jueves, 27 de diciembre de 2007

CONSPIRACIONES

Y hablando de la reina de Roma…

Hoy vamos a culminar una conspiración. Que además incluye otra, aunque sólo Josema, las dueñas de Denver Doll y yo lo sabemos…

Miguel, el marido de Elena, disfrutan maquillando kekos. Intentaron ponerse un negocio al respecto, pero él es demasiado perfeccionista, y perdía demasiado tiempo por un maquillaje de miserables 15 euros, así que no le valía la pena. En cierto modo lo entiendo, y le envidio. Yo me pulo un maquillaje en un par de horas, mientras veo la tele y encorvada en el sofá. Así me sale, claro, pero no tengo paciencia ni de dar todos los pasos que requiere la técnica (echar barniz primero, barnizar después de cada capa, hacerlo con buena luz en una buena mesa de trabajo, vaya, incluso mojar con agua los pinceles… ¿quién quiere agua con lo bien que va la saliva?). Tampoco cobro por ello, me maquillo mis muñecos y ya está. Excepto el pobre Ambar. No me hacía con él, y se lo pasé a Miguel para que lo maquillase él. Me arriesgué, y pasó lo que yo me temía: aunque es un maquillaje soberbio, me resulta demasiado femenino… ¿Y ahora que hago? ¿Lo retoco? ¿Le digo algo? Es un compromiso, y precisamente porque hay confianza y no me lo ha cobrado, es más difícil todavía.

El caso es que a mi me maquilló a Ambar. A Gema, le ha maquillado ya dos muñecos, y otro que vendrá. A Mabel y Damián le ha maquillado uno y detrás irán dos o tres más. Y no nos ha cobrado a nadie por su tiempo, un tiempo valiosísimo que podría estar perdiendo en otras cosas, incluyendo maquillar por dinero. Así que Damián, Mabel y Gema decidieron pagárselo comprándole una muñeca, tamaño tiny, de Elfdoll que a él le traía loco, la pequeña Bong Sun Wa, o, como él la llama, la China Fea

Me llamó Gema una tarde, sobreexcitada, preguntándome como funcionaba lo del Layaway. Me pilló de compras por el centro (el día en que mi prima Ana me había invitado a elegir con ella su traje de novia, debería hablar un día sobre eso), pero eso no calmó mi curiosidad. Me lo contó (se moría de ganas): habían visto que en Denver Doll Emporium quedaba una, y querían cogérsela antes de que se vendiera. Me ofrecí a ayudarles, y escribí a Paula, la dueña de la tienda, para decirle de que iba el tema.

Lo que al principio iba a ser Layaway (o sea, pago a plazos), se convirtió en pago al contado y a toda prisa. Querían dársela este domingo cuando nos viéramos, antes de Navidad. Yo dije que quería participar pero se negaron, porque “yo ya me maquillo a mis muñecos”. ¿Y qué? Quiero agradecerles lo de Ámbar, y ¿quién sabe si no les pediré ayuda en el futuro? Al final aceptaron que pusiera 30 euros.

A mi no me parecía suficiente, así que conspiración dentro de conspiración, le escribí a Paula y le dije que quería añadir por mi cuenta dos vestidos para la muñeca. Pero luego (inocentes) Damián me escribió diciéndome que iban a añadir uno de los dos vestidos que yo había elegido al pedido, y yo le dije “Vale, si me dejas pagarlo a mí”. Tras algunos dimes y diretes (al principio me querían timar y que pagase yo SOLO el vestido en vez de los 30 euros), les pagué 43 euros que creo que era el total vestido incluido. Y por debajo mano, le dije a Paula que añadiera el otro vestido y unos zapatos, con lo cual mi aportación monetaria es la misma (más o menos) que la de los otros tres.

Luego vino una espera tensa e histérica, en la que Mabel y Damián removieron Roma con Santiago, llamando a todas las oficinas de aduanas y correos del país, a la busca y captura del paquete que no salía en ningún sistema informático. Dadas las fechas navideñas, en vez de llegar el viernes como esperaban, llegó ayer a aduanas de Zaragoza, desde donde Damián se fue directo a recoger el paquete (en aduanas cualquier día nos ponen un cartel de gente indeseable). Anoche perfilamos el plan de entrega.

Cuando me llamó Gema para perfilarlo, le pregunté si habían comprobado el paquete, y me dijo toda ilusionada “¡Sí! ¡Hasta han metido un trajecito y unos zapatitos de regalo!”. Aquí insértese una sonrisa diabólica. Me sorprende que hayan sido tan ingenuos… Esta gente no suele regalar nunca nada, pero claro, ellos no lo saben. Aún no sé si decirles que fue obra mía, o dejarles en la ignorancia.

El caso es que esta tarde nos vamos a Huesca a darle la sorpresa a Miguel. Tenemos que ir tarde, porque tanto ellos como Mabel salen a las 7 de sus respectivos trabajos. Tuve que inventarme alguna excusa porque mi madre quería llevarse hoy a Leo al cine, y por supuesto, lo daba por hecho... No me apetece oirla contarme mil veces que tenga cuidado porque nos vamos a Huesca, así que oficialmente solo quedamos con los amigos, aquí en Zaragoza.

Pero en realidad a las 5,30 salimos de casa, recogemos las llaves de casa de Elena en su trabajo, les esperamos allí, y hacemos de avanzadilla para que cuando venga Miguel a casa ya estemos todos nosotros dentro, aterrorizando a los gatos y esperándole para darle la sorpresa.

No sé si nos lo perdonará en la vida.

Pero me divierto como una loca.

UN CUENTO DE PAPEL

Hoy he tenido un sueño sobre un cuento. Me he despertado sobre las cinco y quería aferrarlo y no olvidarlo, porque era un sueño perfecto. El cuento empezaba y terminaba, y tenía sentido. Pero luego me he vuelto a dormir, y he perdido fragmentos. Lo odio. He dicho muchas veces que adoro mis sueños, hasta he llegado a decir que me gustaría titular mis memorias “Vivir para soñar”. Los mundos que visito en mis sueños son únicos, y tan reales que no puedo evitar creer que existen realmente. Y sé que no soy la única en sentir algo así. El blog de mi amiga Elena tenía ayer cosas interesantes sobre los sueños, y su sueño de ayer le hizo comprar una muñeca de 350 dólares, no digo más.

Volviendo a mi sueño.

Mi sueño iba sobre un cuento. El cuento iba sobre un robot. Ese robot podía curar a la gente, pero alguien se aprovechaba de su don, y se llevaba todo el mérito de las curaciones. Creo que al final todo se arreglaba, pero es frustrante no recordarlo… Sé que tenía post-its puestos como marcapáginas en dos o tres hojas del libro, y que esos post-its estaban impregnados del don curativo del robot. Ojalá recordase más. Siento como si en cierto modo fuera importante.

O quizás siento envidia de Elena, y quiero soñar cosas importantes yo también.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

EL REGALO DE YEP

Vale. Cometí una locura.

Josema (Yep, como le he llamado siempre en mi diario) comparte conmigo el gusto por las muñecas, y sobre todo, por las BJDs o muñecas de resina. Se contiene, por muchos motivos (a los chicos no deberían gustarles las muñecas, las BJDs son caras, no tenemos donde guardarlas, y mil cosas más), pero cuando salimos con la Cuchipandi muchas veces es él quien más las disfruta.

Así que esta Navidad me arriesgué. Como sé que le tiene loco la Shall (de DOD), y me sentía culpable por no haberla comprado en Hiroshima, y habernos llevado una E-An a cambio (que era la que me gustaba a mí), decidí comprarle al menos la cabeza, y puesto que Higashi estaba disponible, le pedí también la cabeza de Tender Shall, que no se puede comprar suelta (casi me salió más cara que comprando la muñeca entera, pero en fin…).

Aparte, en Octubre tuve la oportunidad de pillar en eBay una Aoi Tuki, una muñeca sobre la cual había hablado en Ryung-Soah Sue Lovejoy, de Australia, y que tiene la característica de tener un cuerpo mas bien regordete. Cuando se lo enseñé a Josema le gustó mucho, aunque había cosas que no le gustaban, y quizás si no hubiera salido en eBay, no la hubiera comprado, pero la ocasión la pintan calva, y la verdad es que no ha habido ninguna otra oportunidad, así que supongo que hice bien…

*Cuando supe que iba a llegar, me pegué dos días pendiente, porque Josema últimamente ha estado bastante tranquilo en el trabajo y estaba siempre en casa, pero al final tuve suerte (o relativamente) y la trajeron un sábado por la mañana cuando él aún estaba durmiendo. Así que baje corriendo y paré al cartero en el vestíbulo, y luego metí la caja en el portaequipajes del coche… La pobre muñeca se pegó una semana acompañándome al trabajo ya que no encontraba el momento de subirla a casa (incluso aproveché para verla dentro del coche).

Por supuesto, la tensión me ha tenido loca. Una parte de mí me decía que había cometido una locura. Que le regalaba a mi marido algo que me gustaba a mí, como la bola de bolos de Homer Simpson… Así que no sabía como se iba a tomar el regalo…

Finalmente, ayer por la tarde, Navidad, volvimos a casa. Sin Leo, que se había quedado a terminar una nave de Lego (y yo que me había dado tantas prisas en dejar los paquetes preparados bajo el árbol antes de salir, para darle la sorpresa…). En realidad, fue una buena idea de Josema, ya que como hay que arreglar la rueda pinchada de mi coche, me ofreció llevarme él al trabajo y luego irse por la mañana a arreglar la rueda… Diossss, solo de pensar en que no iba a perder una tarde arreglando la rueda, ¡¡¡¡ya me hizo la mujer más feliz del mundo!!!!, así que acepté.

Cuando llegamos a casa, estaba todo preparado para una Navidad infantil. “¿Qué hacemos?”, pregunté yo. “¿Abrimos los regalos o esperamos a Leo mañana?”. Tras un par de dudas, él dijo que quería abrir el suyo. No se lo esperaba, y de hecho, cuando vio cuáles eran sus paquetes (él pensaba que eran los más pequeños), se quedó completamente desconcertado. Pero nada más coger el paquete más pequeño, el que contenía las dos cabezas, notó al tacto las dos cajas cilíndricas y no necesitó más para imaginar que eran dos cabezas de muñecas, y que la caja grande contenía, al menos, el cuerpo. Eso le puso muy nervioso, y a mí, todavía más.

Pero la cosa salió bastante bien. Para empezar, se interesó muchísimo por la muñeca, hasta el punto que abandonó durante varias horas su plan inicial de instalar el sistema operativo de Mac que había sido su regalo en casa de mis padres. Aceptó las cabezas de Shall con mucha ilusión, aunque yo temía una mala respuesta, y aunque al principio la otra muñeca no le gustó nada, cuando le puso una cabeza de Shall en vez de la horrible cabeza original que tenía, la cosa empezó a cambiar.

Le cambió los pies, porque no le gustaban, pero acabó dejándole los originales. Se pegó un buen rato buscándole ropa, zapatos y peluca, y finalmente me pidió que maquillase la Shall (que venía sin maquillar) y dijo que se la llevaría el jueves para que el resto de la Cuchipandi diera su opinión*.

Aún no ha decidido del todo quedarse con ese cuerpo. Le he dicho que no sería difícil revenderlo (eso creo), pero por un lado le gusta, aunque por otro no… así que está en su fase Géminis… que creo que al final va a significar que se queda en casa…

Y desde luego, en ningún momento me hizo sentir que me había equivocado, o que le había hecho un regalo pensando en mí y no en él (lo cual no es cierto, ya que yo nunca me la habría comprado para mí, prefiero los chicos). Ni siquiera cuando al principio no le gustó.

Ahora sólo le falta un nombre, y quizás algo de blushing en la cara para que la resina de la cabeza pegue un poco más con el cuerpo, que es más amarillento. A mi ella me dice que se llama Emilia, pero esperaré a la decisión de Yep. Lo que sí es cierto es que ese cuerpo regordete queda muy bien con la carita redondeada de la Shall. Mejor que el cuerpo flacucho de DOD.

¡¡¡¡Y cómo me alegro de que le haya gustado!!!!

EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD


Uno de los blogs que uso de ejemplo, que me han animado a recuperar mi diario y que en cierto modo, están influenciando mi nuevo estilo de escritura (que creo es más ameno que mi método previo de contar en plan listín telefónico todo lo que me ha sucedido día por día) es el de mi amiga DeVice, miembro fundador de la Cuchipandi y con un estilo literario y una dedicación a su blog claramente envidiable.

Para los que no conozcais esta perla, aquí va un enlace:

http://blogs.ya.com/thelostboys/

DeVice, o Elena para los que la conocemos en la vida real, escribe prácticamente todos los días y si un día no leo algo nuevo en su blog, me siento como si me faltase algo. Reconozco que hay razones egoístas. Desde que creamos casi sin querer la Cuchipandi, que es como llamamos a nuestro grupo de 9 amigos embobados por las BJDs, en su blog salimos a menudo nosotros y nuestras anécdotas, así que como siempre, la razón de que me guste tiene su puntito egoista y egocéntrico. Otro pedacito de fama que guardar conmigo.

El caso es que me admiro a menudo de pensar como personas tan diferentes a nosotros como Elena y su marido Miguel pueden ser amigos tan tan importantes para nosotros, y por lo que puedo ver, viceversa… Cualquiera que nos viera alucinaría y pensaría que no tenemos nada en común (ellos son una pareja moderna, sin demasiadas ataduras, con una forma de vestir y actuar totalmente distinta a la nuestra, y desde luego, solo por el aspecto, cualquiera pensaría que somos como el aceite y el agua). Sin embargo, compartimos muchos gustos y hobbies, desde las muñecas y el rol hasta gustos literarios, autores favoritos, etc. Supongo que esa es la clave de que nos gustemos y nos queramos tanto.

Y veo que me estoy alejando del tema.

Porque lo que iba a ser una introducción al tema que da título a esta entrada se ha convertido en una loa (merecida) a dos grandes amigos.

Pero de lo que yo quería hablar es que ha sido una entrada de su blog lo que me ha impulsado a escribir esta.

Y es que ella da su opinión de la Navidad. Y su opinión no me sorprende, después de lo que la conozco, pero me hace reflexionar, de nuevo, en lo diferentes que somos…

Parece, de un tiempo a esta parte, que está de moda decir “La Navidad no me gusta”, “la Navidad es una maniobra comercial”, “La Navidad no significa nada”, y todo eso. Las revistas se llenan de cartas al editor sobre el tema, de editoriales varias (aún recuerdo una del “Mujer Hoy” que me sorprendió porque se atrevía a decir lo contrario, que la Navidad aún significa algo, y que debería haberme guardado), todas ellas intentando restar valor a estos días. Nuestros amigos Elena y Miguel son de esa cuerda, cosa que no me sorprende ya que tampoco dan valor a otras tradiciones (pero admiten que nuestras postales de Navidad les hicieron mucha ilusión, así que… algo hay), y nosotros lo respetamos, porque la clave de la convivencia, y sobre todo, de la amistad, está en el respeto mutuo. Pero, ya que ella da su opinión y sus razones en su blog, me ha apetecido dar mis razones y mi opinion en el mío. Sin animo de discutir ni nada parecido, solo para contar lo que yo siento realmente.

Ahora sí que sí.

El espíritu Navideño…

Luces que se encienden los días más oscuros del año. Llenar la casa de adornos, quizás un poco horteras, que me dicen que se avecina algo especial. Recibir cartas y postales de gente con la que no tienes contacto el resto del año, pero que te recuerda y lo demuestra en Navidad. Pegarme unas semanas rompiéndome la cabeza pensando en qué podría regalar a mis seres queridos que realmente les guste y vaya con su personalidad. Perder el tiempo buscando esos objetos en concreto y la alegría que da encontrarlos… Hace poco dijeron en la radio que el que regala siente más placer que el que recibe el regalo y aunque sea difícil de creer, en mi caso es así. Es un pequeño reto que me impongo todos los años y que disfruto casi más que nada. Luego está la emoción cuando les ves abrir los regalos, y la alegría, o la decepción de ver si has acertado o no…

Entiendo que haya gente que no lo disfrute, que lo vea como una maniobra comercial (como San Valentín) y que se sienta obligada a según qué cosas. Supongo que esa gente se ve forzada a regalar cosas a gente a la que no aprecia de verdad, se ve forzada a sonreír simplemente porque es Navidad y a gastarse un dinero que preferiría gastarse en otras cosas. Así que es comprensible que esa gente odie la Navidad, porque la hipocresía es dura.

También hay quien dice (tuve una conversación con el portero al respecto el día 24) que si te falta un ser querido las Navidades se hacen insoportables. Es posible. Pero como dice mi madre al respecto, unos vienen y otros se van, y si bien la falta de un abuelo o padre se hace muy cuesta arriba, la presencia de un niño cura todos los males. Aunque es posible que si el que faltase fuese el niño, no se pudiera levantar cabeza. Llamadme cobarde, después de lo del año pasado, no quiero ni pensarlo.

Yo tengo suerte.

Quiero a mi familia, aunque tenga mis más y mis menos con ellos, y reunirnos la Nochebuena para compartir una cena que mi madre hace con todo su cariño, y esconderme luego para poner los regalos frente a la chimenea sin que mi hijo se entere, y ver que cuando mi padre abre su regalo se pega horas y horas mirándolo para ver como funciona porque realmente le ha gustado, es uno de los momentos más hermosos del año para mí.

Todos los años, o casi todos, los nervios previos al día D, incluso al momento M, amenazan con empañarlo. Recuerdo claramente (aunque por suerte a los pocos días se me olvida) que me digo a menudo, sobre todo cuando Josema empieza a gritar porque se pone nervioso, “No conseguirás joderme las Navidades”. Supongo que eso dice mucho. Cuando me echan en cara el retraso (hace 17 años que mi proverbial puntualidad se fue al garete*), también hay unos instantes en que me siento mal.

Pero se pasan.

Y no solo a mí. El pasado 24, tras llegar tarde y comerme bronca por no haber traído pan (juro solemnemente que mi madre no me dijo que lo trajera, aunque ella diga que sí), tras venir de morro porque Josema había salido nervioso y gritándonos tanto a Leo como a mí, el propio Josema me hizo acompañarle a comprar pan a una gasolinera, y por el camino me apoyó y me animó como si de pronto se hubiera convertido en otra persona.

Y vuelvo a creer y disfrutar en la Navidad. Cuando Leo reconoce que sabe, en cierto modo, que los regalos de Papá Noel los compramos y ponemos nosotros frente a la chimenea, pero no puede evitar estar pendiente de la ventana entre las 11,30 y las 12. Cuando se encienden las luces del pueblecito en miniatura que Josema me regaló el año pasado, y me levanto por la mañana y siguen ahí, atenuándome el madrugón. Cuando las calles oscuras no lo parecen tanto porque todos los árboles están llenos de bombillitas. Cuando en el buzón descubro una tarjeta de alguien a quien creía desaparecido (y, ¡oh Dios mío, justo la única persona a la que no escribí este año!), y veo que hay quien piensa en mí, aunque yo no me acuerde de él...

Son muchas cosas. Entiendo a quien no le gusta la Navidad. Pero yo la adoro. Y espero seguir adorándola mucho tiempo. Y viviendo muchas más.

viernes, 21 de diciembre de 2007

MITOS QUE ENVEJECEN

Esta noche he tenido otro de esos sueños bizarros. Por algún motivo, coincidía en una especie de casa rural con dos famosillos. A uno lo reconocía en el acto, y curiosamente no recuerdo quién era. El otro me costaba reconocerlo, era un hombre ya mayor, aunque alto y atractivo, con una espesa melena entrecana. Alguien me soplaba “¡Es David Bowie!”, y entonces me daba cuenta, que realmente los años habían pasado por él, pero se le reconocía, y además, como los buenos vinos, incluso estaba mejor ahora que de joven.

Como de costumbre, el sueño tenía poco argumento, pero era agradable. Sobre todo porque era como si David hubiera sido un amigo re-encontrado, alguien con quien realmente hubiera tenido algún tipo de relación en el pasado, y vernos de nuevo era una alegría para ambos y reíamos y disfrutábamos recordando viejos tiempos.

¡Cómo me gustan estos sueños en que algún famoso al que admiro, aunque solo sea un poco, resulta ser un buen amigo!. Me siento bien, ni siquiera importante ni nada parecido, simplemente, a gusto, porque son gente que me gusta, y me alegra conocerles. Sin más. Una buena cura para el ego, supongo…

EL PEOR MOMENTO PARA UN PINCHAZO

Esto sí que me ha parecido digno de contar en mi blog, si lo tuviera. ¿Qué hay peor que pinchar una rueda del coche? Pinchar cuando ya es de noche y está oscuro (cosa fácil en diciembre). Y ¿peor aún?. Que encima llueva (cosa que ocurrió ayer por la tarde). ¿Peor todavía?

Venir de hacer la compra en el hipermercado y llevar el portaequipajes lleno.

Y es que ayer fue uno de esos días en que mejor no comprar un billete de lotería, no sea que me toque pagar el premio de los demás. Puesto que la casa ya andaba más o menos bajo mínimos, decidí escaparme a hacer la compra de la casa, esa compra que hago de vez en cuando a la salida del trabajo yo solita, y lleno el portamaletas de bebidas y comidas varias y otras cosas imprescindibles para el día a día del hogar. Casi nunca baja de 200 euros, y siempre, siempre me falta sitio en el portamaletas para llevarlo todo, así que alguna bolsa/garrafa/embalaje de papel higiénico se queda en el asiento trasero. Sé que es algo que deberíamos hacer en familia, pero ya me he acostumbrado a optimizar el tiempo y hacerlo a la salida del trabajo, así me da menos pereza salir, me ahorro perder un día de fin de semana y el mal humor que le ponen las compras a Josema, y con un poco de suerte hasta caen menos caprichos.

Además llevaba el paquete con el que iba a agradecerle a Higashi su regalo navideño, 8 kgs. de ropa de Mango (por cierto la XL de Mango debe estar pensada para la Pitufina, porque me quedé un jersey para mí y parece que haya encogido), dulces navideños, juguetes de Imaginarium, un perfume de Puig para su mujer Yuko y una billetera de piel de Adolfo Domínguez para él, y ya que había hueco, una botella de rosado Uncastellum, que a mi no me va el vino pero está bien dar a conocer productos patrios a los japoneses… Como en la oficina de correos del Gran Casa no cogen paquetes grandes, me fui directa a la oficina de Pablo Ruiz Picasso, pensando que aparcaría bien y cerca y acabaría pronto…

Craso error! Para empezar, tuve que aparcar en el aparcamiento de las casas de detrás. Ya me fui con un mal presentimiento… Dejaba cosas de la compra a la vista, y desde niña me han inculcado auténtico terror a dejar algo a la vista en el coche (terror que se acentuó cuando vi robar una cartera de un coche a plena luz del día y a la vista de más de 20 personas esperando a los niños a la salida de un instituto). Vale que era poco probable que nadie quisiera robar los rollos de papel higiénico, pero chico, hay gente para todo. En fin, a ver si había suerte y volvía prontito.

Otro error. Sólo tenía una persona delante de mí, pero por tercera vez consecutiva en estas fiestas (3 veces he ido a correos y las tres veces ha pasado lo mismo), no sé qué extraño papel estaban rellenando y qué extraño trámite estaban haciendo, el mismo en los tres casos, que les ha llevado más de 20 minutos. Encima me tocó el típico funcionario cansado de no trabajar (mira que pocas veces tengo quejas de los funcionarios de correos, pero es que este era de los pachorrones), a quien todo le venía mal y era incapaz de optimizar el tiempo.

Y para redondear la cosa, el envío del paquete me costó 99 euros del ala. ¡¡¡Ouch!!! ¡¡¡Casi me venía mejor comprar un billete y llevarlo en mano!!!! Vale que 8 kilos de paquete a Japón son muchos kilos, pero es que casi valía más el franqueo que el contenido. ¡No me extraña que me preguntase si quería enviarlo por avión o por barco!, pero claro, como le dije, ya sé que no llega para Navidad, pero al menos esperaba que les llegase antes de la Navidad del año que viene…

En fin, repuesta del susto, me vuelvo al coche, veo que no me han robado nada, salgo toda decidida hacia casa, y de camino llamo a Josema con el manos libres para que se vaya preparando, en casa voy a necesitar ayuda para recoger todo (tengo muchas ganas de llegar, en realidad he ido a comprar un poco a regañadientes y estoy harta de no haber parado por casa en toda la semana, ya que martes y miércoles Josema se puso algo fongonizo con ir a Taj Mahal a comprar vicio comiquero…) Y conforme hablo con él, me doy cuenta de que el coche hace un ruido raro. “Huy”, dice él, “A ver si vas a haber pinchado”. “Maldita la gracia que me haría, con el portamaletas lleno”, le digo yo, “pero cuelgo y lo compruebo, que este ruido me mosquea…”

Paro en un lado y me bajo. No es que haya pinchado. Es que la llanta de la rueda toca prácticamente el suelo. ¡Maldito presentimiento! ¡A ver si me han rajado la rueda del coche!!!!

Así que le vuelvo a llamar “Vale, dime donde estás y voy a ayudarte”.

Y mientras le espero, de noche, bajo la lluvia, voy vaciando el portamaletas y metiendo todo, a capón, en los asientos delanteros, y sorprendentemente, me lo tomo con cierto buen humor. Al menos, pienso, me servirá para hacer limpieza del portamaletas, que conforme saco las cosas veo que está repleto de chaquetas y chubasqueros, la mayoría, por cierto, de Josema. Luego intento ir adelantando trabajo, pero soy absolutamente incapaz de quitar el tapacubos (a hacer puñetas mi orgullo femenino!!! Pero es que estoy demasiado cansada y harta de todo para darle mucho valor, la verdad) y no quiero cargármelo. Así que preparo todo y espero, espero… espero….

Que curioso. Era una zona de mucho tráfico. Pero nadie, absolutamente nadie, paró a ayudarme o aunque sólo fuera, a preguntar si iba todo bien y si necesitaba ayuda. Ni siquiera la policía, y pasaron varios coches patrulla, al menos cinco de ellos, y alguno incluso varias veces, pero ni ellos se dignaron a bajar la ventanilla… ¡Qué tiempos aquellos en que pinche en la calle Dr. Cerrada y chavales que no tenían ni la menor idea de cambiar una rueda se desvivían por echarnos una mano, aunque fuera peor el remedio que la enfermedad….! Aaaah, aquellos 18 años….

Ayer incluso vi pasar a Fernando Laborda, quien se acercó, me dijo hola y al ver el panorama se escaqueó con un “Te ayudaría pero ya llego tarde”… ya veo, ya… Menos mal que mi príncipe azul venía al rescate, que si no, poco te escapabas de, al menos, ayudarme con el tapacubos…

Pero al final llegó Josema, y me ayudó, y volvimos a casa de noche y bajo la lluvia (casi me estrello contra un camión en la autopista), haciendo 20 kms. para evitar los atascos, agradeciendo que Leo esa tarde se quedase con los abuelos y sin ganas de mucho más.

Aunque luego cumplimos con la parroquia, y nos acercamos como habíamos quedado a casa de Teresa a verla y llevarle unos regalos a sus peques, y el sacrificio se vio recompensado ya que me sorprendió dándome un angelito artesanal que hacía años que le había pedido a su madre que me hiciera…

lunes, 10 de diciembre de 2007

RESACA POST-PUENTE


Lunes otra vez. Este fin de semana hemos tenido la V Aldea Inforolera – o quizás ahora debería llamarla Rolera a secas, ya que Inforol como foro hace un tiempo que pasó a mejor vida (podría hacer aquí una disertación sobre la levedad de la existencia de los foros, ya que últimamente casi todos tienden a morir de forma más o menos dramática, pero no es este el momento para ello), y el balance, como siempre, solo tiene un aspecto negativo: la escasez de horas de sueño. Este año creo que hemos batido un record, ya que en ediciones pasadas de la misma, solía acostarme sobre la 1 de la madrugada con la excusa de que Leo tenía que acostarse pronto, pero este año Leo ha sido más duro de pelar y dos de las tres noches nos acostabamos a las 3. Dado que (como en todas las Aldeas) nos alojábamos en un albergue, y el desayuno era a una hora determinada (las 9,30 – vale, no es demasiado, pero lo suficiente), eso ha dado un promedio de menos de 6 horas por noche… Demasiado poco pa mi body, qué quereis que os diga.

Supongo que antes de seguir, debería explicar un poco qué es esto de las Aldeas Roleras. Pongamos el modo “Sophia Petrilo” On y empecemos… Sicilia año… No, no es exactamente así – Foro Inforol (descanse en paz), 2005: Josema, mi medio naranjo, es un asiduo de dicho foro y me anuncia que van a hacer una especie de reunión-quedada en un albergue de Arija (Provincia de Burgos) para el puente de la Inmaculada Concepción, o sea, Diciembre de 2005. En fin, recuerdo que ese día acogí la noticia con poco entusiasmo. 4 valiosísimos días de fiesta (justo entonces que empezaba a tener trabajo estable) encerrada en un albergue con un grupo de roleros desconocidos. No digo que no me gustase la idea. Aunque yo personalmente tenía (y tengo) el rol algo abandonado, sigue gustándome la afición, además había otras actividades previstas como fiesta de disfraces, karaoke, etc. Para terminar, obligué literalmente a Josema a prometerme que haríamos alguna excursión a ver algo por los alrededores, y conseguí que fuesemos a ver el nacimiento del río Ebro, cercano a la localidad.

Pero a pesar de mis reticencias iniciales, aquel encuentro fue el inicio de algo mágico. Como le contaba ayer a 13 (nick de uno de los chavales que vino con nosotros y al que llevamos en nuestro coche hasta Zaragoza), cuando aquello terminó había habido tal comunión con los participantes, tal simpatía, había sido, en resumen, un encuentro tan maravilloso, que nos fuimos con una sensación de vacío en el corazón indescriptible. Y que hizo que repitiéramos la experiencia para el siguiente puente del 1 de Mayo, el siguiente puente de la Inmaculada, y la pasada Semana Santa.

Así que esta vez era la quinta que nos re-encontrábamos. En general, la mayoría éramos los mismos – algunos nuevos que se habían apuntado (y convertido en incondicionales) por el camino, y otros que se han perdido (y he de decir que yo personalmente no he echado de menos a alguno en concreto) o que desgraciadamente y por una vez no han podido venir (que es muy distinto al caso anterior)…

La cita era en Ojos Negros, provincia de Teruel (normalmente intentamos que cada vez sea en un sitio distinto, aunque en Semana Santa se repitió Arija), y esta ha sido la vez en que más turismo se ha hecho, imagino que porque no sólo de rol vive el hombre. Además como empieza a ser costumbre la gente ha creado videos para la ocasión, y a todos nos apasiona ver como nos dan vida famosillos gracias a un nuevo subtitulado de pelis, series o trailers en inglés. En este caso, fue una original visión de la serie “Perdidos”, en la que por supuesto, me supo a poco nuestra aparición (supongo que debería hacerme notar un poco más, no se puede pedir todo).

El momento glorioso fue, sin embargo, el siempre esperado “frikinvisible”, nuestra versión del “Amigo Invisible”, que todos los años es un reto a la imaginación para hacer un gran regalo con pocos euros, mucha dedicación y un poco de buena voluntad para intentar conocer mejor al destinatario. El primer año (Puente de Mayo, Ejea de los Caballeros), la creativa Ana (Miss Bennet) nos demostró que algo tan tonto como un montaje fotográfico podría subir el listón a límites inconcebibles, ser el regalo más envidiado, y encima, con poco dinero. En la pasada Semana Santa, me gustaría pensar que el regalo estrella fue el que Josema le hizo a una de las personas a las que más aprecia de las reuniones, Rafa (alias Bone) – aquí me tiro el pegote de ser yo la artífice del regalo en cuestión, ya que le vestimos un conejito de peluche de Usagi Yojimbo (personaje de comic al que el destinatario del regalo adora) y, modestia aparte, me quedó bastante bien. Aunque la figurita de HeroClix personalizada que recibió otro de los chicos o la cajita de Gurpspirina que este mismo chico le regaló a Josema tampoco estuvieron nada mal, la verdad…*

El caso es que este año como digo, subió el listón hasta límites insospechados. Para empezar, se combinó el Frikinvisible con una idea que había tenido Ana (la gran ausente, junto con su pareja Jon/Bandido, ya que esta vez no habían podido venir), que consistía (creo que lo he comentado en alguna entrada anterior) en que cada uno de nosotros elegía algún tema musical como “nuestra Banda Sonora”. Así que se decidió que cada vez que alguien fuese a recibir su regalo, sonaría su música; ese alguien saldría a la “palestra”, explicaría el porque de su música, y abriría su regalo, tras lo cual saldría el “perpetrador” del regalo a darle dos besos y todo eso…

La cosa empezó mal, porque la pobre Erierd (Lucía), un encanto y dulzura de muchacha, recibió de regalo solo unas libretillas cutres y nadie salió a dar la cara. Dicen que luego la vieron llorar en el lavabo. No sé si es verdad o no, y no sé si es para tanto o no, como digo, yo he tenido a veces regalos de llorar también, pero he sabido ser más hipócrita. Pero es cierto que luego ella había echado el resto con el regalo de su frikinvisible personal (Dios, sólo la caja donde venía todo me hacía los ojos chirivitas, ¡yo quiero una!), y puedo imaginar su decepción…

Leo tuvo suerte. Patxi le regaló su primer juego oficial de dados de rol. Un regalo muy lleno de significado, y que espero use muchos años. Su canción sorprendió a bastante gente (American Pie), y es que mi hijo tiene unos gustos musicales poco convencionales para su edad.

Yo tampoco me quejo. Para haber tenido como frikinvisible a alguien a quien solo he visto una vez, y fuera de la Aldea (Tecnocrata, amigo de la gente de Alicante, que venía por primera vez a la Aldea esta V edición), me sorprendió con una almohada con estampado casero. Nunca respondió a mi pregunta “¿Por qué una almohada?”, pero me hizo mucha ilusión el estampado, y la tengo en casa sobre el sillón, aunque me tienta tenerla en el coche para los viajes. De hecho, Leo me la robó en el viaje de vuelta.

Pero como digo, hubo un momento álgido, y lo protagonizó mi chicarrón, Josema. Su tema musical, para sorpresa de todos (incluida mía) fue el “Beyond the Sea”. El motivo, dio varios, que yo ya había leído por escrito, entre ellos que aparecía al final de dos grandes películas (Ford Fairlane y Buscando a Nemo), y que él solía utilizarla como BSO al final de una buena partida de Mutantes en la Sombra. Ya cuando empezó a decirlo se emocionó. Pero cuando dijo que era el tema que quería que sonase en su funeral, él se derrumbó, y muchos de nosotros (y yo no fui la única) también acabamos llorando a moco tendido. Fue un momento francamente hermoso.

Si a eso le sumamos que su frikinvisible fue Prometeo, una de las cabezas visibles de la Aldea y una persona que vale su peso en angulas, y que su regalo fue una película montada por él, sobre la película Aladdin de Disney, poniendo nuestras caras sobre los personajes (IMPRESIONANTE), el momento álgido, maravilloso, imborrable, estaba servido….

En comparación con esto, el resto de la Aldea quedó algo eclipsado, y es una pena ya que incluso sin ello, hubiera sido una gran Aldea. El primer día nos escapamos a ver las minas, dignas de ver de verdad. El segundo, por la mañana fuimos a Molina de Aragón a ver el castillo, y por la tarde me empeciné yo en irnos por nuestra cuenta a ver el castillo de Peracense, que me gustó todavía más (aunque Rastall se lesionó haciéndose una foto y eso causó morro de Yep, que llevaba un buen rato disfrutando y triscando a pesar del viento…). La comida fue mala, entre otras cosas porque creemos que el cocinero nos la guardaba por no dejarle dormir, y nos preparó cosas con aceite rancio, pero hubo concurso de postres que compensó el mal sabor de boca. Descubrimos el Juego del Año: el “Sí, Señor Oscuro”. Y cuando nos fuimos a dormir la última noche, después de la fiesta y el frikinvisible, Leo y yo vimos un ratón esconderse detrás del sofá y, cuando moví el sofá, pudimos verlo tranquilamente al pobre, con una pata en la pared y la otra en el respaldo del sofá, manteniendo el equilibrio, hasta que nos cansamos… Leo me dijo que quería llevárselo a casa pero yo le dije que no, que tenía que vivir en libertad. En realidad, le entiendo. Yo también me lo hubiera llevado. Fue el broche final a unos días maravillosos….

miércoles, 5 de diciembre de 2007

REPOSTERIA JAPONESA

Uno de esos sueños maravillosos, a los que te aferras todo el día y que incluye varios sentidos…

Volviamos a estar en Japón. Dios, ese viaje me ha marcado. Creo que me dejé un trocito de corazón por ahí. O quizás últimamente estoy más receptiva porque la verdad es que todo me parece maravilloso.

El caso es que entrábamos a una cafetería. Por fuera era como muy americana, muy tipo café de carretera de los de las películas, aunque supongo que estaba en un área comercial, que los japoneses viven la vida como un parque temático (y hacen bien, qué puñetas). Pero por dentro era más al estilo europeo, casi diría que italiana. Eso sí, la dueña era una adorable ancianita japonesa, que nos veía sentados a los tres gaijins (mis padres no estaban) y se desvivía por nosotros.

Y empezaba a sacarnos postres.

Yo flipaba. Desde el viaje a Japón me he vuelto adicta a la repostería japonesa, y muy especialmente al Mochi. Espero mochi en los paquetes de Higashi, pero nunca me lo manda. He pedido Mochi a una tienda de venta por internet, pero dicen que no pueden importarlo. Mi cerebro quería Mochi esa noche. Y tampoco lo tuve.

La señora nos sacó varias cosas, una especie de pastelitos pequeños como caramelos en un cuenco, gelatinas y macedonias… Y algo que parecía una crema con una bola de helado de chocolate. Yo la probaba… ¡puaj, que cosa más sosa! Era puré de patata, mondo y lirondo… Y entonces la señora me indicaba que removiera con la cuchara y lo mezclara con el helado de chocolate. Bueno, de algo hay que morir, pensé, e hice lo que me indicaba.

Placer de dioses, señores.

No sé si en la vida real funcionará la idea. Puré de patata con helado de chocolate. Me quedé todo el día obsesionada con probarlo. Al fin y al cabo, el mazapán también lleva puré, ¿no?. Se lo conté a Josema, y creo que él también siente curiosidad.

Nunca se sabe. Definitivamente, tengo que probarlo….

 
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