que habrá fanfics con una calidad literaria fabulosa. De hecho, lo más parecido que he leído han sido las novelas de continuación de StarWars, esas que gracias a Dios no son canon, y que curiosamente sí han sido publicadas, pese a su evidente falta de calidad. Hablo más de mi propio (falta de) talento literario, y de la mala calidad de mis propios fanfics. Que conservo con cariño, pero que incluso de adolescente me hacían avergonzarme. Vamos, que solo me estoy metiendo con lo que yo he escrito, no con lo que escriben los demás. Y precisamente por eso me asusté. Algo que se pareciera a lo que yo escribo no podía ser bueno (me pasa también con novelas acarameladas como La Momia de Ann Rice o la saga de Crepúsculo de Stephanie Meyer: me recuerdan tanto a mis empalagosos intentos adolescentes que no pueden, no, ser buenas novelas...).

Bueno, he de decir que me equivoqué. Como digo, la historia tenía más de grandes obras como la Historia Interminable o el Mago de Oz y la parte hormonal era bastante escasa. No niego que la historia podría haber sido quizás, solo quizás, más consistente, si el protagonista hubiera sido un chaval chino, o incluso occidental, pero perdido de una caravana de Marco Polo o algo así, y si la gente de la China Legendaria implicada en la historia no hubiera hablado español (inglés en la versión original) con tanta naturalidad, mientras la gente del pueblo llano seguía hablando chino con subtitulos. Pero aparte de eso, disfruté como una enana, con la historia, con los ropajes del malo (Qué kimonos, Dios mío! Sólo superados por el majestuoso vestuario de La Maldición de la Flor Dorada), con el parecido del Rey Mono (en quien en cierto modo me había inspirado para crear al personaje) con mi BJD Hujing, y, sobre todo, con las peleas de Jackie Chan.

Que siguen siendo insuperables.

(Bueeeeeno, Jet Li también estaba muy bien...)

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