domingo, 22 de junio de 2008

¿SE HA HECHO DAÑO, SEÑORA?

Ayer Leo celebró su fiesta de Dinosaurios, una especie de tradición que inauguró hace tres años y que mis padres se prestan gustosos a organizar. Así, nada más terminar el curso, invita a todos sus compañeros de clase al chalet de sus abuelos y pasan una divertida tarde de piscina mientras los padres y abuelos hablamos de nuestras cosas. Lo de los dinosaurios es un poco anecdótico. El primer año pintamos unos cuantos en cartones, y poco más. El año pasado ya añadimos una piñata en forma de tiranosaurio comprada por internet que fue de lo más divertido de la fiesta (nota: los niños en jauría son dignos de un documental de National Geografic. Casi oía la voz de Félix Rodríguez de la Fuente cuando la piñata cayó al suelo y los niños saltaron sobre ella desmembrándola y llevándose el contenido a puñados con miradas de odio hacia cualquiera que intentase arrebatárselo. Los dos años). Y este año hemos repetido la piñata y añadido globos con pequeños dinosaurios dentro, como sugería la página web Euroresidentes.

Además este año hemos batido record de asistencia. No todos los años pueden venir los mismos niños, como es lógico, y algunos incondicionales nos han fallado. A cambio, Alicia y Claudia (nuestras chinitas auténticas y genuinas) han venido por primera vez, las primeras y en compañía de sus padres que nos invitaron a celebrar el día de China en la Expo, y Diego y Lucía, cuñado y novia formal de mi hijo desde los 4 años, pudieron apuntarse también, para mi gran alegría.

Leo lleva siendo novio formal de Lucía, como digo, desde los 4 años, en que decidieron en 2º de Infantil que se casarían el uno con el otro y de momento, ninguno de los dos parece haber cambiado de idea, pese (o quizás gracias) a que los mellizos dejaron el colegio ese mismo año y no se ven más que para cumpleaños y eventos varios. A mí, personalmente, y pese a lo poco probable del tema, no me importaría lo más mínimo que la cosa fuera realmente en serio y de adultos formalizasen su relación: Lucía es una niña preciosa, inteligente y, eso sí, un poco marimandona, que haría una pareja excepcional con Leo. Y además, sus padres son encantadores y nos llevamos fenomenal con ellos, así que ¿qué mejor perspectiva que no tener problemas con los consuegros?.

De hecho, Pili, mi “consuegra”, es una persona encantadora con la que da gusto hablar, y en muchos sentidos fue ayer el alma de la fiesta.

Hubo comentarios sobre la edad, sobre si nos hacemos o no viejos, y sobre todo, sobre el hecho de que no, no nos sentimos viejos. En seguida mi suegra comentó que a ella lo que más le impactaba era que le cedieran el asiento en el autobús. “Dios mío, ¿tan vieja me ven?”, se quejaba ella. Y es que es verdad, la juventud va por dentro, pero de vez en cuando alguien te suelta una muestra de respeto con su mejor intención y educación, y te sienta como un mazazo... porque esas muestras de respeto son para los viejos, y tú no te sientes así. Pili, chica morena, delgada, bonita y de aspecto juvenil, nos comentó que hace poco se cayó por la calle, y unos trabajadores de una obra cercana se acercaron corriendo a ella y le preguntaron “¿Se ha hecho daño, señora?”. Con gran sentido del humor, nos dijo que lo primero que le vino a la mente fue “Ahora sí que me habéis hecho daño, pero en la moral. Como si me hubierais clavado un cuchillo y lo hubierais retorcido con saña”.

Jeeee. La entiendo. Creo que escribí, o pretendía escribir algo al respecto. Cierto, ciertísimo es que la edad se lleva por dentro, pero a veces lo que hay fuera confunde, eso está claro. Igual que las experiencias. En algún suplemento de periódico he leído hoy algo sobre que proponían cambiar el término “cuarentones” por el de “cuarentañeros”. Ya que cuarentón tiene un significado despectivo y decadente que no coincide con como se siente la persona de cuarenta años hoy en día.

A mi la verdad, me da lo mismo. Yo este año salto a los 41, pero no me preocupo si no pienso en ello. Es cierto que a veces me asusta pensar en que yo he vivido mi juventud en la época en la que algunos de mis amigos ni siquiera habían nacido, pero como digo siempre, eso no es porque sea vieja sino porque nací demasiado pronto. En cualquier caso, todo esto se resume en este anuncio:

Que sí, que sí, que vivimos en los 80. ¿Y qué?

Lo importante es disfrutar cada momento de la vida. Da igual la edad que tengas. Y como dicen los castizos, ¡que nos quiten lo bailao!

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