lunes, 18 de febrero de 2008

Y AHORA, ¿QUE ME PONGO?

Soy lo que la gente llama “grandota”. Que no es sino un eufemismo para “alta, gorda y torpona”, pero bueno. Lo he sido toda mi vida y aunque a temporadas aún me sigue acomplejando, he aprendido a vivir con ello, como con todo. A pesar de que hace 10 años conseguí adelgazar y ponerme en el que según las fotos y la talla de la ropa sería mi peso ideal (pese a que según las tablas y los canones de belleza actuales aún me habrían sobrado entre 10 y 15 kilos porque parece que midas lo que midas, si pesas más de 58 kgs, ya eres una foca), después de nacer Leo recuperé lo perdido y más, y al final, puesto que mi fuerza de voluntad brilla por su ausencia, he asumido que nunca más quedaré bien en las fotos y que tendré que conformarme con tallas superiores a la 44-46 toda mi vida. Al menos, no llego a lo que los médicos definen como “obesidad”, pobre consuelo, pero tengo claro que nadie me va a considerar grácil y esbelta en lo que me queda de vida.

Es curioso, y divago un poco más antes de tomar el tema por el que abrí este apartado, que lo que no me gusta es mi tamaño. Veo a gente más bajita que yo y más rechoncha, y en cierto modo me parecen más adorables, más, como diría yo, como las haditas de Disney. Pero parece que el “Alta y Delgada como tu madre” (que mi madre no ha sido nunca ni alta ni delgada, pero bueno) ha calado en mí y ser alta está reñido con el sobrepeso. Si eres alta, y gruesa, no queda bien. Y no consigo gustarme por ello.

En fin, a lo que iba (ahora sí). Cuando tienes una complexión como la mía, la principal odisea es comprar ropa. Durante 17 años (lo sé porque lo he mirado en internet) encontré una maravillosa empresa de venta por catálogo (Quelle) que aunaba buenos precios, calidad más que decente, tallaje amplio, forma de los pantalones adaptada a mi enorme trasero (MUY importante, ha sido casi siempre mi espinita a la hora de comprarme ropa toda mi vida) y la enorme comodidad de poder hacer el pedido desde casa. Los adoraba.

Probé un par de empresas más. Venca (a la que es aficionada mi madre), cuya calidad me decepcionó enseguida, aparte que sus campañas publicitarias siempre me han parecido odiosas ya que siempre parece que regalan duros a cuatro pesetas (Recuerdo aquella vez que le dijeron a mi madre “¡Ha ganado Vd. un video! Sin sorteos ni engaños, haga su pedido y reclame su video”. Cuando llamó por teléfono, ya que mi madre siempre hace los pedidos por teléfono, la pregunta al reclamar su video fue: “Si, tiene Vd. para elegir entre un video de aeróbic de Cindy Crawford o la vida de la Princesa Diana de Gales”.). Y la Redoute, más cara que las anteriores, de calidad similar a Quelle – y más mentirosos aún que Venca. Tuve un enfrentamiento con ellos en mi primer pedido, ya que si comprabas más de un importe determinado en ropa de bebé anunciaban un regalo sorpresa en su catálogo, y yo con mi pedido no recibí nada. Tras muchas quejas y llamadas telefónicas en las que me decían inocentemente que yo no había indicado en el pedido que quería ese regalo (¿Dónde, por Dios? Si no había ningún recuadro ni nada donde dijera que había que hacerlo, sólo decía que si gastabas X, te mandaban un regalo), me mandaron una mierda de espejito de bolso que no sé ya ni donde está. Por principios, dada la experiencia, solicité que me dieran de baja de su empresa y cada vez que recibo publicidad de La Redoute la tiro sin leerla primero. Quizás sea una tontería, pero odio a los timadores.

Así que sólo me quedaba Quelle. Como digo, esta empresa me acertaba con las tallas, cuando te prometía un regalo o un descuento conseguías ese regalo o ese descuento, ni más ni menos, y tenía ropa que me gustaba mucho, además de algo que siempre me ha gustado mucho y me resulta casi imprescindible: pantalones de tela elástica, mucho más cómodos que los normales. Durante una temporada, por culpa sobre todo de la moda en la que los vestidos tenían que ser de falda recta y los pantalones de cintura baja, dejé de comprar tanta ropa por un tiempo, y la poca que compraba no terminaba de sentarme bien (si a eso añadimos mi negativa psicológica a mi aumento de peso, que hizo que siguiera comprando la misma talla mucho tiempo, nos encontramos con un cargamento de vaqueros que no terminan de entrarme bien… pero en fin). Pero al final las cosas volvieron a su cauce y el verano pasado pude reemplazar muchas piezas, incluidos los vaqueros.

Este invierno uno de los vaqueros se me rompió casi al día de estrenarlo por culpa de un tornillo mal situado en una silla de un bar. Otro, de los más cómodos, por algún motivo, cada vez que lo lavo retiene un desagradable olor a humedad, así que me lo pongo como último recurso (aunque más veces de lo que debería, la verdad).

Por ello, este mes decidí que ya no esperaba más tiempo. Me he vuelto perezosa y he descuidado mi aspecto, y reconozco que gasto más en ropa para mis muñecos que para mí, pero la cosa no podía seguir así, y tenía que renovar mi guardarropa. Hice de tripas corazón y limpié medio armario, incluida ropa de recién casada que guardaba para “cuando volviera a adelgazar”. No llegué a desechar el pantalón maloliente, pero si el roto aunque lo había zurcido convenientemente, y apenas lo había llevado. Ya me compraría más.

Y este fin de semana desempolvé las revistas en busca del catálogo Otoño-Invierno para hacer uno de mis mega-pedidos. La verdad es que no recordaba haberlo recibido, pero siempre podía reclamarlo, o hacer un pedido por internet. El catálogo, efectivamente, no estaba en casa, y sólo me quedaban algunas cartas del verano ya que el catálogo de verano lo había tirado ya. Bueno, siempre puedo llamar o mirar en internet. Así que me voy a mi maqui y tecleo la página web: www.quelle.es.

Servidor no encontrado.

Con un terrible presentimiento, me voy a mi querido amigo Google y tecleo: Quelle.

Entre las muchas páginas, la que me temía:

QUELLE ESPAÑA CIERRA SUS PUERTAS TRAS 17 AÑOS DE ANDADURA

(Si, por eso sé que llevaba 17 años con ellos. Les he sido fiel desde que empezaron).

Se me cayó el alma a los pies. Busqué más, porque no me rindo fácilmente, y me encontré, aparte de con la precaria situación en la que habían quedado los empleados (que es una desgracia mayor que la mía, para qué vamos a engañarnos), con que Quelle.de, la página original alemana, no permitía comprar internacionalmente, que hubiera sido una buena solución. También descubrí que pertenecen al grupo de Grandes Almacenes Karstadt, mis favoritos las pocas veces que me he perdido por ese país, por lo que no me sorprende la calidad y el tallaje de las prendas. Pero es un conocimiento que de poco me sirve ahora, ya que tampoco es cosa de hacer como la pija de mi prima María Jesús e irme un fin de semana a Frankfurt de compras, por que sí… Aunque, ahora que lo pienso… ¿quizás no sería tan mala idea hacerlo dos veces al año? Aunque a ver quien va a devolver la pieza y reclamar que te devuelvan el dinero si sale de mala calidad… Se me va la pinza, lo sé….

De pronto, mi horizonte a la hora de elegir mi ropa y vestir de forma cómoda a la par que elegante se ha visto reducido a la nada. Tengo que empezar de cero, y buscar un lugar donde me vendan vaqueros elásticos, bien de precio, altos de cintura, anchos de cadera, y donde no tenga que re-ubicar mi mente de nuevo y contar con dos tallas más de las que usaba en Quelle. Va a ser difícil, más aún cuando apenas salgo de casa para esos menesteres. Y la pregunta se clava en mi córtex cerebral.

Ahora, ¿qué me pongo?

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