martes, 30 de septiembre de 2008

VESTIDOS DE NOVIA


Creo que ya dije en la entrada sobre mí misma que una de las cosas que adoro son los trajes de novia. En realidad, me gusta prácticamente todo lo relacionado con las bodas, pero los trajes de novia en particular son una pasión. Aunque tengo especial predilección por los trajes con un puntito hortera, recargados y principescos (para eso es el día en que la novia protagoniza su cuento de hadas personal), a veces me descubro mirando con admiración hasta los de Ágata Ruiz de la Prada... Bueno, vale, quizás exagero. Pero todo traje de novia tiene su encanto, simplemente por su significado. Llamadme romántica...

He tenido esta pasión desde que tengo uso de razón (valga el pareado) y supongo que los finales felices de Disney tendrán mucha culpa de ello. Ya cuando comulgué decía que quería hacerlo “con velo, como las novias”, y conseguí comulgar con lo más parecido a un traje de novia infantil que pude, teniendo en cuenta que era la época previa a los trajes de comunión tipo Sissi (me hubiera muerto de placer de haber podido llevar uno de esos... ¡ay!). Me paraba en los escaparates de trajes de novia y soñaba con el vestido de mi boda incluso antes de soñar con quien pudiera haber sido el novio.

Cuando empecé a tener edad de “festejar” y perdí un poco la vergüenza, empecé a recorrerme las tiendas de trajes de novia, primero mirando los escaparates con la nariz pegada al cristal como un niño mirando golosinas, y luego echándole más valor y entrando a pedir catálogos. Pronto aprendí que la época de los catálogos, como la de la vendimia, era a principios de octubre, y empezaba a ser una tradición: bajarme a la calle Don Jaime en vísperas del Pilar y recoger el programa oficial de fiestas, para luego recorrerme las tiendas pidiendo catálogos. En algunas, creo, acabaron reconociéndome, particularmente un chica rubia que trabajaba en Vicky Boutique, y que me miraba ya con mala cara, pero no me importaba demasiado. Aunque siempre me ha sorprendido que sean tan reacios a darte un catálogo... parece que les desangres, o algo así... ¿para que los quieren, para apilarlos y usarlos en vez de sillas? ¡Si las casas de moda se los dan para eso!

Así que cuando llego MI momento, el día en que por fin me iba a comprar un traje de novia para MI boda, estaba dispuesta a recorrerme todas las tiendas del mundo, ahora con pleno derecho, y probarme todos los vestidos que pudiera, y disfrutarlo como una enana, porque era lo que más ilusión me hacía de todos los preparativos de la boda.

Fuimos un día de septiembre, poco antes de que abrieran los catálogos, con intención de tantear el terreno, pero no comprar nada aún, y nos recorrimos varias tiendas de la calle Don Jaime, todas ellas infructuosamente. Pero, al llegar a la que siempre ha sido mi tienda favorita, Bianca Novias, tras probarme varios trajes que no terminaron de gustarme de lo poco que les quedaba, y estar a punto de marcharme de vacío a la espera de que les llegasen los nuevos catálogos, vi un traje en una foto de un desfile (un traje que de hecho había pedido que me sacaran, pero que no lo habían hecho, por lo que asumí que no lo tenían ya) y comenté “Lástima que ese no estuviera disponible”. La chica, cansada (eran casi las 8, hora de cierre), se sorprendió: ¿No te hemos sacado ese? Pues sí que lo tenemos. ¿Te lo quieres probar?. Dije que sí, y llegó el momento de la revelación, como yo lo llamo.

El momento de la revelación es cuando te pruebas el traje de novia que han creado ex profeso para ti. Cada novia tiene uno, aunque, como con las almas gemelas, es posible que deambules de tienda en tienda sin encontrarlo, o que te engañen en la primera de ellas y te compres uno que no sea ese. Pero si tienes la suficiente suerte, o perseverancia, te probarás un traje, y será como si te iluminase un foco del cielo y un coro de ángeles entonase un himno para ti. De pronto, tus acompañantes se quedarán boquiabiertos, y la dependienta, que como su trabajo es vender, ha estado diciendo que TODOS los trajes que te has probado te sientan divinamente, particularmente los más caros, se quedará por una vez sin palabras.

Si tienes esa experiencia, no lo dudes: ese es TU vestido de novia. Eso me pasó a mí, y me fui a la vez feliz y triste, porque lo que iban a ser varias tardes de disfrutar probándome todos los vestidos del mundo ya se habían acabado. Ya no tenía excusa, ya no había más que mirar. Ese era mi vestido, y ese me compré, cosa de la que nunca me arrepentiré.

Cuando vives algo con tanta ilusión como es la preparación de tu boda (sé que hay gente que no lo vive así, pero para mí fue algo maravilloso), cuando se termina todo queda una sensación de vacío muy grande. De pronto, ya se había terminado. Ya había llevado el vestido, ya había ido a la iglesia, ya había sido el baile... Todas esas energías habían llegado a su fin, pero yo había tomado mucha carrerilla y ahora no podía parar de golpe. Así que durante un tiempo acaricié varias ideas: crear mi propio negocio de organización de bodas, abrir una tienda de trajes de novia (hasta intenté conseguir los catálogos de una que cerraba y buscaba alguien para el traspaso, pero la propietaria no sé por que me tomó tirria y cuando se los pedí dos días antes del cierre me dijo que aún podía haber alguna novia que entrase a comprar un traje a su negocio. Sí, hombre. Y en dos días le consigues un traje. En fin, qué se le va a hacer...) o diseñar mis propios trajes, de los cuales tengo cuadernos llenos.

Al final, claro está, ninguno de esos proyectos se materializó, aunque algunos no eran malas ideas, pero nunca he tenido ni vocación ni empuje empresarial, así que nunca me arriesgué. Lo más que llegué a crear fue un grupo de MSN, “Moda Nupcial”, en el que recopilé todos los datos que pude (aunque ahora el pobre esté un poco parado). Y durante años, mientras “colase” mi edad, seguí recorriéndome tiendas, recogiendo catálogos, y asistiendo a ferias de eventos nupciales, que empezaron a prodigarse justo el año anterior a mi boda.

Es innegable que el tiempo hace mella, y poco a poco perdí parte del entusiasmo inicial. Sigo aferrándome a los catálogos y revistas de trajes de novia que pasan por mis manos y me sigo parando en todos los escaparates, pero ya no me recorro las tiendas (se me empieza a ver el plumero) y tengo abandonada mi página web. Pero como el que tuvo, retuvo, aún tengo cierta fama entre mi familia de entender del tema (de hecho, entiendo, qué puñetas!), y mis primas Eva y Ana me han pedido ayuda a la hora de elegir sus respectivos trajes de novia (aunque Eva al final se fue a elegirlo por su cuenta, cosa que me dolió como una puñalada y me tuvo un día llorando, porque me había prometido ir conmigo....).

La más reciente ha sido mi prima Ana, que se casa el próximo día 11 de octubre. Ya tuvo el detalle de avisarme el día que iba a ir a elegirlo, y me fui de cabeza con ella, su hermana y sus padres a Pronovias. He de decir que Pronovias no es ni de lejos mi tienda favorita. Sé que su trabajo es vender, pero en este caso son casi como buitres y con tal de que no salgas de su tienda sin haber apalabrado un vestido (no vaya ser que vayas a otra y encuentres otro que te guste más) te avasallarán, te dirán que todo te sienta divinamente, y no serán todo lo honestas que una compra de esa envergadura requiere que seas. De hecho, sigo pensando que Ana debería haber buscado más. Se compró un vestido bellísimo, no hay duda, pero no existió ese “momento revelación” que yo digo, y la dependienta tuvo la desfachatez de decir que “no siempre había ese momento”. Y una m. Lo dices porque su momento revelación seguramente le estaba esperando en otra tienda, pero tu no la ibas a dejar escapar de sus garras. Hasta dejó apalabrado un velo de tul ilusión (forma bonita de llamar al tul cutre-que-te-cagas de los disfraces de carnaval) que para mi gusto, era el más soso de todos los que se probó, aunque es cierto que ninguno acababa de combinar bien con su precioso vestido.

Ayer tuvo la prueba final, así que conseguí que Josema se hiciera cargo de Leo y me fui (andando, a ver si conseguía sacar adelante mi dieta) hasta Pronovias para acompañarla en los retoques finales. Conseguirmos que se cambiase el velo por otro más bonito, apropiado y de mejor calidad, y la verdad, disfruté como una enana. Y me reafirmé en que quiero una camiseta como las que llevan las dependientas de Pronovias, negras con diseños de trajes de novia en blanco. Dibujo que no he conseguido encontrar ni siquiera en internet...

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