martes, 14 de octubre de 2008

DE BODA

El sábado 11 de octubre (víspera del Pilar, vaya fechas!) fue por fin la boda de mi prima Ana. Me pegué desvelada desde las 6 de la mañana, convencida de que después de la faena con el traje que me puse para la boda de Carlos en Madrid, el traje que me había comprado para esta boda también me iba a ir pequeño. Llevo varios días (por no decir años) que me quita el sueño el tema del peso, pero lo de esta vez fue exagerado. E innecesario, porque al final me iba bien, incluso algo ancho. Menos mal.

Llevo una temporada rara, que espero cosas que normalmente me encantarían, con poca ilusión. Por suerte luego las disfruto como siempre y este ha sido el caso. Iba con pereza, pero luego acabé hasta emocionada. El incidente del coche de alquiler tuvo algo que ver, no hay duda. No sé si lo comenté el otro día, pero cuando le acompañé a la prueba final del traje de novia, le ofrecí a mi prima regalarle el alquiler de un coche de lujo para la ceremonia. Es algo de lo que me quedé con las ganas en mi propia boda (a mi tío, al parecer, le hacía mucha ilusión llevarnos él en su recién estrenado Córdoba, así que me tuve que aguantar porque fui tan idiota que no me puse firme con aquello de que era MI día y no el suyo... ), así que me hizo mucha ilusión regalárselo a Ana.

Aunque no pudimos reservar el coche que le había gustado en un principio, le reservamos un precioso Rolls Royce blanco en Alquiler de Clásicos.com, empresa que forma parte de un grupo con cuyo dueño mi madre tiene cierta relación (organizaron un par de congresos con ellos, llevan los autocares del colegio de Leo, y nos prepararon el año pasado nuestro inolvidable viaje a Japón a través de su agencia de viajes). Así que yo no me perdía la llegada de mi prima a la iglesia en su coche de princesa.

Imaginaros mi shock cuando la vimos llegar en taxi...

Lo curioso es, el coche había llegado a la casa puntual, ya que lo habíamos visto... ¿entonces?

Pues entonces, el problema fue que el coche se paró, y al ser un coche antiguo, falló la batería y no volvió a ponerse en marcha. Me quedé de piedra, hecha polvo. Y si las bodas ya me emocionan, en esa, de pensar en el chasco que la pobre Ana se había llevado POR MI CULPA, me la pegué como una madalena. Menos mal, pensé, que como había insistido en que todo el mundo la esperásemos dentro de la iglesia, casi nadie la vio llegar.

A cambio, a la salida, el Rolls estaba ya allí, flamante, inmaculado, como si no hubiera pasado nada, y los comentarios cuando se subió (“Parece una princesa”) me compensaron del disgusto.

Es verdad.

Parecía una princesa.

(Y la empresa, que conste, se portó con total honestidad y nos devolvieron el dinero)

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